Murcia: un cese obligado y necesario
El Gobierno de Murcia ha cesado al director general de Emergencias, Pablo Ruiz Palacios, tras salir a la luz que se fue al teatro el pasado fin de semana en plena crisis por las devastadores efectos de la gota fría. La consejera de Administración Pública y Transparencia comunicó a Ruiz Palacios su destitución al frente del departamento, después de que este alto cargo se hubiera negado a dimitir.
No cabía otra salida, más aún después de que Ruiz Palacios tratara torpemente de justificarse con el burdo argumento de que había trabajado hasta el límite de sus fuerzas. Nadie duda de que Ruiz Palacios trabajara al «límite de sus fuerzas» hasta que decidió ir al teatro, pero es precisamente la decisión de ir al teatro lo que le inhabilita para seguir un minuto más en el cargo. Por una cuestión de dignidad y sensibilidad políticas.
Ha reaccionado con celeridad el Gobierno de Murcia que integran PP y Ciudadanos. Dejar que Ruiz Palacios permaneciera en el puesto a la espera de que se serenaran los ánimos de una opinión pública lógicamente indignada no era una opción, porque hay asuntos en el que no caben las medias tintas.
Nadie pone en duda la solvencia profesional del director general cesado, pero sí su capacidad para entender que hay circunstancias en las que un responsable público no puede ir al teatro. Cuando la tragedia afecta a miles de personas, un director general de Emergencias tiene que estar al pie del cañón y renunciar, por ética y estética, a cualquier momento de ocio.
En política, los actos privados -cuando se enmarcan en el momento en que se produjo este caso concreto- tienen una dimensión pública evidente. La indignación que causó en la sociedad el comportamiento de este cargo público ha sido enorme. Su cese era una obligación moral para el Ejecutivo murciano, que ha reaccionado en tiempo y forma.