Mujeres humilladas
En los medios políticos siempre hay apologistas dispuestos a unirse a cualquier denuncia que sacrifique un útero. Da la impresión de que muchos hombres han vuelto a unos hábitos que parecían extintos. Es decir, a poner nuevamente de moda el cruel pasatiempo de linchar a las mujeres. Quienes van de machotes son meros desconsiderados que alimentan la hoguera y tratan a las féminas como si fueran brujas. Las vejadas avalan esta suposición. Ahí está el caso de la Reina Letizia, que padece todo tipo de improperios. También Inés Arrimadas, esperanza constitucional que habita y evita entre ofensas indepes.
Otra cosa es ,y por eso he puesto el punto en el párrafo anterior, lo que ha tenido que pasar esa chiquilla a la que cinco acémilas emparentados con Satán, Belcebú y Samael asaltaron y vejaron sin descanso una madrugada de Sanfermines. Si no fuera suficiente, ahora se encuentra de bruces con la sentencia lisiada de la Audiencia Provincial de Navarra, que ha convertido la mala hostia en el estado general y generalizado de todo un país. Hartos estamos de que en el siglo XXI los falócratas sigan con el colmillo retorcido y una gran calva de grasa y mugre sobre los escrúpulos.
Baja desde el futuro un tufo a troglodita podrido. Ya hiede la peste, ya ha sido absuelta de violación la infame jauría. “Ni dolor ni asco, —sentencian los jueces— era excitación… un jolgorio”. “La Manada somos nosotras”, claman indignadas miles de mujeres con las manos en alto en las ciudades de España. Más la tropelía sigue su curso, se abre la veda, la caza de mozas se extiende. Asiste a la juerga judicial la pretensión de derogar la Prisión Permanente Revisable. En este país inoportuno, vale todo, ya que ahora resulta que violar es un jodido jolgorio decente.
La sentencia podría haberse ahorrado los calificativos. ¿Por qué ardieron brujas y no brujos. in illo témpore? Porque desde que el primer macho completamente loco, u Homo sapiens, puso pie en la tierra, decidió que su hembra carecía de alma y la trató como al ganado. Las mujeres no deben confiar en los hombres que prometen ruindad tras palabras de orfebre, pues una mayoría de ellos, aparte de aprovecharse de ellas, las traicionan. Ándense con ojo y que alguien de los que manda acabe con este infecto jolgorio.