Muerto el perro, se acabó la rabia

Muerto el perro, se acabó la rabia

Esta frase podría resumir la pulsión que mueve a Pedro Sánchez. Cuando no puede evitar que el Parlamento controle la acción del Gobierno, cierra el Parlamento. Si no puede dominar de forma absoluta el órgano de gobierno de los jueces y controlar todas las instancias judiciales, hace una ley para que el CGPJ no pueda proveer las vacantes y que los juicios no puedan celebrarse en tiempo y forma. Si no puede evitar que en la sociedad se vaya instaurando la idea de que quien protege a los delincuentes está cometiendo un delito, hace una ley para que desaparezcan del Código Penal los delitos que sus socios han cometido y amenazan con volver a cometer. Cuando no puede controlar una institución, trata de destruirla asfixiándola económicamente y organizando campañas de descrédito contra ella. Si no puede conseguir que todos los medios de comunicación le aplaudan, insta a que reinstauren el NODO mientras riega económicamente a toda la prensa concertada que le hace la propaganda. O sea, todo aquello (ya sea institución o persona) que no puede controlar, lo destruye. Y muerto el perro, se acabó la rabia.

La última decisión para apuntalar esta deriva totalitaria en la que Pedro Sánchez ha metido a España ha sido la reforma del Código Penal cocinada a la carta con los delincuentes. Pero conviene que no nos dejemos engañar por las apariencias, que el dedo no impida que veamos la luna. Sánchez no ha tomado la decisión de abaratar los ataques a las leyes y al orden constitucional sólo para apoyar a los delincuentes que le sostienen en Madrid y a los que él mantiene en Cataluña; Sánchez elimina del Código Penal el delito de sedición -Artículo 544: «Son reos de sedición los que, sin estar comprendidos en el delito de rebelión, se alcen pública y tumultuariamente para impedir, por la fuerza o fuera de las vías legales, la aplicación de las leyes o a cualquier autoridad, corporación oficial o funcionario público, el legítimo ejercicio de sus funciones o el cumplimiento de sus acuerdos, o de las resoluciones administrativas o judiciales»-, para protegerse, porque sabe que él mismo es reo del delito y no puede correr el riesgo de que sobreviva algún juez independiente que algún día se atreva a sentarlo en el banquillo.

Sé que hay millones de españoles agotados, hartos, cabreados…, que piensan que bastante tienen con sus problemas como para preocuparse de todo esto, que ellos con llegar a fin de mes ya tienen bastante… Millones de españoles que prefieren creer que todo esto son «cosas de políticos», que, si ni siquiera la oposición al régimen totalitario que pretende instaurar Sánchez es capaz de dar una respuesta común en defensa de la democracia, poco podemos hacer los ciudadanos de a pie… Y así corremos el riesgo de que en nosotros se repita lo que es una constante en la historia de la humanidad y del totalitarismo, que los malos consiguen ganar porque se impone la tendencia general a obedecer por anticipado, a tirar la toalla antes de haber perdido la batalla, a veces antes de haberla librado siquiera.

Hemos oido tantas veces que «no pasará», que «Europa no le dejará», que «esto no es Venezuela»… que cerramos los ojos cada vez que la evidencia nos demuestra lo contrario. Que ya está pasando, que el deterioro de nuestras instituciones y del sistema democrático se está produciendo a una velocidad mayor que en Venezuela, que «Europa» no puede hacer por los españoles lo que los españoles no estemos dispuestos a hacer por nosotros mismos. Da tanta pereza –y tanto miedo, quizá- tomar conciencia de que estamos en un proceso de involución democrática, que esto no va de independentismo, de derechas o izquierdas, que el drama es que la democracia se nos está yendo por el fregadero porque Sánchez utiliza todo el poder que la democracia le ha dado para destruir el sistema que le permitió llegar a ser presidente del Gobierno…, que preferimos no enterarnos de la realidad, no vaya a ser que tengamos que actuar. ¡Qué pereza!, ¿verdad, ciudadano anónimo que en el mejor de los casos habla con la televisión o directamente desconecta para no ver los informativos?

Pues siento decirles que esto va muy mal, que es la democracia la que está en serio riesgo de fenecer y que ha quedado palmariamente demostrado que el killer que vive en la Moncloa hará todo lo que esté en su mano para que ningún proceso democrático pueda expulsarlo del poder.

Siento decirles que estamos a punto de llegar a la situación de no retorno, ese momento crítico en el que ya nada de lo que hagamos servirá para salvarnos. Siento decirles que a veces tengo la impresión de que la sociedad española padece el síndrome de la rana hervida, que provoca que cuando quiere saltar de la cazuela ya se ha cocido. Aunque quizá…, quizá llegados a este punto y antes de darnos por perdidos merece la pena que hagamos un último esfuerzo y nos preguntemos qué pasaría si todas esas ranas que saltaron a tiempo del caldero y andan por ahí desperdigadas decidieran enfrentarse al cocinero que vive en la Moncloa y a todos sus fogoneros. Qué pasaría si todos juntos, sin interrogarnos sobre el origen de cada cual, nos pusiéramos a limpiar y refrescar la charca en la que el PSOE está convirtiendo España. Si lo hacemos quizá, sólo quizá, descubramos que hay muchas ranas dispuestas a nadar contra corriente y a defender las instituciones y la democracia.

¿Lo intentamos? Tengo para mí que merece la pena.

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