El momento del PNV

PNV

Habló Felipe VI y dijo Feijóo. Aunque los que critican al Rey haga lo que haga lo vuelvan a criticar, al monarca no le quedaban otra. Y así lo ha justificado en un comunicado en el que nos explica que es habitual proponer al candidato con más escaños y, por otro lado, que no hay constancia, a día de hoy, de la existencia de una mayoría suficiente que hiciera decaer esa costumbre. En otras palabras, que el candidato azul le llevó votos y el candidato rojo habló de intenciones. Así las cosas, el rey solo tenía una salida.

El que sí podía haber hecho otra cosa es el gallego, que podría haberse hecho un Arrimadas y tirar la toalla. Y como Feijóo también cuenta con críticos incondicionales, los mismos que le hubieran atacado entonces por pusilánime, critican ahora que su intento de investidura solo servirá para dar tiempo a Sánchez a montar un nuevo Frankenstein. Para qué someterse a la investidura si no le salen los números, dicen. Pero ese argumento vale en una comunidad de vecinos o en una junta de accionistas. Aquí no. Que Feijóo lo intente ya ha servido para mucho y aún puede servir para más.

Servirá para ofrecer a los diputados otro camino y que los del PSOE digan dónde están, si más cerca del 78 o de la amnistía y del referéndum, si prefieren facilitar los objetivos de quienes quieren romper España y beneficiar a delincuentes, malversadores y golpistas, o integrar el deseo de los 11 millones de españoles que han votado seguir otro camino.

Servirá para que el PP escenifique todo ello y ver cómo vuelve Sánchez a unirse con los que rompen y romper con los que unen. Y ese debate de investidura, aunque sea fallida, resonará durante toda la legislatura. Como les contaba ante la moción de censura de Tamames, en palabras de Arteta (Tantos tontos tópicos, 2012), la carencia de expectativas de éxito «no siempre justifica por completo el abandono de la labor de resistencia. Al fin y al cabo, nuestra obligación moral es la de combatir, no la de vencer» olvidan quienes dicen que es una pérdida de tiempo que, en ocasiones, no es la meta, sino el camino, lo que importa.

También ha servido ya para mostrarnos a un Vox con sentido de Estado, dando una lección de no-casta al resto de la casta. Con 33 escaños da su apoyo sin pedir otra cosa que respeto. Renuncia a entrar en el Gobierno y deja así de ser la excusa de otros partidos a su apoyo al PP. Tendrán que buscar otro argumento. Quizá algún diputado de PSOE considere más fiel a sus principios abstenerse ante un gobierno en solitario del PP que venderse a Otegi y Puigdemont. Ya no pueden decir que con Vox ni a heredar.

Y puede servir también para que el PNV dé un volantazo a la política española y se plantee a donde le lleva el camino que inició en 2018. Sin el argumento de Vox, Feijóo no les va a dar otro. ¿Qué queréis, sabinos? Pedid y se os dará. Es vuestro momento, ¿la Y del AVE?, ¿un nuevo cupo? Mientras no se vengan arriba pidiendo algo que la Constitución impida, podrá haber acuerdo. Siempre será menor que la hipoteca que quiere contratar Sánchez para seguir en la Moncloa.

Tanto Bildu como PNV tienen la mente puesta en las autonómicas vascas del año que viene y me temo que ir de la mano del sanchismo y sus primos de Bildu no sea lo mejor para los de los de Sabin Etxea. De los casi 400.000 votos que tuvieron en las autonómicas de 2016, pasaron a 379.002 en las generales del 19, a 349.960 en 2020 y, el pasado mes de julio, se quedaron 275.782. Parece más un tobogán que el camino a seguir. Si no apoyan a Feijóo por España, háganlo por el PNV. Como les diría su fundador, aditzaile onari, hitz gutxi (A buen entendedor, pocas palabras bastan).

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