Tu perro lo hace y lo estás entendiendo mal: el gesto común que debería preocuparte


Cada vez son más las familias que deciden incluir a un perro como parte fundamental de su hogar. En España, más del 30% de los hogares convive con al menos un perro, y para muchos de nosotros, estos compañeros de cuatro patas se convierten en un miembro más de la familia. Les hablamos, compartimos con ellos momentos importantes de nuestras vidas y llegamos a atribuirles emociones e intenciones similares a las humanas. Y es que, ¿quién no ha sentido que su perro le quiere cuando le da un lametón en la mano o en la cara?
En los últimos años, profesionales de la educación y el comportamiento canino han empezado a poner sobre la mesa interpretaciones más precisas (y científicamente fundamentadas) de las señales que emiten nuestros perros. Una de esas voces expertas es Alba, educadora canina, quien ha hecho viral una reflexión que rompe con uno de los gestos más entrañables: el lamido de manos. Según Alba, ese gesto que tantas veces interpretamos como una muestra de afecto, podría estar diciendo algo muy diferente.
¿Tu perro te lame las manos?
Para entender bien este comportamiento, es importante dejar de ver a los perros como versiones peludas de nosotros mismos. Los perros tienen su propia manera de comunicarse, basada en señales corporales, miradas, movimientos y, por supuesto, lamidos. Estos no siempre son una expresión de amor, sino a menudo una estrategia para evitar el conflicto.
En el mundo canino, lamer puede significar apaciguamiento. Es decir, el perro está utilizando una señal para reducir una posible tensión en el ambiente. Si tú le acercas las manos y él reacciona lamiéndolas, lo que probablemente está haciendo es decirte: «No estoy seguro de lo que vas a hacer, pero prefiero evitar problemas.» En otras palabras, su lamido no es tanto un «te quiero», sino un «prefiero que no me hagas daño».
Cómo saber si tu perro no quiere que le toquen
Una de las enseñanzas más útiles de Alba es la necesidad de respetar los tiempos y el espacio del perro. No todos los perros quieren ser acariciados en todo momento, y hay formas de saber si están abiertos a ese tipo de interacción.
Un ejercicio sencillo que propone es colocar tus manos suavemente cerca del hocico del perro sin tocarlo, como si le preguntaras: ¿Te apetece que te acaricie? Si el perro se acerca, mueve la cola de forma relajada o incluso apoya su cabeza en tus manos, probablemente está dispuesto a esa interacción. Pero si en lugar de eso, lame tus manos con insistencia o se retira ligeramente, esa puede ser su forma de comunicarte que no se siente cómodo en ese momento.
El error de la humanización
Humanizar a nuestras mascotas es un error común, aunque comprensible. Les hablamos como si fueran personas, interpretamos sus gestos desde una óptica emocional humana y muchas veces olvidamos que se comunican en un idioma diferente. Esto no quiere decir que los perros no sientan amor o apego, sino que lo expresan de formas distintas a las nuestras.
Cuando interpretamos todos sus gestos como «actos de amor», corremos el riesgo de ignorar señales importantes de incomodidad, estrés o incluso miedo. Entender su lenguaje corporal y respetar su espacio es una muestra mucho más grande de amor que cualquier caricia no deseada.
¿Y si el perro te lame mucho?
Muchas personas se preguntan si deberían preocuparse si su perro les lame constantemente. La respuesta no es simple, ya que dependerá del contexto, del carácter del perro y de otros comportamientos asociados. Un perro que lame compulsivamente podría estar manifestando ansiedad, necesidad de atención o incluso inseguridad.
Por eso, es importante observar si ese comportamiento va acompañado de otras señales: ¿el perro también jadea mucho? ¿Evita el contacto visual? ¿Se muestra tenso? Todos esos elementos pueden darnos una idea más clara de su estado emocional. Si el lamido se convierte en algo excesivo o repetitivo, lo mejor es consultar con un educador canino o un etólogo.
Lenguaje canino: más allá de los lamidos
Los perros tienen un amplio repertorio de señales para comunicarse, muchas de las cuales pasamos por alto. Desde bostezos fuera de contexto hasta giros de cabeza, orejas hacia atrás o movimientos lentos, todo forma parte de su lenguaje. Saber interpretarlo no es tarea sencilla, pero es fundamental si queremos establecer una relación sana con ellos.
De hecho, muchos conflictos entre humanos y perros surgen por una mala interpretación de estas señales. Un perro que gruñe, por ejemplo, no está «siendo malo», sino avisando que algo le incomoda. Respetar ese aviso es fundamental para evitar que la situación escale.
El mensaje de Alba, como el de muchos educadores caninos comprometidos, es claro: para entender a nuestros perros, debemos aprender su idioma. Esto implica dejar de lado nuestras suposiciones y prestar más atención a cómo se sienten realmente.