Modificar nuestro modelo productivo
¡Se acabó el impasse que ha durado tantos meses, casi un año, en el que España ha permanecido sin Gobierno, o con un Gobierno en funciones, que no es exactamente lo mismo, porque de esta última forma se está sin estar o no se está, estando! En fin, que durante ese tiempo la economía ha ido como una especie de cohete, mucha gente se ha cambiado el coche; otros se han lanzado a la siempre apasionante aventura de la compra de piso; han congeniado parejas, que han decidido dar un paso adelante; estudiantes universitarios han finalizado sus carreras; el paro ha bajado no de una manera drástica pero al menos se ha suavizado; el dichoso IPC, que nos indica los aumentos de los precios, ha terminado por convertirse en un indicador amable que cada mes nos ha traído buenas noticias, y los viernes, ah los viernes, sin la incesante maquinaria legislativa a través de su brazo armado que es el BOE. A todo ello, Mario Draghi ha seguido comprando deuda soberana, la prima de riesgo se ha comportado en plan más que amigable, incluso el BCE se ha tomado la licencia de adquirir también bonos privados, emitidos por empresas, y la banca, entretanto, va aguantando todo lo que puede en un escenario nada cómodo de bajos tipos de interés y parcas rentabilidades.
Mariano Rajoy ya es de nuevo presidente del Gobierno. El nuevo Gobierno, con caras simpáticas algunas y menos fascinantes otras, echa a andar y ante sí tiene una buena lista de desafíos a los que hacer frente.
No sólo se trata de capear del mejor modo posible los desajustes patrios sino de saber capear con las incertidumbres, riesgos e inquietudes que a nivel internacional se están dando y proseguirán en los próximos meses, desde el camino político que tomen los Estados Unidos a partir de noviembre a las disyuntivas que se plantean en Europa durante los próximos meses. Nuestra política exterior, a la sazón, será clave y habrá que moverse muy bien en el entramado global.
En el plano doméstico, cabe cuestionarse, sin acritud y con serenidad –bajo una postura muy ecléctica por parte de nuestros gobernantes y no mostrando una sobrada suficiencia–, si las bases de la recuperación económica son auténticamente sólidas. El favorable impacto de una sensacional temporada turística, que se ha erigido en motor económico tirando del carro de muchos sectores, hay que evaluarlo racionalmente porque gran parte de esa avalancha de turistas foráneos han llegado a nuestra tierra no sólo por nuestras maravillas… Los conflictos existentes en otros rincones del Mediterráneo han sido determinantes para recibir ese “turismo prestado” que hemos de saber aprovechar y procurar seleccionar desde el punto de vista de la calidad.
La falta de peso industrial en nuestra economía actúa como un serio hándicap para que la misma evolucione y se potencie. La reindustrialización de España y el saber entrar en la competición mundial de las nuevas tecnologías y en lo que se conoce como la nueva industria, en esa era digital que marca ya los derroteros de nuestra civilización, son determinantes. Ahí es donde se necesita de gente preparada, vigorosa, en la punta de lanza de los nuevos modelos económicos, para que sepa liderar la metamorfosis que exige nuestro modelo económico y productivo en aras de ser competitivos, enfocarnos hacia servicios y bienes de más valor añadido, a fin de saber ubicarnos en lugares preeminentes, justo en un momento en el que la gran carrera tecnológica aún está en ciernes. O nos subimos ahora a ese carro o nuestro futuro se verá envuelto por tinieblas. Liderazgos consistentes necesita España ahora mismo para encarrilar nuestra economía por los cauces adecuados, disminuyendo nuestra dependencia de los modelos low cost y dejando de fiar todo al éxito de la temporada turística.