Mercadeo vergonzoso en el Congreso

Mercadeo vergonzoso en el Congreso

El Rastro, el mercado al aire libre más famoso de España, surgió en Madrid a finales de la primera mitad del siglo XVIII, aunque tuvo algunos precedentes que datan de finales del siglo XV. Aunque desde hace ya años ha quedado enmarcada su mayor actividad en los domingos y festivos, desde la plaza de Cascorro y a lo largo de toda la Ribera de Curtidores se extienden cada fin de semana decenas de puestos donde todo se vende, a los que acuden muchos madrileños buscando algo que necesiten, por raro que pueda ser el objeto, o, simplemente, a curiosear.

En el Rastro, por tanto, todo se compra y se vende -al igual que en Portobello, recordemos la famosa canción de la película “La bruja novata”, que decía que era un lugar “donde se compra y se vende hasta el sol”- y, como en todo mercadillo, se regatea, en un tira y afloja entre el comprador y el vendedor. No deja de ser una negociación en toda regla desde el punto de vista económico, aunque sea en un mercadillo y en plena calle.

A lo largo de España, hay muchos mercados similares al del Rastro, cada uno en su nivel. Tienen su encanto y se encuentran objetos que no se hallan en otros lugares. Son lugares y contenidos apropiados para ello. Lo que no es de recibo es que el mercadeo se extienda al Congreso de los Diputados, que junto con el Senado, es la sede de la soberanía nacional. Y, desgraciadamente, eso es lo que hemos visto en las últimas horas, a lo largo de la sesión de investidura:

Sánchez e Iglesias han escenificado el más grosero uso del parlamento para dejar claro que sus objetivos son ocupar el poder, estar en él, ser, cada uno de ellos, el que más presupuesto detente para poder hacer y deshacer. Ha quedado claro que su ambición es lo único que les preocupa, no los problemas de España, ni que se apliquen unas u otras políticas.

El chalaneo ha sido vergonzoso: que si te pido una vicepresidencia social y cinco ministerios; que si te doy esa vicepresidencia pero sin cartera y dos ministerios; que si te acepto tu propuesta, pero me das Hacienda; que nada de eso y que te conformes con que te deje sentarte en el consejo de ministros; que insultas a mis votantes y no me tienes en cuenta; que tus propuestas son inasumibles; que olvidamos todo si me das las políticas activas de empleo -por cierto, Podemos en modo centralista, ya que dichas competencias están transferidas en su ejecución a las comunidades autónomas-; que no te lo doy; pues que no te voto. Y con el desenlace, los independentistas catalanes, los vascos y los de Bildu rompiendo a llorar ante la oportunidad que, de momento, se les ha escapado de las manos, gracias a Dios.

Todo eso, en medio del Congreso, en algo tan serio como es una sesión de investidura de un candidato a la presidencia del Gobierno. La política no es eso. La política es servir a tu país, a tus ciudadanos, para tratar de mejorar la vida de los mismos, para incrementar la prosperidad de la nación. Nada de eso les importa ni a Sánchez, ni a Iglesias, ni a la amalgama independentista. No voy a decir que Sánchez, Iglesias y la alianza de la moción de censura trasladen sus escaños al Rastro, porque empobrecerían el lugar con su presencia, pero, al menos, que saquen el mercadeo del Congreso, porque es un espectáculo lamentable.

  • José María Rotellar es Profesor de la UFV, del CES Cardenal Cisneros y del Trinity College

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