Mentiras, intoxicaciones, trampas… ¡agg!
El miércoles, cuando el Parlamento entero acusaba a Pedro Sánchez de mentir siempre, compulsivamente, él agachaba la cabeza como si quedara afectado por las imputaciones. Pregunté a un periodista que normalmente se ve en la necesidad de seguir las actuaciones del presidente: «¿De verdad le impresiona todo lo que dicen?». Me contestó sin dudar: «Ni te lo creas, le trae al fresco». Debe ser realmente así porque, de verdad, hay muy poca gente, casi nadie, que soporte situaciones como ésa sin sentirse agraviado. Recuerdo, por ejemplo, cómo reaccionaba Felipe González cuando en las revistas políticas de la época le alargaban la nariz, modo Pinocho, presentándole como el paradigma del embuste, de la falacia permanente. En una ocasión nos invitó a un grupo veterano de periodistas a La Moncloa y el más atrevido intervino a los postres para decirle a la cara: “Presidente ¿alguna vez ha mentido usted a propósito?”. Respondió con un circunloquio de los suyos: “O no hago caso o me digo a mí mismo: tú no eres ese?”. Y siguió apurando una copa de Armagnac que le ha había servido su camarero preferido, naturalmente afilado a la UGT.
No sé cómo saldría Sánchez de un trance parecido. De hacer caso a personas que, como el informador citado, le conocen con suficiencia podría decirse que todo le trae al fresco. Como si no pasara. Hace falta una faz pétrea para que su declaración: “No va a haber un referéndum de autodeterminación en Cataluña” tuviera alguna comprensión en el hemiciclo, fuera claro está del entusiasmo aldeano de los Simancas y de las Lastras. Sus asociados de felonías le tienen cogido el teléfono y directamente se pitorrean de él. Todos hemos hecho hincapié en el alegato sarcástico de Rufián, y no nos hemos detenido en la expresión facial de otro de los mecenas, Aitor Esteban, cuando intervenía en el estrado. Esteban Bravo -dos apellidos impecablemente euskaldunes de toda la vida según se puede apreciar- miraba a su colega extendiendo la mano derecha como diciéndole: “No se esfuerce; ya sabemos de qué va la cosa”.
Pues la cosa va de que no hay español sin carné del PSOE que crea una sola palabra de este individuo que aún nos gobierna. Un destacado miembro del Partido Popular me sugería esta misma semana: “¿A qué Sánchez no se atreve a salir a la calle, al cielo raso, porque le van a abuchear más que a un picador?”. Es cierto: no osa bajarse del coche oficial, de su helicóptero de referencia o del Falcón para uso privado, porque el país entero le mandaría estruendosamente a paseo. Él lo sabe y cuando, de nuevo perpetra otra vez una renacida mentira, rápidamente ordena a sus vasallos, al mando todos del gurucillo Redondo, que se las ingenien para que una especie, aunque también sea falaz, cambie el relato. Trata, además, de que su enésimo embeleco se ocupen no ya los medios cercanos, que también, sino de que parezca plausible a los neutrales para que la mentira cuaje. Así ha ocurrido tras el fiasco parlamentario que Sánchez ha sufrido esta misma semana en sus propias carnes.
Con celeridad, filtraron que, por debajo de la realidad visible, existe otra más amable para el presidente. Que, por ejemplo, los secesionistas catalanes no dejan de hablar con Moncloa y con el PSOE, y que tampoco el más grande partido de la oposición, el PP, ha perdido ni por un solo minuto sus relaciones con el entorno del jefe del Gobierno o con sus ministros más principales. En esta ocasión, los embusteros han echado mano de una falsedad, de un fake como se dice ahora, para vender que estaba muy próximo un acuerdo de Sánchez con Casado y del ministro de Justicia, Campo, con Enrique López para la inmediata (dijeron inmediata) renovación del Consejo General del Poder Judicial. No contentos con ello, explotaron aún más la especie para hacerla totalmente creíble, y añadieron, con toda precisión, que los dos presidentes se habían puesto de acuerdo para ofrecer a Marchena, que hoy rige la Sala II, la de lo Penal, del Tribunal Supremo, nada menos que la Presidencia de éste.
La invención duró algo más de un rato: el que ocuparon dos responsables del Partido Popular, el secretario general, García Egea, y el citado López, de desmentir sin ambages la envenenada especie. No necesitaron muchas palabras: el primero articuló un “No” absoluto y el segundo se manifestó ante quien quiso interrogarle sobre el asunto: “No es verdad, no hay nada de nada”. Curiosamente, la Moncloa se calló, en la certeza de que su maniobra había surtido algún efecto porque el gurucillo Iván sabe que en Periodismo una rectificación vale menos de la mitad que la noticia inicial. Sobre todo cuando esta es falsa de toda falsedad.
Sánchez ha convertido la convivencia española en un arsenal donde reina la confusión premeditada. Ahora Moncloa también está en eso. Sus ‘okupantes’ se han hecho peritos en llenar los cielos del país de globos sonda que, al tiempo que siembran el caos político, primera intención de sus insufladores, van allanando el camino para que el personal vaya metabolizando, mal que bien, el nuevo desmán que perpetran. Así ha sucedido con los indultos y así comienza a ocurrir con la nueva maldad que está preparando la fábrica de miserias de La Moncloa. Me refiero al “referéndum si, referéndum, no” que estos operarios han logrado introducir en el debate general del país. Sánchez, con toda intención, utilizó la tribuna del Congreso para expedir su proyecto, el que ya está negociando con los sediciosos, y que no es otra cosa que una “consulta sobre la consulta”; pasta a go gó, infraestructuras hasta para marchar del Paseo de Gracia a la Rambla de Cataluña, y una consideración nacional por la que los independentistas suspiran. Ésa es la trampa. Aquí por tanto, mentiras, intoxicaciones trampas e insidias. Es el estilo de este psicópata narcisista. Lo denuncian así los psiquiatras.
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