María Guardiola o cómo cargarse una mayoría absoluta

María Guardiola

Para entender las razones que han llevado al bloque del centroderecha a fracasar en su objetivo de acabar con Pedro Sánchez merece detenerse un rato en la figura de la presidenta de Extremadura, María Guardiola, porque ahí está una de las claves fundamentales que han permitido que Pedro Sánchez, pese a resultar derrotado por el PP, esté en condiciones de volver a formar gobierno. El ruido generado por Guardiola en su empecinamiento en impedir que Vox formara parte del Ejecutivo extremeño y sus argumentos para excluir a los de Santiago Abascal sirvieron de mercancía a la izquierda para recuperar el aliento y situar el debate político justo en las coordenadas que necesitaba el socialcomunismo. De pronto, Pedro Sánchez encontró en la figura de María Guardiola el instrumentoApropagandístico que andaba buscando desesperadamente para desviar la atención de sus ignominiosos pactos con separatistas y filoterroristas.

La dirigente popular, con sus ataques a Vox, le hizo a Pedro Sánchez el trabajo sucio sin necesidad de aplicarse en exceso. Le bastó con repicar la torpe diatriba de la presidenta extremeña para cambiar de forma radical el curso de la campaña. Y todo para que, al final, Guardiola tuviera que admitir que gobernar era más importante que su palabra. O sea, lo que faltaba: el poder por encima de los principios. La torpeza clamorosa de la presidenta extremeña está en el origen del fiasco del bloque de derecha, porque a diferencia de lo que hizo Carlos Mazón en Valencia o Marga Prohens en Baleares. María Guardiola se erigió en protagonista de una polémica estéril que la izquierda rentabilizó hasta su última gota. Y cuando dio marcha atrás, el daño ya estaba hecho, porque el socialcomunismo había encontrado el filón electoral que llevaba buscando y lo exprimió hasta la cita con las urnas. María Guardiola o cómo cargarse en siete días una mayoría absoluta. Pocas veces en política un error se ha pagado tan caro. Guardiola terminó pactando con Vox. Para ese viaje no hacían falta alforjas. ¡Qué inmensa torpeza!

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