Se marcha la OTAN, se queda el cenizo nacional

Se marcha la OTAN, se queda el cenizo nacional

Mientras el Rey Felipe VI devolvía por un rato, con toda la Alianza Atlántica de cuerpo presente en Madrid, la imagen de España como una Nación en la élite del mundo occidental, Sánchez cometía tres tropelías nuevas. La primera, consumar el asalto al Instituto Nacional de Estadística para manipular en lo sucesivo los datos oficiales de nuestras vidas. La segunda pactar con Bildu, la secuela repugnante de ETA, la revisión, nada menos, que de los supuestos «crímenes del franquismo» hasta 1983, porque para Sánchez y sus socios etarras, los de la banda asesina no existieron en esa época; fíjense, más de doscientos asesinatos entre 1979 y el 83. La tercera, hacer oídos sordos a los datos económicos del propio miércoles. Una inflación absolutamente desbocada: el 10,2%. Esta es la realidad indisimulable del país. Pasada, que pasará en horas, la fastuosidad de la OTAN, regresará esta España casi en bancarrota, gobernada además por un sujeto que empieza a aparecer como un fiel aliado de todas las desgracias actuales y de las que nos puedan venir. Y ya sin el paraguas festivo de los prebostes internacionales. La masacre de Melilla estuvo a punto de barrenar la cumbre. La OTAN, ha quedado claro, navega entre los visibles acuerdos de Estados Unidos con el Rey moro Mohamed, y el ruego español de que la Organización nos proteja de las próximas, que las habrá, acometidas de Marruecos.

En todo caso, y según los estudiosos, mal lo tiene la OTAN en lo sucesivo, porque el anfitrión, Pedro Sánchez Castejón, es un tipo que todo lo que toca, y lo toca todo, lo destroza. Es un gafe, modalidad sotanillo, como bien tiene descrito mi antiguo amigo Alfonso Ussía. Otro periodista, Miguel Ángel Aguilar, plagado de rechifla cántabra, me decía en la emotiva celebración de los sesenta años de cura de Luis Lezama: «Ser pródigos con él (con Sánchez) ¿no veis que se le han caído encima todas las calamidades del Universo?» Virus y pandemia, volcán palmeño, guerra de Ucrania, inflación galopante, barrida de Juanma Moreno… ¿Hay quién pueda presentar un currículum tan apretado en desgracias? La cosa era de prever sin embargo porque ya en los finales de 2021 los glosadores de Nostradamus, médico, boticario, profeta, eclesiástico y no sé cuántas dedicaciones más, previnieron para España en este ejercicio de Dios males sin cuento: muertes cercanas, desastres campestres sin parangón histórico; brutal crisis de dineros de las que Nostradamus nos previno con esta sentencia: «La miel (o sea, la sandía y los melones del rufián Rufián) costará mucho más que la cera de las velas, y será alto, muy alto el precio del trigo».

En la Historia del mundo quedan escritos dos gafes históricos muy comparables a la trayectoria de Sánchez. Uno, un tal ministro francés, Salvandy, cuya maldad como aciago recoge en su antológico Cuento de Cuentos, Néstor Luján. En una fiesta en 1830 con el Rey de Nápoles, se dirigió Salvandy a su cuñado, el duque de Orleans, de esta guisa: «He aquí, Monseigneur, una fiesta muy napolitana: estamos danzando sobre un volcán». La frase fue profética: unos días más tarde el Vesubio causó estragos mil con una erupción que aún se recuerda por aquellos lares. Orleans, se cuenta, advirtió a sus gentes: «¡Prohíbasele la entrada aquí a ese sujeto!»

El otro cenizo en que debe mirarse Sánchez fue nada menos que el hijo preferido del presidente norteamericano Lincoln, llamado Robert Todd. El chico estaba con su papá, presidente USA, el día que asesinaron al presidente. Eso, tan doloroso, podía pasar sólo como una desgracia episódica, pero es que también estaba de cuerpo presente en el instante en que otro presidente, Garfield, fue acribillado cuando tras un acto político, se disponía a subir a un tren. Lincoln jr. descansó unos años, pero reapareció tiempo después para ser testigo del crimen contra un tercer presidente: William McKinley. Este le invitó a una exposición de éxito, y allí acabó, tiroteado mortalmente, su magistratura, claro está que acompañado también para la ocasión por Robert Todd.

En España, el precedente de Sánchez es Rodríguez Zapatero, al que ningún candidato al gobierno de su Nación quería ver ni en pintura porque eso le aseguraba la derrota segura en las urnas. Ahora aquí, en España, cada vez que este aguafiestas habla, siempre adornado con un corbatín colorado al estilo del que se anudaba Manolete el día que le mató Islero en Linares, suben las citadas sandías, el melón, las acelgas, el pan desde luego, y hasta los polvos de la lavadora. No falla: la penúltima vez que adelantó con ufanía solemne que iba a bajar la inflación. Ésta se disparó hasta el 8,7%. Mayo ha derribado todas las expectativas: un 10,2% de inflación. No tiene precedentes y esta es la verdad que, una vez olvidada la puesta en escena de la OTAN, nos quedará a los sufridos españoles Pero, nada hay que esperar del sotanillo: este tipo de personajes no se disculpa: un correligionario de Sánchez, gafe arquetípico, volcó una vez toda una jarra de café ardiendo sobre la cojonera de un político próximo, y sólo acertó a disculparse de esta forma: «Es que aquí (eran las famosas Lentejas de Mona Jota sirven el café que parece lava». Nada que decir de cómo le había quedado la huevera al correligionario.

Así que todos, como en la mili antigua, estamos en prevención de riesgos. ¡Ojo al dato!: los sotanillos no descansan. El gafe es, como diría el cómico de la época, «un gafe no para un rato, es para siempre». Un gafe de mil hectáreas. En Galicia los socialistas le han pedido que se abstenga de viajar, en Castilla y León que no vaya ni para los incendios, y en Andalucía, ¡ay,que horror! se temen que veranee en Doñana donde los mosquitos están de congreso y los flamencos tristes como un palo del cantaor. Estamos todos advertidos: más desventuras aún nos pueden ocurrir en tanto el rey de la inflación continúe en Moncloa. Los fastos de la OTAN no pueden disfrazar una situación económica con visos ya de tragedia nacional. Se marchan nuestros visitantes, se queda el gran cenizo de España.

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