Malo

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Si un gobernante desoye las alarmas de las instituciones sanitarias internacionales y no hace nada para prevenir a su país de la llegada de una pandemia no es vago, es malo.

Si un gobernante prioriza la propaganda partidista sobre las medidas para proteger a los ciudadanos no es vago, es malo.

Si un gobernante autoriza y/o promueve, a sabiendas, concentraciones altamente peligrosas para la salud de los ciudadanos no es vago, es malo.

Si un gobernante tarda semanas (y decenas de miles de muertos) en declarar luto oficial en su país  no es vago, es malo.

Si un gobernante no crea un comité de expertos para enfrentar la crisis sanitaria más grave de nuestra historia no es vago, es malo.

Si un gobernante decreta el estado de alarma para gozar de poderes absolutos, sin control democrático, y no utiliza todos esos meses para actualizar las leyes ordinarias en vigor y tener preparada una respuesta ante la nuevas oleadas de contagios no es vago, es malo.

Si un gobernante no intenta siquiera alcanzar acuerdos de Estado con el conjunto de los grupos políticos de la Cámara no es vago, es malo.

Si un gobernante desprecia la igualdad de los ciudadanos de su país y privilegia a quienes quieren destruir esa igualdad constitucional no es vago, es malo.

Si un gobernante se va de vacaciones mientras crece el numero de nuevos infectados y su país se sitúa a la cabeza de los países con más contagiados no es vago, es malo.

Si un gobernante utiliza todas las instituciones del Estado para la propaganda y la desinformación no es vago, es malo.

Si un gobernante no protege de los ataques de odio a las instituciones del Estado y las personas que las representan no es vago, es malo.

Si un gobernante mantiene los acuerdos de gobierno con grupos y personas que quieren destruir las libertades y la convivencia entre españoles no es vago, es malo.

Si un gobernante tarda semanas en reunir a los responsables de educación y/o de sanidad para buscar una respuesta común a la crisis sanitaria y cuando lo hace elude su responsabilidad no es vago, es malo.

Si un gobernante oculta el número de muertos para ocultar su responsabilidad no es vago, es malo.

Si un gobernante se reúne en Bruselas con sus homólogos europeos y es incapaz de aportar ni una sola idea y llega a poner en riesgo el acuerdo con su chulería no es vago, es malo.

Si un gobernante mantiene los acuerdos de gobierno con un partido imputado por corrupción no es vago, es malo.

Si un gobernante no se preocupa de que todos los ciudadanos que tienen reconocido un ERTE o el subsidio de desempleo lo perciban en tiempo y forma no es vago, es malo.

Si un gobernante persigue –por acción o inducción- a las voces libres de la prensa y/o de la sociedad civil no es vago, es malo.

Si un gobernante mantiene acuerdos con partidos políticos que jalean a los terroristas y se burlan de sus víctimas no es vago, es malo.

Si un gobernante mantiene acuerdos con partidos políticos que han organizado –y dado- un golpe contra la democracia y que prometen volver a intentarlo no es vago, es malo.

Si un gobernante mantiene acuerdos  (y Gobierno en Navarra) con los partidos que quieren expulsar de Alsasua a la Guardia  Civil, los escudos de la democracia, no es vago, es malo.

Bueno, todo esto viene a cuento de que escucho muchas voces que califican de vago al presidente del Gobierno de España. No, Sánchez no es vago, es malo. Mal gobernante y mala persona. Porque para hacer todo lo que él ha hecho desde que llegó (y para llegar) al Gobierno de España hace falta no tener escrúpulos, ser mala persona. Y para eso hay que trabajar, trabajar para el mal, pero trabajar.  Para destruir el sistema del 78, la convivencia entre españoles, la unidad y la cohesión en nuestro país… se requiere mucho trabajo, mucho esfuerzo, mucha convicción, mucha persistencia… Esa voluntad para romper todo lo bueno que hemos construido le sobra a Sánchez. Y eso no es vagancia, es maldad.

“Los hijos de las tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz…”. (Lc 16,1-13). Y el mal no descansa.

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