Las macetas de Ada Colau

Las macetas de Ada Colau

Que Ada Colau no es una política amante de crear empleo y de facilitar las cosas a los emprendedores es harto conocido. De hecho, desde el inicio de su andadura como alcaldesa de Barcelona se ha dedicado a poner trabas a los empresarios de diversos sectores, como el hotelero y el de la restauración. Impidió que se abrieran nuevos hoteles, persiguió de manera salvaje a los bares con terraza para restringir al máximo el número de mesas y sillas, dio alas a los radicales que predicaban la turismofobia y molestaban a los visitantes, puso en peligro la renovación del Mobile World Congress cuando era el acontecimiento económico más importante de la ciudad…

Parecía que con la pandemia Ada Colau entraría en razón y, ante la crisis económica, tomaría medidas razonables para facilitar la recuperación de la ciudad. El primer baño de realidad con lo que realmente son los ‘comunes’ vino cuando Janet Sanz, la número 2 de esta formación en el consistorio barcelonés, propuso aprovechar la pandemia para cerrar las fábricas de automóviles para intentar reconvertir a sus empleados a la economía ‘verde’. Suponemos que no se refería a alimentar a los trabajadores con césped cuando se quedaran en el paro en medio de una recesión, pero a algunos nos lo pareció. Por supuesto Sanz no dimitió y ahí sigue como uno de los puntales de la alcaldesa en el Ayuntamiento.

Pero es que la cruzada que Colau, en medio de la pandemia, emprendió contra las terrazas de los bares se ha recrudecido. No le importa que la hostelería, debido a las restricciones, haya sido uno de los sectores más afectados por la crisis. Hace unos días, tomando unas tapas, uno de los camareros me relató como en la plaza en la que está el establecimiento se había producido una ‘razzia’ de inspectores municipales. Se presentaron metro en mano, midiendo la distancia entre mesas y comprobando si había alguna silla de más o de menos. De seis locales, en tres se inició un procedimiento sancionador. No eran casos escandalosos, un par de sillas de más, una mesa que sobraba y poco más. Pero en uno de ellos pasó algo flipante. A un bar barcelonés le pueden sancionar porque en la terraza tenía una maceta de más. Habían puesto dos, y se ve que sobraba una.

En medio de una de las peores crisis económicas del último siglo, a un local perteneciente a uno de los sectores más afectados por las medidas sanitarias, pueden multarle por tener una maceta de más. ¿Cómo no van a gritar los hosteleros catalanes “queremos una Ayuso” o “Ayuso, ven aquí” con una alcaldesa tan insensible como Ada Colau? Lo raro es que no haya en los bares de Las Ramblas o de la plaza Cataluña carteles con la efigie de la presidenta madrileña. En España tenemos un modelo que intenta que los trabajadores puedan ganarse la vida con su trabajo, el de Madrid. Y, por desgracia, también sufrimos el de la Barcelona de los ‘comunes’, consistente en luchar contra el capitalismo mandando a la gente al paro.

Se nota demasiado que a Colau y a sus amigotes nunca les faltará de nada. Que entre los sueldos públicos y las generosas subvenciones -ahora investigadas por la Fiscalía por lo escandalosas que son- a sus entidades más allegadas, eso de tener que preocuparse en conseguir una nómina o facturar para poder comer, no es algo que afecte al bienestar de los aliados y a los dirigentes de los ‘comunes’. Por eso no les importa proponer cerrar fábricas de coches, o perseguir a los dueños de los bares que intentan mantener su negocio a flote. Ellos viven bien a costa de los impuestos de todos. Así es muy fácil ser “anticapitalista”.

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