Lavando cerebros

Lavando cerebros

Usar a los niños como munición política y tratar de lavar sus cerebros es propio de regímenes totalitarios. No hace falta poner ejemplos concretos, sólo hay que echar un vistazo a la historia del siglo XX para comprobar quiénes y cómo usaron a los menores para formar parte de su propaganda. España padece actualmente uno de los niveles políticos más bajos de toda su historia. Entre populistas y radicales han hecho de la frivolidad y del show por el show una manera de concebir la actividad institucional que, por ahora, ha llegado para quedarse. Hábitos que hasta hace poco hubieran sido considerados auténticas aberraciones colonizan las sesiones plenarias de las cámaras locales, autonómicas y nacionales. No obstante, los golpistas catalanes siempre son capaces de ir un paso más allá y ahondar en el dislate contextual que padecemos. Han amenazado a los españoles, al Estado, al Rey, al presidente del Gobierno, a los empresarios que utilizan el español en Cataluña, a las multinacionales… y ahora también utilizan a los menores de edad.

Pocas cosas hay más grotescas que mezclar deporte y juventud para tratar de afianzar unos determinados pensamientos políticos. Más si se trata de los postulados de una banda que pretende partir España en dos y que ha llevado la ruina económica más absoluta hasta Cataluña. Capitanes de un barco que está a punto de alcanzar el mismo puerto que el Titanic: ninguno. Los independentistas aprovechan las competiciones deportivas amateur para lavar el cerebro de los jóvenes. Así ha ocurrido en el II Campeonato Europeo de Twirling. En una imagen que parece más propia de Corea del Norte que de una región española, los niños aparecen en el evento portando esteladas y ante un cartel que dice: «Una nación, una selección». Una manera de mostrarse ante los medios internacionales —el Twerling es un deporte muy popular en Estados Unidos— pero que, al contrario de lo que pretenden, emparenta a los secesionistas con la ranciendad más absoluta. Si este es el futuro social, educacional y cultural que le espera a Cataluña, por su bien que el Gobierno acabe cuanto antes con la pantomima de Puigdemont y compañía.

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