La izquierda y el lenguaje exclusivo
La izquierda, desde que Marx viera la sombra de sus demonios recorriendo Europa, ha venido adueñándose del universo gramatical y conceptual que rodea a las palabras. El lenguaje siempre fue su verdadera arma política de destrucción masiva, porque sabía del efecto que éste tenía en la adulteración de conciencias ajenas. Los grandes códigos de la corrección política en el siglo XX lo escribieron siniestros escribas del relativismo. Ahora, a falta de un Derrida, Foucault, Althusser, Adorno o Gramsci con el que justificar la sinrazón populista que nos rodea, tenemos a la Vicepresidenta Calvo Pixie, antes ministra Dixie. Ya sabemos para qué la rescató Sánchez del ostracismo de la cátedra cordobesa. Para dar fuste y lustre a una gramática oxidada por la caverna machista de Revertes y cierra España. Ella fue ministra sorora con Zapatero y ahora hace de alguacil sonoro de un gobierno memécrata, igual de inútil que al anterior pero más adicto al gesto y al gasto.
Mientras que con nuestros impuestos baja los del PNV, sigue pagando a los golpistas catalanes y coloca a sus amiguetes en los chiringuitos de siempre, Sánchez se va de conciertos como un grupie cualquiera. Pero en avión oficial. Con el dinero de todos, que ya sabemos que la pasta pública no es de nadie, como ya nos recordó una vez Calvo Pixie. La vice, compositora de sintagmas y ocurrencias, defendió al presidente fotopolítico argumentando que su viaje privado con fondos públicos se debió a un tema de “agenda cultural”. Como no se deben a los españoles, sino a quienes quieren destrozar España, no les importa pitorrearse en el diccionario ni en la decencia. No creen en nada salvo en el poder. Los derechos convertidos en significantes de una ideología cuya desinencia siempre acaba en condicional.
Cuando algo no entra en sus cánones ideológicos, arman el jaleo conveniente para que la tropa tuitera, reunida en ágora inquisitorial, dicte sentencia de condena. Y a recibir la pertinente subvención. Así ha sido siempre. Y no nos damos cuenta. No les importa ni las mujeres, ni la inclusión, ni la corrección, ni la verdad. Sólo el control, el dominio de las mentes, la sumisión de toda conciencia y crítica. Porque sólo así garantizan su permanencia. Disfrutan de ese totalitarismo perpetuo, de ese estatus de semi esclavitud en el que convierten al ciudadano-votante. Véase Andalucía. Hacen pasar por derechos lo que en otro país decente serían memeces dignas de un late-night barato. En su obsesión por adueñarse de la realidad, adulteran la propia sintaxis lógica que componen el español correcto. No hay RAE que resista tanto alcornoque intelectual.
Resumiendo, el PSOE de la intelectual Calvo es el nuevo garante del lenguaje exclusivo. Exclusivo de mentes ignorantes como la suya, que nada saben y nada conocen. Ni la historia de España, ni las necesidades de los españoles, ni cómo gobernar sin dejar un poco de vergüenza en cada acción política. Nada. Por eso el efecto es un síntoma de acusada debilidad que tratan de esconder con la sibilina estrategia del foco alternativo de despiste. Vivir a golpe de coyuntura, de suceso creativo, de sonrisa impostada. La hiprogresía de siempre.
Ni siquiera la debilidad numérica de sus diputados ejerce de presión disuasoria contra la mediocridad. Ha sido okupar Moncloa y quitarse la careta que siempre ha vestido sus intenciones. La moqueta como metáfora de la decadencia de un sistema que hace presidente de un gobierno a un tipo que ha cosechado el peor resultado parlamentario de la historia de su partido y convierte en dueños del país a unos golpistas que lo odian y a unos populistas que lo desprecian. Hace tiempo que superamos a Italia en esto del esperpento.