El Islam que asesina: en recuerdo de Samuel Paty

Samuel Paty
  • Teresa Giménez Barbat
  • Escritora y política. Miembro fundador de Ciutadans de Catalunya, asociación cívica que dio origen al partido político Ciudadanos. Ex eurodiputada por UPyD. Escribo sobre política nacional e internacional.

Recordarán que Samuel Paty, un profesor de historia y geografía de 47 años en el Collège du Bois d’Aulne de Conflans-Sainte-Honorine (a unos 30 km al noroeste de París), fue asesinado el 16 de octubre de 2020. La semana pasada se cumplieron cinco años. Eran las 17:00 horas de la tarde y Paty salía de la escuela camino a su casa en Éragny. Un joven checheno nacido en Moscú, Abdoullakh Anzorov, de 18 años, que había llegado a Francia como refugiado, le atacó. Como hemos visto tantas veces, el arma elegida fue cuchillo de 30 cm con el que le apuñaló varias veces en la cabeza, abdomen y extremidades superiores, para acabar decapitándole. El tipo era un musulmán radicalizado que gritó el consabido «Allahu Akbar» y publicó la consabida foto de la cabeza cortada en Twitter poco después.

Robert Redeker es un filósofo y profesor francés que ha vivido bajo amenaza de una fatwa desde 2006. Le invité a un acto en Barcelona el 2007 y luego a unas jornadas Democracia versus Teocracia en el marco de los cursos de verano en Aranjuez de la Universidad Rey Juan Carlos. Ambas veces con un importante despliegue de logística de seguridad. Un incordio. Sobre todo para él. Las similitudes con Paty son importantes. El apuñalamiento y muerte de Paty vino causado por una lección de educación moral y cívica sobre la libertad de expresión que impartió el 5 y 6 de octubre de 2020 a alumnos de cuarto curso donde mostró caricaturas de Mahoma publicadas por Charlie Hebdo en 2015.

En esta clase, ofreció a los estudiantes musulmanes la opción de salir del aula para evitar ofenderlos. A pesar de todo, se desencadenó una campaña de acoso en redes sociales: la madre de una alumna de 13 años (que en realidad no acudió a la clase, pero mintió alegando discriminación) y un imán islamista radical publicaron videos virales con información falsa, etiquetando al profesor y a su escuela. Por lo que respecta a Redeker, en septiembre de 2006 publicó un artículo de opinión en el periódico Le Figaro titulado Jesús y Mahoma: no es lo mismo, donde criticaba duramente el islam, describiendo el Corán como un «libro de violencia increíble» y comparando a Mahoma con un «maestro del odio» (en contraste con Jesús como «maestro del amor»).

A uno le mató la defensa de la libertad de conciencia y expresión, y al otro la misma defensa le tiene medio enterrado en vida. El asesino checheno no conoció a Paty personalmente, vio estos videos en canales yihadistas, contactó al padre de la alumna y pagó entre 300 y 350 euros a dos alumnos (de 14 y 15 años) para que lo identificaran. Y ya sabemos cómo acabó. En el caso de Redeker por lo menos se avisó: la policía supo que una fatwa (edicto religioso islámico que condena a muerte) fue emitida contra él en un sitio web yihadista llamado al-Hesba, dirigida por Human Khalil Abou-Mulai al-Balawi (quien en 2009 se suicidó en un atentado contra la CIA en Afganistán). Se publicaron su dirección, foto de su casa y llamadas a su asesinato en foros islamistas. Desde entonces vive oculto bajo protección policial constante, con vigilancia policial 24 horas al día, 7 días a la semana. Él mismo ha descrito su situación como «catastrófica», ya que no puede llevar una vida normal: no viaja, no aparece en público y su familia también ha sido afectada. La fatwa no ha sido levantada y sigue recibiendo amenazas ocasionales. Pero, al menos, está vivo.

En el mundo de la educación, los casos de ambos generaron angustia: casi la mitad de profesores evitan temas sensibles (evolución, Holocausto, sexualidad) por miedo a ofender a alumnos musulmanes. Sin embargo, muchos de esos profesores son progres que se apuntan a esas manifestaciones pro palestinas que, en realidad, lo quieran saber o no, son pro yihadistas.

Europa les debe muchísimo a esos profesores que defienden los valores laicos y seculares de los que nos sentimos tan orgullosos con razón. ¿Les estamos dando un mínimo de lo que nos dieron? ¿Valió la pena su sacrificio?

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