Irene, acláralo: ¿apoyas la legalización de la pederastia?
—Todos los niños, las niñas y los niñes de este país tienen derecho a conocer su propio cuerpo, a saber que ningún adulto puede tocar su cuerpo si ellos no quieren, y que eso es una forma de violencia. Tienen derecho a conocer que pueden amar o tener relaciones sexuales con quien les dé la gana, basadas, eso sí, en el consentimiento. Y ésos son derechos que tienen reconocidos y que a ustedes no les gustan—.
Como quiera que no fui a un colegio religioso, sino a uno de la Institución Libre de Enseñanza, como quiera que a mí me hablaban con normalidad de sexualidad en clase con apenas 11 ó 12 años, y como en consecuencia no he vivido ese anacronismo de la educación diferenciada, carezco de los traumas que carcomen por dentro a esa mayoría de españoles educada en centros religiosos. Para un liberal como yo la educación sexual debería ser una prioridad tanto en las escuelas como, sobre todo y por encima de todo, en los hogares. Siempre y cuando que no se dé a entender que la heterosexualidad es poco menos que una desviación. Tan normal es la heterosexualidad como la homosexualidad u optar, eso sí, cuando eres un adulto hecho y derecho, por la transexualidad. Sexualidad es libertad siempre y cuando, eso sí, no trascienda las fronteras que establece el Código Penal.
Las declaraciones de Irene Montero son una auténtica aberración psicológica, psiquiátrica, moral y ética. Para empezar, es física y metafísicamente imposible que un niño o una niña tengan relaciones sexuales plenas por una elemental razón que hasta Abundio comprendería: no pueden llegar al orgasmo porque no han completado su desarrollo hormonal. Eso sucede en la pubertad y en la adolescencia, no antes. Un niño y una niña no pasan al estadio de la pubertad hasta los 12 años, aproximadamente, hasta ese momento se interesan por la sexualidad, juegan, curiosean, pero no pueden consumar un acto de esta naturaleza.
Para un liberal como yo la educación sexual debería ser una prioridad tanto en las escuelas como en los hogares
La indigencia intelectual de la personaje le lleva a cometer semejantes errores de bulto. Claro que tampoco podíamos esperar más de esta nada que en un ejercicio de machismo y nepotismo nivel dios llegó a un cargo, el de ministra del Gobierno de España ni más ni menos, que le viene seis o siete tallas grande. ¿Estaría ahí si no fuera la compañera del macho alfa? La respuesta es tan perogrullesca que me abstengo de escribirla.
El primer interrogante surge a las primeras de cambio. Cuando afirmas, Irene, que «ningún adulto puede tocar el cuerpo de un niño si [el niño] no quiere», ¿qué quieres decir? ¿Que si el niño acepta, el adulto puede consumar una relación sexual con él? ¿O cómo? ¿O te refieres a tocarle strictu sensu? El contexto permite inferir que se refería a lo primero. Hablaba de lo que hablaba: de sexualidad. Si nos inclinamos por esta alternativa, estaríamos ante una apología de la pederastia perseguible de oficio. Cualquier vínculo sexual de un mayor de edad con un menor de 16 constituye un delito tipificado en el artículo 183 del Código Penal vigente, como no puede ser de otra manera. Un adulto o una adulta no puede acostarse con una persona que aún no ha soplado las velas de los 16 so pena de acabar entre rejas. Son de 2 a 8 años de prisión. Punto. Convendría, Irene, que te aclarases tú misma para podérnoslo aclarar a los demás.
La segunda aseveración es tanto más grave. ¿Cómo que los niños «tienen derecho a conocer que pueden amar o tener relaciones sexuales con quien les dé la gana, basadas, eso sí, en el consentimiento?». Un imberbe no puede compartir su sexualidad «con quién le dé la gana» aun en el caso de que haya otorgado el plácet, porque si la otra parte es un adulto eso es pedofilia, repugnante y vomitiva pedofilia. Uno de los peores delitos que puede cometer un ser humano. Siempre digo que un malnacido que abusa o viola a un niño es peor moralmente, incluso, que un asesino. Básicamente, porque arrasa su vida para siempre por mucho tratamiento psiquiátrico o psicológico que reciba.
Cualquier vínculo sexual de un mayor de edad con un menor de 16 constituye un delito tipificado en el artículo 183 del Código Penal
Si lo de la protagonista de este sermón dominical hubiera sido un lapsus, le habría faltado tiempo para rectificar, aclarar, apostillar o contextualizar. Y todos lo hubiéramos entendido, todos la hubiéramos perdonado, sus más tenaces adversarios hubiéramos callado, por mucho que ella crucifique a todos los antagonistas políticos e ideológicos que cometen el más mínimo desliz, por evidente que sea. Lo peor de todo es que no ha dicho «Diego» donde dijo «digo», lo cual invita a concluir que o bien continúa con la soberbia y prepotencia de siempre o bien no tiene nada que rectificar. Dando por buena la tesis del fallo, resulta evidente que estos episodios no se producirían si esta sujeta se rodease de profesionales en la materia: de psiquiatras, psicólogos y pediatras en lugar de pelotas, amigas, amigos y amigues cuyo analfabetismo funcional es aún mayor que el suyo.
Todo lo más que hizo fue poner a parir a la derecha el viernes, hablar de bulos y de manipulación con la tan servil como antiperiodística ayuda de la cadena Ser. Ni una disculpa, ni un mea culpa, ni un «lo siento, me expresé mal». Vamos, que le debe parecer bien que un imberbe tenga relaciones plenas con un adulto. Yo, al menos, no le voy a conceder el beneficio de la duda, ni voy a interpretar sus palabras, entre otros motivos, porque ni estoy ni se me espera en su consciente o en su subconsciente. Dijo lo que dijo. Item más: no sé si estamos ante una malvada, una descerebrada, una analfabeta, una frívola, una metepatas o las cinco cosas a la vez. Sus periodistas de cámara, que son legión, podrán decir misa, pero no conseguirán que colijamos que no dijo lo que dijo porque no ha existido puntualización alguna. No quiero pensar la que se hubiera liado si este vómito sale de la boca de Cuca Gamarra, de Ayuso, de Olona, de Arrimadas o de Monasterio. Hubieran tenido que emigrar a Australia, como muy cerca, hacer un agujero en la playa y esconderse hasta dentro de una década como mínimo hasta que escampase. Ya se sabe: la izquierda tiene bula y la derecha es culpable por decreto ley.
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- Irene Montero