Las incoherencias de “Lilu”
La veinteañera política pelirroja ha sido ascendida a secretaria de Estado, en el marco del Juego de Tronos Yolanda-Podemos, algo que, cómo no, enorgullecerá a la joven, a sus padres y allegados. ¡No cualquiera consigue semejante puestazo a su edad!, sin duda tiene mucho mérito y desde esta columna le doy mi enhorabuena. A mi edad, tengo claro, “como el agua cristalina”, que la tenacidad (así como el talento) es importantísimo en la vida de cualquiera para alcanzar metas y progresar. La suerte es un impacto, un golpe, pero nadie (ni el mayor heredero ni el mejor enchufado) puede triunfar ni mantenerse en una posición exitosa sin determinación, capacidad y toneladas de sacrificio.
Los que critican los éxitos ajenos son en el 99% de los casos envidiosos: personas frustradas por su falta de arte, valentía o simplemente por su desidia.
¡Sí! la vida es injusta, no todos partimos de las mismas posiciones en la carrera, ni con los mismos recursos; la propia Verstrynge salió del privilegiado Liceo Francés y pudo cursar sus abundantes estudios en París y Munich (Alemania). Para azote de algunes, salió agraciada y estilosa y posó como modelo incluso. Todo gracias al poderío económico, social y cultural de su familia y de ahí, imagino que no lo tuvo demasiado difícil para colocarse en las filas de Podemos, partido ideado por su papi.
Sin embargo, a pesar de lo que sus detractores alegan para denigrar a esta mujer, y a pesar de lo que ella misma dice, refutando el mérito, denigrándose a sí misma y a su propia carrera, el esfuerzo es fundamental para cualquiera.
¿Acaso todos los hijos de políticos llegan antes de los treinta a secretarios de Estado? ¿Culminan todos los burguesitos semejante currículum académico? ¡Venga!
Es verdad que la inteligencia, igual que la belleza o el patrimonio, la posición y el apellido se heredan, pero esos regalos, que distribuye la naturaleza como le da la gana, no podrán conservarse, y pronto se convertirán en cenizas si uno no se esfuerza cada día, y mucho, por mantenerlos y mejorar.
Si no se ponen las pilas y curran, los niños de mamá y papá, no
conquistarán nada, y verán cómo les pasan por delante, otros que
partían de condiciones mucho más difíciles (en teoría)… ¡Que no
todo es el dinero!
Ya pueden colocarte tus padres al frente de la mejor empresa del mundo, que, si eres imbécil, perezoso o mezquino, la llevarás a la quiebra, igual que ninguna belleza heredada se mantendrá mucho tiempo si la beldad no se esmera en adoptar hábitos saludables.…
Por otra parte, no olvidemos que la propensión al cáncer y a los trastornos psicológicos también se heredan, así que analicemos con calma las circunstancias de los demás y las propias antes de emitir juicios que más que profundidad e inteligencia traslucen fracaso y celos.
Y, por supuesto, que “la cultura del esfuerzo produce fatiga y
ansiedad” (Lilith dixit); esforzarse cansa, igual que cuarenta
minutos de cardio, como afanarse estudiando por aprobar una
oposición, igual que el embarazo, el parto y la crianza… Hasta el
sexo ¡tener un orgasmo requiere de un gran esfuerzo físico e
intelectual!…
Y, claro, la meritocracia es un poderoso ansiógeno, ya lo creo, sobre todo entre los que no están dispuestos a comprometerse consigo mismos y luchar por superarse.
Señora Verstrynge, comprendo el uso y abuso de teorías polémicas y originales que tiran por tierra la cultura del esfuerzo, pero le recomiendo un poco de perspectiva. La disciplina y el dominio propio son condiciones necesarias para el éxito en cualquier tentativa humana y debemos promoverlas, si somos responsables, desde los medios y desde la política.
Por el contrario, las diatribas antimérito, no solo le desacreditan a
usted y sus homólogos, sino que desembocan en daño social,
mediocridad pandémica, antiliberal, antiempresa y otra cultura
mucho menos deseable: la de la recompensa inmediata, la del
enchufe, el nepotismo, el chiringuito y la paguita.
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