La ignominia de Garzón el Chico

La ignominia de Garzón el Chico

De pronto, a un zangolitino, Garzón el Chico, de nombre Alberto según
creo, se le ha llenado la boca de espumarajos y ha lanzado una soflama
pestilente nada menos que contra el actual Rey de España, Felipe VI, y
contra su padre, Don Juan Carlos. Una ignominia. El Chico, que
normalmente es un émulo pobretón de el Grande -ese que va rumiando
venganzas por aquí, acá y acullá- se ha permitido vomitar una insidia en
forma de insulto contra los Borbones en general a los que ha tachado
nada menos que de “ladrones”.

Lo ha hecho en un país en que este tipo de ataques al jefe del Estado le  importan una higa al público en general; es más, pasan casi desapercibidos, “son cosas -se suele disculpar- de la furiosa liturgia de los mítines electorales”. En otra sociedad con mayor vergüenza democrática, la Fiscalía del Estado ya se habría excitado (hablo precisamente en su argot) y le habría atizado una querella de no te menees a este sujeto, pero no; aquí la Fiscalía se está ocupando con singular estulticia de permitir que Puigdemont se presente a las elecciones europeas, a pesar de que es un individuo fugado de la Justicia, que perpetró un golpe de Estado en toda regla contra la Constitución más liberal que pueda existir en Nación alguna de la Unión Europea, y que con el dinero de todos nosotros se ha montado un chiringuito en Waterloo en el que, a modo de Vaticano laico y furiosamente catalanista, recibe a todos los siervos que le jalean para que regrese a las andadas y nos arree otro atentado.

Han pasado dos días y que se sepa, que se sabe, nadie desde el
Gobierno de ese monumento a la falsedad que atiende por Sánchez, le ha
pasado un recado a la Fiscalía para que, sin demora, envíe a Garzoncillo,
alias el Chico, a los tribunales. La mayoría de la izquierda aún rebuzna
contra nuestra Monarquía constitucional, salvo, claro está, el perdido
Rubalcaba que se acaba de fugar a un destino histórico y que se ha llevado
a la tumba el secreto de las penurias que tuvo que sufrir para convencer a
su partido, republicano de convicción, para que aceptara, morros
incluidos, la sucesión de la Corona en la persona de Don Felipe de Borbón.

O sea, que nadie espere que la señora Fiscal del Estado defienda a su jefe,
el Rey de España, porque aquí nadie se lo va a pedir; es más, produce
sonrisas generalizadas cualquier ataque a Su Majestad, sea la quema de sus fotografías, o como en este caso, el insulto mordaz y repulsivo. Si este
país tuviera decencia democrática, ahora mismo este Garzoncillo el Chico,
no estaría presentando su credencial como remozado parlamentario,
estaría más bien incrustado en un calabozo a la espera de que el juez
correspondiente le acusara de injurias al Rey (también a su Familia) según
rezan los artículos 490 y 491 de Código Penal que, es verdad, atribuye
penas muy livianas, como máximo dos años de prisión, a quien profiera
imprecaciones contra el jefe del Estado.

Pero a Garzoncillo el Chico, esto le va a salir gratis porque el Rey no tiene quien le defienda. Algunas veces, no muchas eso es lo cierto, este Rey y el anterior, sobre todo último, se han lamentado con mucha prudencia, de la escasa cobertura exterior de la que goza la Corona. Contra el Rey cabe todo y encima no ocurre nada si se le ofende tan gravemente como lo ha hecho el Garzoncillo en cuestión.

Una Nación o un Estado como se quiera que permite asaltos así y no
reacciona es una mierda de Nación y de Estado. Si a usted, lector, o a mí
mismo, algún pendenciero de regional nos insulta, el fulano estaría ya a
cargo de los tribunales, pero no: al Rey, lo repito, no hay quien le
defienda, se le puede insultar impunemente, aunque lo haga un individuo
que, como militante del Partido Comunista, tiene tanto que callar: desde
los crímenes de Paracuellos, al expolio de nuestras riquezas en la Guerra
Civil. Aquellos pistoleros sí que eran ladrones. Como el Maduro actual. Ese
sí que ha robado, ese sí que ha matado. Es un asesino. Es el gran referente
político del ignominioso Garzón el Chico y de su cómplice Iglesias.

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