Se hunde el empleo

Empleo España

Los datos de la EPA publicados por el INE muestran un intenso deterioro del mercado de trabajo. No es más que la manifestación de lo que subyace en la economía española, que es una fuerte destrucción de capacidad productiva privada, motivado por un ingente gasto público que actúa como elemento que genera un fuerte efecto expulsión de la inversión privada, al drenar recursos para su financiación, encarecerla al competir por ella, al necesitar el sector público cada vez más recursos, fruto del crecimiento exponencial de su deuda y de la aceleración del déficit estructural español, sin lograr tampoco reducir adecuadamente el déficit coyuntural, disminuido sólo por el incremento recaudatorio debido a la inflación. Junto a ello, una inseguridad jurídica creciente -comportamiento populista, impuestos específicos para determinados sectores, comportamiento poco responsable, como el colofón que vemos estos días sobre el desistimiento del presidente del Gobierno de sus funciones durante cinco días-. Todo ello, desanima la inversión, hace reducirse la actividad económica y perjudica al empleo.

Eso termina manifestándose, más tarde o más temprano, y si no lo ha hecho antes se debe a que el Gobierno ha contado con la suspensión de las reglas fiscales para poder gastar de manera exponencial, pero la política económica aplicada, más allá de emplear el gasto para mantener la economía artificialmente viva, no tiene nada: ni una reforma estructural que dinamice la economía, ni una señal de seguridad y confianza, ni un gesto para atraer inversiones. Nada de nada.

Eso ha provocado que la inversión siga sin recuperar -pese a la modificación de casi un punto del PIB de 2021 en la revisión que hizo el INE- los niveles previos a la pandemia; que el consumo se estanque; que la inversión extranjera descienda. Y esa menor actividad termina por aflorar en el empleo, que es un indicador retrasado, pero que termina por recoger el efecto de la actividad, pues si desciende la actividad económica se necesita menos cantidad de factores productivos, entre ellos, el empleo.

Eso se refleja en los datos de la EPA de este primer trimestre, donde se destruye empleo con intensidad, sube el paro y cunde el desánimo, como muestran unos datos que son malos. Pese a que este trimestre recoge el efecto de la Semana Santa, al celebrarse este año a finales de marzo, se destruye empleo, de manera que se pierden 139.700 puestos de trabajo en términos intertrimestrales, el peor dato en diez años, con la excepción de 2020, en pleno cierre de la actividad económica por la pandemia, es el peor dato de empleo intertrimestral de un ITR desde 2014, siendo el empleo privado es el que se lleva la peor parte, al perder 114.000 empleos.

Asimismo, el empleo disminuye en todos los sectores, con especial fuerza en los servicios, el principal sector de la economía, al tiempo que el empleo que hay se reparte, ya que disminuyen el empleo a tiempo completo -casi en 200.000 personas- y aumenta el empleo a tiempo parcial.

De la misma manera, sube el paro en 117.000 personas, también el peor registro de un primer trimestre desde 2013, con excepción de 2020, en plena pandemia. Sube el paro en todos los sectores, también es en servicios donde lo hace con más fuerza, y la tasa de paro se eleva en medio punto, hasta el 12,29%. Junto a ello, cunde el desánimo en la población. Ante el empeoramiento de la expectativa de encontrar un empleo, muchas personas dejan de buscarlo, de manera que se reduce el número de activos en 22.700 personas intertrimestral. Este desánimo afecta, principalmente, a las mujeres, donde la población activa se reduce en 47.300 personas.

Por tanto, desgraciadamente, malos datos, que no son más que el resultado de una política económica equivocada, que incrementa el gasto público, déficit y deuda, hecho que expulsa a la actividad económica productiva, ahuyenta inversión extranjera, genera inseguridad jurídica, destruye empleo y desanima a la población para buscar un puesto de trabajo. Esto no es más que el reflejo inicial del daño estructural que se ha infligido a la economía española en el último quinquenio con dicha política económica.

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