Hipocresía, indolencia y bromitas

Dalai Lama

Se lo digo a mis hijos adolescentes cuando se excusan con lo de «era broma» o el «fue sin querer»: cuando una persona hace daño sólo hay dos opciones, o es malvada o es torpe. El Dalai Lama, en el mejor de los casos, porque resultaría un atenuante, tiene problemas cognitivos serios (como Biden) y debido a ellos se conduce de manera tan inapropiada (utilizo este adjetivo desnatado por el respeto que me merece la senectud).

Y claro, tratándose de un cargo el suyo, vitalicio y cuasi sagrado, su «oficina de prensa» atenazada por el temor y el temblor, que un sudor se le viene mientras otro se le va, vive esparciendo comunicados de disculpa a diestra y siniestra tan absurdos e inaceptables como el último: ¿era broma?

Sí, el mejor de los escenarios es aquel en el que el Dalai Lama no anda muy fino de sus funciones mentales y psicológicas, porque si no es así, que me perdonen sus millones de adoradores, si está en plenas facultades y es un hombre con un CI funcional, sus actuaciones obedecen a un psicópata de cómic.

Hace unos años una periodista le preguntó si habían pensado en la posibilidad de una futura Dalai Lama mujer, a lo que Tenzin Gyatso, que es el décimo cuarto líder espiritual del Tíbet respondió, mientras de él se esperaba una respuesta ascética, eminente, sabia y noble, algo así como: «Si es guapa…».

La entrevistadora reaccionó a tan grosera y rancia cosificación de las mujeres, a lo que el Dalai Lama respondió sonriente que «la apariencia también es importante».

Su oficina, como de costumbre, emitió un comunicado lamentando que su santidad hubiera podido ofender a alguien sin pretenderlo en absoluto, pero no contento, en 2019 reincidió en la BBC y al ser consultado sobre una reencarnación femenina, dijo riéndose que de no ser guapa «la gente preferiría no verla…» y que «debería maquillarse mucho». ¿Otra broma?
Los psiquiatras que conozco se ponen de acuerdo en una cosa: ¡mucho cuidado con las bromas! Apreciados lectores, cuando alguien hace una broma, nos está diciendo la mayor de las verdades, pensando que no nos vamos a dar cuenta, o algo peor, sin darse cuenta ellos mismos de la verdad que están revelando. La mayoría de las personas baja la guardia en las bromas, por eso debemos recogerlas, porque es cuando los otros dejan de enviarnos sus artefactos falsos y enlatados (sus conductas sociales aprendidas para ser aceptados) y nos muestran quienes son y lo que llevan dentro.

Yo por eso nunca he sido de «bromitas», ni me fío un pelo de las bondades de los «bromistas» como el Dalai Lama.

Es inexplicable, ahora que conocemos sus chirigotas, pero el Dalai Lama asumió con 15 años todo el poder político como jefe del gobierno tibetano, coincidiendo con la invasión china; recibió el Nobel de la Paz en 1989 por su resistencia al uso de la violencia en la lucha para recuperar la libertad del Tíbet. Con sus gafitas y su espiritual atuendo burdeos, ha sido merecedor de decenas de premios, medallas y distinciones por todo el mundo.

Me pregunto qué opinarán los que le otorgaron todos esos reconocimientos al ver el video donde besa en la boca a un niño, y ante su rechazo y desconcierto le pide que le succione su vieja lengua no tengo adjetivos que asco.

Sólo diré que la reacción a semejantes imágenes que llevo días esperando me parece desconcertante por insuficiente y que revela una hipocresía y una indolencia intolerables por parte de la humanidad. Es como si a nadie le importara que un señor abuse en público (qué ocurrirá en privado) de un menor. ¿Y si en vez del idealizado Lamita (el budismo es trendy) un líder cristiano internacional, por ejemplo, el Papa hubiera pedido a un chaval que le chupe la lengua después de besarle en la boca?

Reventaría el universo hasta ahora conocido, Twitter estallaría, famosos y artistas del planeta entero se rasgarían sus frágiles vestiduras para solicitar justicia. Políticos, periodistas e intelectuales denigrarían el cristianismo en televisión y lo condenarían y arrinconarían para siempre. Pero aquí se trata del amado (por la farándula) Dalai Lama.

Por supuesto, la incansable oficina de prensa, imagino que después de tomarse un centenar de lexatines con Jäger, en un comunicado publicó lo siguiente: «Su Santidad a menudo se burla de las personas que conoce de manera inocente y juguetona».

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