Han cambiado a Dios por ‘la nació’

Cataluña
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Cataluña ha sido durante siglos una tierra de profundas raíces católicas. Las muestras de enraizamiento religioso de la sociedad catalana han sido constantes hasta que el nacionalismo se apoderó del fervor cristiano de una buena parte de los feligreses, que han cambiado de fe. La conocida consigna del obispo nacionalista Torres i Bages que está esculpida en la fachada del monasterio de Montserrat (“Cataluña será cristiana o no será) ha mutado para el soberanismo excluyente en “Cataluña será separatista o no será”.

De ahí que un buen número de jubilados alrededor de Cataluña se dediquen en estas fiestas a cantar villancicos dedicado a los exiliados y a los presos políticos y a pedir, no que nazca el niño Jesús para redimir a la humanidad, sino que llegue la República que lo va a sanar todo. Han cambiado a Dios por la idolatría de la nació, a la Virgen María por la República y a la estrella de Belén por la estelada. La nueva comunión no está basada en el pan y el vino redentor, sino en las papeletas con el sí a la independencia en las urnas que la Generalitat diseñó para el 1 de octubre. De hecho, han cambiado hasta de profetas, y los doce apóstoles del separatismo son personajes de la calaña de Carles Puigdemont, Oriol Junqueras o Toni Comín.

Esta mutación de la fe religiosa en la adoración de la nació lleva, año tras año, a que en Semana Santa se organicen procesiones en pueblos de la Cataluña rural con pasos en los que se pasean urnas de la consulta ilegal del 1 de octubre como si fueran santos o vírgenes. Sin olvidar a los sacerdotes-propagandistas que se han dedicado a colgar en los campanarios de iglesias románicas banderas esteladas o imágenes del Rey Felipe VI cabeza abajo. O que haya templos presuntamente católicos con propaganda secesionista en el altar.

Cuando en la fachada de una iglesia se sustituyen los mensajes de solidaridad por pancartas con propaganda política separatista, como por ejemplo pasa en la popular parroquia de Sant Medir en Barcelona, es que lo religioso cada vez importa menos y lo que importa a muchos sacerdotes y feligreses secesionistas es la idolatría de esa nació fantasmagórica que busca la pureza de raza excluyendo a la mitad de los catalanes que no comulgan con el independentismo.

Por eso el separatismo se atreve a apoyar a un cura separatista que, en la localidad barcelonesa de Cardona, no cumplió ni la última voluntad de una feligresa que solo pidió que la misa de su responso fuera en español y acabó dándola en catalán ante la sorprendida mirada de la familia. Por suerte, reaccionaron y ante esta falta de respeto tuvieron la dignidad de llevarse el féretro de la iglesia y dejaron al sacerdote con la palabra en la boca. ¿Pero cuántas veces se habrán vivido hechos similares en Cataluña, y los familiares, por no molestar o no crear polémicas, habrán callado y bajado la cerviz ante un cura separatista?

Y es que buena parte de la Iglesia catalana, ante la pasividad de la Jerarquía, está dominada por unos sacerdotes fanáticos que han cambiado los evangelios por las memorias de Puigdemont o la biografía de Junqueras. No son religiosos, son activistas radicales a los que no importa los sentimientos de muchos de sus feligreses, sino la misión que tienen encomendada de adoctrinar en la ‘fe’ en la futura República catalana. Por eso monasterios con siglos de historia, antiguamente respetables, como el de Montserrat, se han convertido en focos de propaganda política dónde lo que menos importa es la difusión de la fe católica, y se dedican a proclamar su fidelidad a la ‘nueva Cataluña’. De ahí que gente que se autodenominan ‘monjes’ son, en realidad, un puñado de fanáticos que se empeñan en construir su ‘nació’ pasando por encima de los derechos civiles de millones de catalanes.

No es de extrañar que Cataluña sea la comunidad con menos asistencia a las iglesias y que haya más concurrencia a los templos que dan misa en español que en catalán. Dada la instrumentación política que el separatismo está haciendo de la lengua catalana, los pocos feligreses que siguen quedando siguen prefiriendo recibir la palabra de Dios leída por sacerdotes que solo quieren dar misa y que no lucen esteladas ni pronuncian proclamas en favor de la libertad de los presos políticos o exiliados. Solo quieren cumplir con su precepto dominical, no que les adoctrinen.

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