Gritemos «V.E.R.D.E» a Pedro Sánchez

Felipe VI está recibiendo muchas críticas en los últimos meses por parte de sectores poco sospechosos de connivencia con aquellos que quieren destrozar nuestra Nación. Cuando no es por la amnistía, lo es por Gaza, porque su discurso navideño es blando o por ir al acto de apertura del año judicial frente al más que imputado fiscal general del Estado. En un momento en el que nuestras instituciones se están degradando por la acción conjunta de Pedro Sánchez y sus aliados separatistas estos ataques a la Casa Real no son la mejor noticia para los que defendemos el orden constitucional.
Les sitúo sobre mi postura sobre Felipe VI: un buen número de españoles que veíamos a la monarquía con mucho respeto, por encarnar la Jefatura de nuestro Estado democrático, pero con cierta distancia por aquello del cargo heredado, tuvimos nuestra epifanía gracias a los golpistas. Algunos, gracias a la actuación de Juan Carlos I durante el 23-F, que convirtió a la monarquía a millones de españoles. Y otros, como es mi caso, gracias a los sediciosos de ERC, Junts y la CUP, cuyo intento de privarnos de nuestros derechos cívicos fue abortado por Felipe VI en su magnífico discurso del 3 de octubre de 2017.
Su inolvidable «no estáis solos» en un momento de profunda desazón cuando parecía que los secesionistas más fanáticos podían ganar la partida, nos reconfortó a muchos y nos dio esperanza. Además, fue el principal acicate para que un millón de ciudadanos llenáramos las calles del centro de Barcelona, de manera cívica y festiva, blandiendo con orgullo la bandera nacional, el 8 y el 29 de octubre. El discurso del 3 de octubre cambió la historia de Cataluña, de ahí que el separatismo fijara a la Casa Real como su gran adversario. Y por eso Pedro Sánchez, en su intento de resucitar el frentepopulismo para seguir en Moncloa, se apunta con sumo placer a desgastar a Felipe VI.
Por eso toca, por convicción y por estrategia, defender al Rey a capa y espada para garantizar que España siga siendo un país democrático que se rige por una Constitución que fue apoyada masivamente por los españoles, y no un Estado fallido dividido en taifas regidas por clanes supremacistas que se reparten el botín y consideran a buena parte de sus habitantes como catalanes o vascos de segunda división. O, directamente, les niegan tal condición para considerarlos apátridas o, lo que es lo mismo en su cosmovisión pseudoracista, españolazos. Recordemos que la invitación a coger las maletas y largarnos de Cataluña es de las primeras cosas que te suelta un separatista cuando le llevas la contraria.
Por supuesto que se puede defender la pervivencia de España como una Nación unida, regida por leyes democráticas y en la que todos los ciudadanos seamos iguales ante la ley y criticar a Felipe VI. Faltaría más. Pero en un momento que no estamos sobrados de símbolos comunes, ante el intento de Sánchez y sus aliados fanáticos de dinamitarlos, conviene cuidar aquellos que todavía se mantienen en pie. Estos partidos rupturistas saben que el primer paso para conseguir sus siniestros objetivos políticos es acabar con la Casa Real. Después vendrá el desmantelamiento del país para trocearlo en territorios regidos por castas que distinguen entre los «nuestros» y los «desafectos», entre los «auténticos catalanes» (o vascos, o gallegos, o…) y los «colonos». Los primeros tendrían todos los derechos políticos y los segundos serían invitados a coger los bártulos y abandonar la ‘República’ catalana, vasca o la que sea menester.
Si defiendo a Felipe VI, no es porque crea en un país de sangre azul y cuentos de hadas, es que quiero defender la condición de España como Estado democrático y de derecho en el que todos los españoles somos iguales ante la Ley. Y creo firmemente que la Monarquía constitucional que tenemos en la actualidad garantiza nuestras libertades. Y quiero defender a la princesa Leonor porque ha sido educada en estos mismos valores, y porque estoy convencido que desarrollará, con honor, su tarea de representar a la democracia española en todo el planeta. De ahí que me salga del alma, cada vez que veo a Pedro Sánchez haciendo el ridículo en el Congreso de los Diputados o en una cumbre internacional, gritar con fuerza «¡V.E.R.D.E!». O, lo que es lo mismo, «viva el Rey de España».