Una gripecilla de nada

Una gripecilla de nada

«Los liberales no se han dado cuenta de que el alarmismo tiene consecuencias muy graves. Esto va a ser una enfermedad que en abril se nos habrá olvidado» sentenciaba el periodista Fernando Berlín en La Sexta, cuando hace apenas un mes se tuvo que anular el Mobile World Congress de Barcelona por un motivo que el también periodista Ferreras definió con estas palabras: “No hay una razón médico sanitaria. El miedo es poderoso”, sentenció. Pero no fueron ellos solos. Todos los políticos de izquierda y extrema izquierda, todos sus periodistas afines y todos sus simpatizantes en redes sociales han estado hasta hace dos días repitiendo la milonga de que el coronavirus es como una gripecilla de nada. A Berlín y Ferreras hay que sumarles los Jordi Évole, Ana Pastor, Julia Otero, Risto Mejide, Ignacio Escolar, Susanna Griso, Antonio Maestre, etc. Todos han contribuido a propagar la enfermedad hasta convertirnos en una potencia mundial en coronavirus, porque su prioridad era obedecer las órdenes de un Gobierno socialcomunista que no podía permitir que se le fastidiara el gran jolgorio de un 8M que han convertido en la megafiesta de la extrema izquierda.

Y entre todos consiguieron engañar a muchas personas de buena fe que, tras escuchar mil veces el discurso único de la gripecilla -incluso en boca de supuestos expertos, científicos y responsables de departamentos de salud-, llegaron a creerse esa mentira que, por repetirse tantas veces no se va a convertir en verdad. Pedro Sánchez ha construido toda su carrera política sobre las mentiras. Se fabricó un currículum falso con estudios y doctorados de pacotilla, se aupó a la secretaría general del PSOE engañando a sus militantes y se encontró con el asesor áulico Iván Redondo, que sabía cómo sacar provecho a las patrañas manteniendo la cabeza bien alta, sin rectificar ninguna cuando lo pillaban, arrasando con todo. Y en el peor momento imaginable coincidió que los intereses del embustero Cum Fraude coincidieron con los del segundo mayor mentiroso de España, el comunista machista y ambicioso Pablo Iglesias al que tampoco le importa nada ni nadie con tal de satisfacer su ambición personal. Y entre falacias, bulos y paparruchas se montaron un Gobierno de extrema izquierda gracias a golpistas y proetarras, al que la verdad le importa un comino.

Pero tarde o temprano el pueblo acaba viendo que el emperador está desnudo y la verdad se impone por encima de sus trucos de embaucadores baratos. Y la verdad es que los datos de países como China, Corea o Italia, que habían empezado a sufrir esta pandemia antes que España, estaban ahí. Y no hacía falta ser ni científico ni experto para ver que este virus no era “una gripecilla de nada”, como todos repetían para que no se les fastidiara su fiesta. Cualquiera que supiera interpretar un simple gráfico o comprender una serie matemática veía la que se nos venía encima. Otros periodistas, casualmente no de extrema izquierda, llevaban desde enero difundiendo en España la información internacional que los palanganeros patrios ocultaban, pero se reían de ellos llamándoles alarmistas.

Desde hace dos meses se sabía que los hospitales iban a colapsar, que no habría camas ni respiradores suficientes para todos los infectados, que los sanitarios enfermarían y habría que tener previsto cómo sustituirlos, que se agotarían las mascarillas, los guantes y los desinfectantes, que morirían miles de ancianos con patologías respiratorias preexistentes, pero también muchos jóvenes sanos. Hace dos meses ya se sabía lo que iba a pasar y se debieron empezar a tomar las medidas necesarias, dotando a nuestra sanidad de los medios que ahora faltan. Encerrarnos en nuestras casas era inevitable, se podía haber hecho antes del 8M salvando miles de vidas o después, provocando que la infección se desbocara. Pero nos gobierna un mono con dos pistolas, un psicópata mezquino, egoísta, fatuo, incompetente e insensible al sufrimiento ajeno, sin más interés que su propio egoísmo.

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