Gorrina campaña socialista contra Olona y Maroto

Olona Maroto
Gorrina campaña socialista contra Olona y Maroto

En menos de siete días, los zarrapatrosos fontaneros de La Moncloa obligaron a la alcadesa de Salobreña, una pobre gregaria de apellido Rufino, a desdecirse de su primera decisión y borrar del mapa electoral, vía empadronamiento, a la candidata de Vox, la brillante abogada del Estado, Macarena Olona. Rápidamente, la más analfabeta de la congregación socialista, ¡que ya es decir!, Adriana Lastra, llamó a sus medios de propaganda y agitación para lanzarse sobre la yugular de las «derechas» en general, de Vox en particular y de Olona concretamente, y así, sin despeinar su cardado de los sesenta, acusar a la diestra de «no respetar las leyes». Lo hizo, según su costumbre utilizando su lenguaje de favela porque ella está para eso, para obedecer a su preboste, Pedro Sánchez Castejón, y vomitar exabruptos allá por donde acude. Es tan ágrafa y reducida la señora, que ni siquiera para esta cuestión se ató prudentemente los machos y se cuidó de no meter demasiado la pata. ¿Por qué? Fácil: porque dime de qué hablas y te diré qué ignoras.

Fíjense qué historia. Resulta que en las elecciones generales de 2011 pretendió presentarse por la circunscripción de Valencia la entonces vicepresidenta del Gobierno, Teresa Fernández de la Vega. Ella era de hecho una «paracaidista» de manual: en otra ocasión fue diputada por Jaén, 1996-2000; en la siguiente posterior, 2000-2004 por Segovia; y en 2004-2008 por Madrid. Tres plazas diferentes. Sucedió que la móvil parlamentaria, acuciada por su jefe, Zapatero, pensó que los resultados socialistas por Valencia serían mejor con ella de cabeza de lista y, ni corta, ni perezosa, con una desvergüenza descomunal, se censó en una barraca en ruinas de su familia franquista (su padre fue un protegido del falangista Girón de Velasco) con el consiguiente escándalo levantino. El caso fue denunciado en la revista Época por este cronista, entonces director de la publicación, y la señora Fernández, usando para un asunto particular a la Abogacía de Estado, demandó al firmante por «derechos al honor». Perdió estrepitosamente el caso con el agravante de que en las dos instancias judiciales del proceso, quedó claro que Fernández, ella sí, se había censado en la chabola contra todas las luces de la razón jurídica.

O sea, la «paracaidista», hoy nada menos que presidenta del Consejo de Estado, fue la antecesora, ella fracasada, de estas piruetas electorales del PSOE que no ha querido reconocer la citada Lastra. En el caso de Fernández, la Junta no quiso ampararla porque ni una sola noche había pernoctado con los murciélagos en la barraca; pero en el de Macarena Olona, ha sido el Ayuntamiento socialista quien, en contra de sí mismo, le ha negado el padrón. Es una diferencia útil. Ahora mismo, el Gobierno del todavía presidente Sánchez la ha emprendido también con el reelegido portavoz del PP en el Senado, Javier Maroto, representante por Castilla y León en la Cámara Alta. En la voracidad indigente del PSOE, el ministro Bolaños (“¡Qué peligro tiene este hombre!”, me decía hace unas fechas alguien que en el Banco de España le conocía muy bien) ha querido violentar agresivamente la realidad ocultando que Maroto está perfectamente censado en la localidad segoviana de Sotosalbos ,como en su día fue arbitrado por la instancia correspondiente. Ya la Junta Electoral Provincial ha rechazado la impugnación de la candidatura de Olona, pero aquí, tras la resolución, la rabiosa izquierda del país no se va a quedar quieta. Si no puede con la Justicia, se refugiará en sus medios (Prisa ya está totalmente asolada por los carteros de Sánchez) para arremeter contra la candidata, contra su partido y naturalmente contra las derechas que, según avientan los sondeos, le van a comer la merienda al PSOE corrupto de Andalucía.

De primera mano sabemos todos los que nos dedicamos a este menester de la crónica política que esta campaña emprendida contra la candidata granadina y el portavoz Maroto, es sólo el principio de una saga de tropelías que se están urdiendo en la factoría tóxica de La Moncloa. Hoy mismo, interesa tapar con estas fechorías la de los espionajes propios y asociados que le han asaltado a Sánchez en el Parlamento de la Nación Española. Pero el sujeto en cuestión no revela quién es esa entidad ambiguamente «externa» a la que el peón de brega Bolaños denunció como responsable de haber pinchado el teléfono de su jefe y el de la depauperada Margarita Robles. Su artificio arrabalero es tirar siempre de una forzada hemeroteca para asegurar que los tales ejercicios de espionaje tienen su origen en el franquismo y que él ha sido víctima de un ejercicio siniestro que le ha perjudicado más que a nadie. ¿Es su cómplice del presente, Marruecos, quien ya tiene sus almacenes los secretos de Estado, los famosos gigas que, si creemos a Sánchez -algo que no recomiendo- le han birlado los agentes de Pegasus? Ni palabra.

Lo de Olona y Maroto ha sido sólo el inicio de la campaña sucia, de chabolistas caraqueños, que van a cumplimentar Sánchez y sus cómplices leninistas para intentar que su prevista hecatombe de Andalucía se quede en una derrota digerible. No hace demasiado tiempo que un consejero de Juanma Moreno relataba al cronista que le han investigado hasta el color de los calzoncillos esperando encontrar en ellos cagarrutas para consumo político. Quedan 23 días para las elecciones andaluzas y la mafia socialista que cuenta en la región con los dineros que robó a los parados de los ERE, va a embarrar el terreno hasta convertirlo en un lodazal. No se engañen: la patraña contra la buena candidata Macarena Olona no ha sido más que el embrión de lo que preparan Sánchez y sus cómplices soviéticos de Podemos. Olona ha sido únicamente el primer escarceo de la guerra sin límites, ni reglas, que están urdiendo estos fulanos.

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