Un Gobierno irresponsable e incompetente

Un Gobierno irresponsable e incompetente

Este año, 2020, está resultando un año aciago en todo el mundo debido a la propagación del coronavirus, especialmente en España, donde ha habido un mayor número de fallecidos por cien mil habitantes que la media y donde la economía está cayendo más que la media. Este peor comportamiento no es fruto de la casualidad, sino de haber optado por unas políticas y medidas o por otras, de manera que depende mucho del buen hacer de los gobiernos el que se pudiese frenar la expansión del contagio, que hubiese una reacción rápida que impidiese recurrir a la dureza de un cierre productivo total, que se trazasen planes para poder reaccionar en un segundo momento tras aprender de lo sucedido en primavera, y que se lanzasen mensajes que generasen seguridad jurídica, certidumbre y que hiciesen atractiva la atracción de inversiones extranjeras, el impulso empresarial nacional y el consumo.

Pues bien, los resultados en España sólo pueden calificarse de desastrosos, debido a que tenemos un desastre de Gobierno; es más, tenemos un Gobierno irresponsable e incompetente, que se negó durante casi dos meses a tomar medidas suaves y rápidas que habrían evitado un contagio tan elevado como el de primavera, que habría impedido el colapso sanitario y, por tanto, habría habido muchas menos víctimas mortales y habría evitado el descalabro económico. Sin embargo, el presidente Sánchez optó por lo fácil tras fallar en la anticipación. Con la solución medieval del encierro, al tiempo que suspendía muchas de nuestras libertades fundamentales, destrozó el tejido productivo español, con un millón de empleos menos en los primeros diecisiete días de estado de alarma, y se dedicó a la propaganda.

Tras decaer el estado de alarma, desistió de su responsabilidad y dejó a las regiones desnortadas, sin capacidad jurídica para actuar e incentivó que hubiese diecisiete normativas distintas, en un paso más en la descoordinación de la gestión de esta doble crisis, sanitaria y económica. Con ello, se fue de vacaciones y tras ellas ha regresado para decir que la responsabilidad es autonómica y que él se limitará a apoyar los estados de alarma regionales que le pidan las Autonomías. En materia escolar, a pocos días del comienzo del curso, las indicaciones dadas son vagas y confusas, sin contenidos elaborados que sustenten las decisiones. En universidades es peor, pues ni siquiera se sabe qué propone el ministerio del ramo ante el nuevo curso.

Esto es fruto de un Gobierno irresponsable e incompetente. Es incompetente porque ha demostrado ser una calamidad en la prevención de la expansión de la crisis sanitaria, porque ha hundido la economía -y más que lo va a hacer con sus medidas que no generan certidumbre- y porque no ha sido capaz de elaborar ningún plan para actuar ante distintas circunstancias.

Y es irresponsable porque ha desistido de sus funciones y se ha marchado de vacaciones. Nada tiene de malo que los gobernantes se cojan vacaciones, pero la responsabilidad del puesto que ocupan les obliga a quedarse sin ellas en una circunstancia excepcional, como la actual, no por demagogia, como en el pasado vimos hacer a algún político regional, que presumía de no descansar nunca, sino para poder reaccionar rápidamente en una circunstancia adversa. Es más, podría haber tenido vacaciones si hubiese aprovechado el tiempo del período comprendido entre el inicio del estado de alarma y finales de julio, donde debería haber podido realizar test masivos a la población, que habrían podido acotar la expansión de la enfermedad o ver cómo afectaba en agresividad en esos momentos, de manera que habría servido para su mejor estudio, comprensión y tratamiento; podría haber tenido listo un plan de reactivación que hiciese útiles los fondos que la UE le ha concedido a España, en lugar de lanzarlos en grandes proclamas medioambientales que no es lo que más urge ahora mismo; podría haber diseñado un plan educativo para el curso escolar y universitario, que garantizase que este curso no vaya a ser otro curso perdido; y debería haber sido rápido para asegurarse la adquisición suficiente de vacunas en cuanto estén disponibles.

Debería haber hecho todo eso además de contar la verdad: que hay muchos contagios, en gran parte porque se hacen más test que antes, pero que el porcentaje de fallecidos es mucho menor y que no parece que haya riesgo de colapso sanitario, que es lo que multiplicó por cinco o por seis las muertes; que hay más entendimiento del comportamiento de la enfermedad, de forma que sanitariamente se puede combatir mejor; y que, por tanto, sin bajar la guardia y con toda la prudencia del mundo hasta que haya vacuna, hay que recuperar la normalidad sin adjetivos, con prudencia pero sin pánico, porque, si no, el drama del desempleo va a ser de una magnitud desconocida desde la Guerra y eso va a ser mucho peor que el virus.

Sin embargo, como decía hace unos días en otro artículo en Okdiario, el Gobierno ha adoptado la actitud de la hormiga, la irresponsabilidad, mientras ha dejado claro que sus aptitudes hacen que sea un incompetente.

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