Un gobierno estable para una coyuntura explosiva

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El presidente del PP, Mariano Rajoy. (Foto: AFP)

A los que se quejan de que puede que nos obliguen a pasar por las urnas por tercera vez en menos de un año, les salgo sistemáticamente con la misma cantinela: «Tienes razón pero no olvides que en este país hace 40 años no se podía ni votar». Y, además, qué narices, uno está bien o mal en función de con quién se le compare. Los belgas, que tampoco conforman una nación a tomar como ejemplo precisamente, se pasaron en el cambio de década la friolera de 541 días sin gobierno. Las elecciones se celebraron en junio de 2010 y las segundas, las que otorgaron definitivamente la cancillería al socialdemócrata Elio di Rupo, en diciembre de 2011, apenas unos días después de las que auparon a Rajoy a La Moncloa. 

Cualquiera diría que aquella situación de inestabilidad provocó el caos económico. Nada más lejos de la realidad. Todo lo contrario: el país creció más que la media de la eurozona, a un muy apreciable 2%, a años luz de lo que lo hacía la España de Zapatero que en aquellos momentos se hundía con un retroceso del -1%. Cuando diseccionamos los resultados del 20D en Okdiario optamos por un titular que, visto post-match, ha acabado siendo el más acertado: «España ingobernable». Pero no nos atrevimos a vaticinar un Waterloo económico precisamente porque nos habíamos empollado el caso belga. Y en honor a la verdad hay que resaltar que nuestro equipo editorial, liderado por Manu Bravo, dio en el clavo: el Reino de España creció en el primer semestre muchísimo más que nadie en la UE. Un 0,8% en el primer trimestre y al menos un 0,7% en el segundo (las cifras definitivas se conocerán en los próximos días), que suponen las mayores y mejores cifras desde que iniciamos el abandono de ese odioso estado en el que parecía que nos íbamos a instalar per sécula seculórum: la crisis.

Para llegar al standby belga nos queda más de la mitad del camino. Ellos estuvieron sin gobierno 541 días, nosotros de momento vamos por 212. También hay quien sostiene ya, tomando uno y otro ejemplo, que un país está mejor sin políticos y que cuando esta fauna mete la zarpa en la res publica se va todo al carajo o, al menos, las cosas se estropean y en algunos casos sin remedio. Decía el gran poeta yanqui Walt Whitman que «el mejor gobierno es aquél que deja a la gente más tiempo en paz». Una verdad muy obvia que no es precisamente un canto al anarquismo sino todo lo contrario.

Tan cierto es todo lo anterior como que la coyuntura en Europa se puede agravar por momentos. Y ahí sí que será necesario que haya alguien en Moncloa con mando en plaza para poder lidiar al morlaco que el destino nos tenga preparados. Juncker, Tusk o cualesquiera de las decenas de subalternos que tiene la que de verdad manda, Angela Merkel, deberán tener alguien al otro lado de la puerta de Palacio cuando hagan toc-toc en busca de solidaridad comunitaria. Una Angela Merkel que, dicho sea de paso, es la verdadera culpable de lo que está sucediendo en un continente más viejo que nunca. Su indecente diktat ha provocado que estemos tardando en decir auf wiedersehen! a la crisis seis años más que los americanos. Ellos resolvieron su crisis financiera en año y medio con políticas expansivas y nosotros llevamos que sí-que no va ya para siete años. España, por fortuna, no, gracias a un Ejecutivo que antepuso un futuro mejor a una tremenda impopularidad.

Ahora sí que sí. ¿Y por qué ahora es más necesario que nunca un Ejecutivo fuerte? Para empezar, porque hay que consolidar ese perdón bruselense por incumplimiento del déficit. Una sanción que sólo cabría calificarla de impresentable (si se cumple) cuando en la misma UE se ha perdonado la vida a la mismísima Alemania, a Francia e Italia por asuntos tanto o más graves. Entre otras cosas, les han dejado irse de rositas sin rescate bancario particular o financiero global cuando tienen sus entidades hechas unos zorros. Meterle ese zasca al Reino de España supondría tanto como mandar a los exámenes de septiembre al único país que ha hecho los deberes como Dios y los cánones mandan. Y nos añadiría dos décimas de déficit (2.000 millones). Vamos, que se nos endilgaría más déficit por un déficit que, por cierto, es la mitad del que padecíamos hace un lustro. Nadie en Europa y seguramente en el mundo lo ha recortado tanto en tan poco tiempo. 

Un Ejecutivo sólido se antoja también imprescindible para mantener las pensiones y efectuar los retoques que sean menester para que a nuestros mayores no les falte el sustento que se ganaron con el sudor de su frente. Ahí estoy más tranquilo porque tenemos a una ministra de la que se habla poco pero cuyos resultados lo dicen todo: Fátima Báñez. La onubense es una de las culpables, seguramente la gran culpable, de que en este país todavía llamado España se estén creando medio millón largo de puestos de trabajo cada año. Más que todo el resto de Europa junta. Ahí es nada. 

La necesidad de un Ejecutivo con mando en plaza se acrecienta a cada instante, algo que parece importar un pimiento a los que perdieron por goleada el 26J. En cualquier momento pueden caer definitivamente al averno los bancos italianos, mientras los portugueses están a minuto y medio del apocalipsis. Esta nada descartable coyuntura implicará la necesidad de un Ejecutivo con poderes y capacidad ejecutiva suficientes para salir airosos de esta encrucijada del camino. En honor a la verdad hay que decir que España es, sin ningún género de dudas, la nación mejor preparada para hacer frente a un desastre sistémico. Las pruebas se resumen en un PIB que crece al 3,4%, el doble que Alemania (1,7%), cerca del triple que Francia (1,3%), ni más ni menos que el cuádruple que Italia (0,9%) y 40% más que un brexitiano Reino Unido (1,9%) que se puede ir a tomar por todos los vientos tras el gatillazo del tontaina de Cameron.

Cualquier comentario que hagamos al respecto se convertirá en una perogrullada de libro si se desencadena la tormenta del Deutsche Bank, un monstruo que ha perdido en el último año casi el 50% de su valor en Bolsa, que esconde más créditos tóxicos que la suma de toda la banca española y que puede entrar en default de un momento a otro o cuando menos lo esperemos. Todo ello por no hablar de la situación de las cajas alemanas que, por lo que se intuye, dejan reducida la golfería de las españolas a la condición de botiquín de la señorita Pepis. Si se lía la mundial, el guirigay será de tal calibre que ni siquiera frau Merkel lo podrá parar con ese chorreo de guita que tanto le gusta para salvar a propios y que tanto detesta cuando se trata de hacer lo propio con extraños. Las reglas del mercado las fija el mercado, no su santa y siempre inquietante a la par que egoísta voluntad. Lehman Brothers al lado del banco de Francfort es un juego de niños. El agujero de los estafadores neoyorquinos representó el 3% del PIB estadounidense pero el de Deutsche puede ser de proporciones cósmicas, ya que su volumen de negocio se acerca al ¡¡¡100% del PIB germano!!! En fin, que más vale que tengamos gobierno. Y pronto.

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