El fascismo como modo de vida

El fascismo como modo de vida

Como si fueran el remedo de algunos de los peores regímenes del siglo XX, los dirigentes independentistas —captores de la televisión y la radio pública— utilizan los medios de masas pagados por todos los catalanes para adoctrinar con su propaganda separatista. Imbuidos en esta constante de su gestión, apelan por sistema a los más bajos instintos de la audiencia. El último caso de una lista interminable ha tenido lugar este pasado lunes. En un intento deleznable de activar las pulsiones violentas de los ciudadanos, Catalunya Ràdio ha instigado a los catalanes a recurrir a la violencia callejera para impedir que el Tribunal Supremo juzgue al ex presidente de la Generalitat, Artur Mas, y a las excoselleras Irene Rigau y Joana Ortega por los delitos de prevaricación y desobediencia tras sus respectivas participaciones en la consulta independentista del 9N. Esta maniobra habla a las claras de lo que es el nacionalismo en pleno siglo XXI: una interpretación violenta, rancia y arcaica de la realidad política y social que nos circunda. En este particular, además, una mera excusa para hacer de la política un negocio a costa de todos los catalanes.

El Partido Popular hace muy bien en solicitar la comparecencia en el Parlament del director de Catalunya Ràdio. Este tipo de mensajes deberían de estar erradicados de cualquier medio de comunicación. Pero muy especialmente si, como es el caso, éste tiene titularidad pública. Dichos medios tienen la obligación inexcusable de informar, formar y entretener, motivos por los que tienen sus licencias. Caer en la manos de cualquier poder político, muy especialmente si encima enarbola acciones violentas, es inaceptable. Desgraciadamente, no se trata de un caso aislado. La periodista Empar Moliner llegó a quemar una Constitución en un programa en directo de la TV3. Si la riqueza de una sociedad se mide, entre otras cosas, por la disparidad de opiniones en los distintos medios informativos, la catalana vive en la inmundicia ética y moral más absoluta, secuestrada por los independentistas y sus veleidades.

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