Extrema idiocia
Un debate pertinente abierto por la realidad que muestran los datos oficiales en España es el de la creciente inseguridad social que se vive en nuestras calles, fruto del aumento de una delincuencia descontrolada que viene acompañada de una inmigración cada vez más masiva y, sobre todo, ilegal. Esta realidad, negada por unos, silenciada por otros y alterada por los de siempre, la izquierda iletrada agitadora, que ve a sus primos hermanos fascistas en cada defensa del sentido común, empieza a imponerse en un relato que el buenismo de medios y gobierno no sabe cómo frenar.
Los asesinatos de mujeres cometidos por extranjeros no han dejado de incrementarse desde que la igualdad se hizo ideología antes que derecho y ley cuando apenas había hechos. En 2003, los homicidios contra las féminas representaban el 15% en un país en el que no era motivo de discusión el problema, sino fruto de medidas y acuerdos. En 2023, la cifra de crímenes asciende hasta el %50%, después de crear decenas de ministerios, consejerías, secretarías de Estado, direcciones generales, observatorios, asociaciones y otros chiringuitos más con los que la izquierda tranquiliza su conciencia, alimenta el problema, y su bolsillo, y coloca su pólvora ideológica y a sus sectarios soldados, con el plácet de la derecha desidiosa y abdicada.
Si atendemos a las estadísticas oficiales, la mitad de los homicidios lo representa población extranjera, sobre todo africana y, por encima del resto, de origen magrebí. Un porcentaje más que estimable cuando sólo suponen el 12% de la población. Lo vemos cada día, aumentando la frustración de víctimas y población cuando observan la complacencia de gobierno, oposición y quienes deben velar por la seguridad ciudadana con el problema. Es compatible afirmar que esa irregularidad provoca situaciones de inseguridad y no convivencia y sostener al mismo tiempo que no se puede criminalizar a todos los extranjeros por el mero hecho de serlo. Esta diatriba no la entiende la izquierda inquisidora y canceladora, que enseguida enchufa su terror retórico y etiqueta de racismo, ultraderecha y xenofobia a todo lo que suene lógico y sensato. Pero cada vez cuela menos. Como ya afirmó Lincoln, no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo.
La Europa espiritual consagrada a la civilización, que decía Chaves Nogales de la Francia invadida a la que tuvo que marchar, está falleciendo por inanición y reemplazo, y España como epítome de ese experimento social diseñado y creado en los predios donde el globalismo salvaje (no confundir con globalización sensata) celebra sus maitines de control y exterminio poblacional, acabará por sucumbir a la invasión que desde Marruecos se impulsa, con el patrocinio de las ONG taxistas, enriquecidas a golpe de tráfico humano, y los gobiernos y partidos cómplices y complacientes, que confunden vidas humanas con votos cautivos.
Es esta España de tibios, apáticos y acomplejados que aceptan el relato impuesto por la izquierda cínica y millonaria con tal de que no les llamen fachas y ultraderecha el gran problema actual que impide acceder a la solución futura. Los liberales y conservadores que dedican sus días, discursos y reuniones a conseguir ser aceptados por el club progre, es de lo más abyecto y vomitivo de la historia política contemporánea. Cuando los periodistas y políticos liberales o conservadores llaman extrema derecha a todo -lo que es y lo que no- con la misma suficiencia con la que muestran su alergia para denominar extrema izquierda a la extrema izquierda, uno entiende el dominio de la propaganda, superioridad moral e imposición retórica de la hiprogresía. Pedir seguridad en barrios, calles y plazas es lo más liberal que puede haber, pues la defensa de la libertad lleva implícita la exigencia de seguridad para ejercerla.
He llegado a la conclusión de que la izquierda de titular y condena, directores de medios a sueldo del Gobierno sanchista, progresía política y zurderío en general, sólo serán conscientes del problema cuando lo sufran en carne propia. En su extrema idiocia, seguirán considerando, llegado el momento, que el fomento de la inmigración masiva, con la consiguiente nacionalización y mantenimiento a costa de los que producen, con objeto de conquistar votantes futuros, es algo consustancial al derecho internacional. La tozuda realidad es la que dictan, empero, los datos: y es que, para esa idiocia extrema, en gobierno y oposición, en medios y plataformas, los derechos humanos de los contribuyentes apuñalados, violados, robados y asesinados no existen. Esa es la verdad que les desmonta, y la que no se atreven a decir.
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- Pedro Sánchez