Esto es un Estado policial

Esto es un Estado policial

Cuando acabe esta pesadilla, cuando remita la horrorosa pléyade de muertos que ahora nos asola y que no para, cuando la gente pueda acudir a su labor sin guantes, ni mascarilla, y cuando nos podamos abrazar sin miedo, quedará la durísima realidad de una pandemia política y económica de la que tardaremos lustros en recuperarnos y, sobre todo, la certeza de que una época, plagada de altibajos que históricamente hemos bandeado, se ha clausurado. Así de gordo es nuestro panorama. Para ese momento hay dos tipos de anticipaciones; una, la que está ensayando el Gobierno del Frente Popular; la otra, con esto no se puede traficar, la de recuperar la libertad. Verán: en los últimos días Pedro Sánchez y su asociado imprescindible, Pablo Iglesias, han encandilado a los suyos, y agraviado a los demás que somos los más, con ingeniosidades a cada cual más peligrosa y en algún caso concreto, incluso más cómica. Han amagado con controlar nuestros móviles para tenernos a todos fiscalizados como si fuéramos púberes revoltosos. A esta añagaza totalitaria le han llamado primero “geolocalización personal”, pero como fuera que medio país se les ha echado encima, ese converso furioso que atiende por Marlaska. ha suavizado en el envite sustituyendo el adjetivo; ahora denomina esa pestilente martingala con el adjetivo de “comunitaria”, es decir, todo el personal situado en el apresto del poder.

Al tiempo, han lanzado un globo sonda que es un auténtico atentado a la intimidad humana. Se trata de que, llegado el caso (y el caso podría llegar en cualquier momento) la Policía estaría facultada para hurgar en nuestra información médica individual, lo que, casi desde Hipócrates, se ha rotulado como historia clínica, anamnesis si queremos ponernos científicamente presuntuosos. El vacilante, demacrado a inane ministro de Sanidad, Salvador Ulla, ha querido justificar la tropelía en aras de conocer la identidad de posibles infectados del Covid 19, que o no saben que el virus les ha visitado o no perciben si realmente su patología, de haberla padecido, está solventada. Nada parecido se ha hecho desde que los nazis tatuaron a los judíos con la estrella de David, o desde que en los antiguos sanatorios tuberculosos se vestía con batas blancas a los enfermos para que todos supieran que tenían el bacilo de Koch en el cuerpo.

Y aquí no ha terminado le facundia letal de Redondo y su cuadrilla de inquisidores. Se han inventado, como gran especie que debe trascender los siglos, el “Arca de Noé», un trasunto de la iniciativa de aquel personaje bíblico que encerró un individuo de cada especie para sobrevivir a la catástrofe. Illa, el encargado de presentar la estupidez malsana, habló primero de confinamiento para todos los sujetos proclives a la infección o incluso, para los definitivamente armados de anticuerpos antiviriásicos para entendernos. Y, claro, como estos ghettos, estos internamientos forzados, parecieron inadmisibles para los heroicos medios que aún se resisten a la vileza del Gobierno socialcomunista, se echaron a la yugular de los propaladores, también en este asunto matizaron su insidia tildándola sólo de internamiento voluntario. Es decir, al más puro estilo de los que te asesinan que lo hacen siempre por tu bien. “Para que te salves” nos han venido a decir.

Hay más: este periódico ha denunciado la muestra que ha puesto en circulación el Instituto de Estudios Sociales y Avanzados que, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y no sé si todavía de la Junta de Andalucía, se vino dedicando durante toda la pandemia política del socialismo en esa región, a servir de una especie de CIS de Tezanos para los sucesivos ocupantes de San Telmo. Entre las propuestas, ya se sabe, que hacen los programadores de esa entidad, se ofrece la de declarar nada menos que el “toque de queda” como si estuviéramos pegándonos otra vez con los franceses, pongamos por caso. El Instituto estuvo de siempre trufado de socialistas, y a su pervivencia en el poder se dedicó su director durante años, el antiguo marido de la vicepresidenta del Gobierno -parece que todavía lo es- Carmen Calvo. Todo indica que el Instituto aún no se ha enterado de quien gobierna ahora en Andalucía.

Y hay ejemplos mil para exponer los hitos del estado policial que perpetra Sánchez y su asociado leninista, Pablo Iglesias. Este no defrauda; en su última entrevista en un digital de ultraizquierda, ha advertido al peligroso “neoliberalismo” que vaya entonando el canto del cisne, que llegan él y sus estatalistas que convertirán a España en una sucursal mediterránea de Maduro. Ese es el fin, los medios mentir con la martingala buenista y envenenada de los Pactos de la Moncloa. Contra todo esto solo cabe una alternativa: el día en que nos despojemos de nuestras mascarillas, deberemos acudir en masa a las urnas para expulsar a estos españolicidas a las tinieblas exteriores. Antes de que, de verdad, impongan un estado policial en el que no habrá más destino que un penal.

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