¿Está ya todo perdido entre Trump y Musk?

Sabemos por Blade Runner que la llama que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo, y el bromance entre Trump y Musk ha sido tan público como intenso. Hace no tanto, el pasado febrero, el multimillonario neurodivergente compartía con el planeta tierra sus sentimientos por el presidente en este inflamado tuit: «Amo a @realDonaldTrump tanto como un hombre heterosexual puede amar a otro hombre».
Y de ahí ha pasado a acusar al presidente de ser un pedófilo y este a llamarle al sudafricano «Musk el Mediocre» y a acusarle de ser adicto a la ketamina.
Pero Musk puede recurrir a uno de los más viejos reproches del desamor: has cambiado, Don; ya no eres el mismo. Y tendría razón. Uno podría pensar que alguien estuviera haciéndole chantaje al presidente y ganas dan de pedirle por X (o Truth Social) que parpadee dos veces si le tienen secuestrado y está actuando contra su voluntad.
Porque últimamente está haciendo cosas que se dan de bofetadas con su programa. Si en sus primeras semanas nos sorprendía hasta qué punto podía cumplir promesas electorales en un blitzkrieg de decretos, en estos meses todo se ha torcido.
Es como si hubiera regresado la Maldición del Estado Profundo que le mantuvo atado de pies y manos en aspectos clave durante su primer mandato. Ahora le vemos jugueteando con el nation building à la Bush en Oriente Medio, anunciando un sistema de supervisión y vigilancia de alta tecnología a modo de Patriot Act 2.0 y, sobre todo, jaleando un «Proyecto de Ley Grande y Hermoso» (Pedro Sánchez debería copiarle la nomenclarura legislativa) que supone un aumento del gasto público que hundiría aún más al país en una esclavitud de deuda inasumible, una especie de antiDOGE.
Pero quizá no sea que ha cambiado, después de todo. Quizá sea solo que se ha dado de bruces con el irresoluble dilema al que se enfrentan hoy todas las democracias avanzadas: una necesidad imperiosa y urgente de atajar el déficit público antes de que todo salte en pedazos en una crisis de deuda monstruosa, unida a la constatación de que cualquier medida mínimamente eficaz para lograrlo es políticamente suicida.
Los recortes del DOGE, que meten mano a partidas tan absurdas que claman al cielo, no solo han encontrado la oposición cerrada de una judicatura politizada y financiada en buena medida por Soros y de parte de los propios legisladores republicanos. Ese pork que denunciaba Musk es el lubricante de la política americana, atraer gasto estatal hacia los distritos que representa cada senador o diputado. Pero es que, además, son gominolas, el chocolate del loro. Recortar por donde están recortando está muy bien, es necesario, pero es el chocolate del loro. Es como si un tipo arruinado, endeudado hasta las cejas en millones, elimina la manicura para ahorrar.
Anoche, la noche que vivimos en vilo el fin del affair, pudimos ver hacia el final débiles indicios de una posible reconciliación. Trump escribió en su red social un comentario -con su idiosincrático uso de las mayúsculas- que parecía rebajar el tono: «No me preocupa que Elon se revuelva contra mí, pero debería haberlo hecho hace meses. Este es uno de los más grandiosos Proyectos de Ley jamás presentados en el Congreso. Es un Recorte Récord de Gastos, 1,6 billones de dólares, y el Mayor Recorte Fiscal de la historia. Si no se aprueba este Proyecto de Ley, habrá una Subida de Impuestos del 68%, y cosas mucho peores. Yo no creé este lío, simplemente estoy aquí para ARREGLARLO. Esto pone a nuestro País en el Camino hacia la Grandeza. ¡HAGAMOS AMÉRICA GRANDE DE NUEVO!».
Y mientras los aterrados MAGA presenciaban esta violenta pelea entre papá y mamá, y el estratega del Trump de primera hora, Steve Bannon, pedía deportar a Musk y los muskistas exigían un impeachment para colocar a Vance, las aguas empezaron a amainar, muy lentamente.
Musk retuiteaba el comentario en su red de un tuitero anónimo. «Musk actúa por principios. Trump actúa por pragmatismo. Tech [las empresas tecnológicas] necesita por ahora a los republicanos. Los republicanos necesitan a las tecnológicas para el futuro. Que se olviden de los recortes de impuestos, eliminen gastos de intereses especiales y que se apruebe la ley».
Una cuenta que no llega a 150 seguidores hacía una propuesta a Musk para no precipitarse retirándose del proyecto espacial que tiene con el gobierno, y el multimillonario respondía con un «OK».
No sé, llámenme romántico; pero no me extrañaría que en no mucho tiempo estemos leyendo en las cuentas de uno y otro protagonista de esta historia el típico: «Dije cosas que no sentía».