Esquerra, el partido “socialdemócrata”

Esquerra, el partido “socialdemócrata”

Los separatistas catalanes han interiorizado tanto su capacidad propagandística que ya se creen sus propias mentiras y defienden con convicción auténtica y sincera las patrañas más arteras. El último ejemplo, que roza el delirio, nos lo ha ofrecido el ex diputado de Esquerra Republicana en el Congreso Joan Tardà, que en un artículo publicado este miércoles en El Periódico de Catalunya ha definido a su formación como “un partido netamente socialdemócrata”. Han leído bien, los de Oriol Junqueras se consideran “socialdemócratas”, porque ya se sabe que este tipo de formaciones moderadas se dedican todos los días a organizar golpes de Estado en un país democrático y a asegurar, tras su fracaso, que “lo volverán a hacer”.

Por supuesto, los partidos “socialdemócratas” que son un ejemplo para Joan Tardà han tenido en su historia reciente a líderes racistas como Heribert Barrera, que fue presidente de ERC entre 1991 y 1995 y que defendía que “en América, los negros tienen un coeficiente inferior al de los blancos” y que “se debería esterilizar a los débiles mentales de origen genético”. Los “socialdemócratas” actuales también defienden teorías como la de Oriol Junqueras, que en 2008 aseguró que los catalanes tienen más proximidad genética con los franceses que con los españoles; más con los italianos que con los portugueses; y un poco con los suizos”.

Cuando las juventudes de Esquerra, bien acompañadas por los líderes de la información, organizan con cierta frecuencia marchas nocturnas con antorchas no hacen más que seguir la tendencia “socialdemócrata” a organizar este tipo de espectáculos que, al ser “socialdemócratas”, en absoluto tienen reminiscencias fascistas. Y cuando Pere Aragonès y otros dirigentes de ERC aseguran que “España nos roba”, siguen la máxima “socialdemócrata” de solidaridad entre territorios y de apoyo mutuo.

Por supuesto, los partidos “socialdemócratas” de los que forma parte Esquerra, cuando gobiernan, gestionan televisiones públicas como TV3. Medios que cuentan con colaboradores, pagados con dinero público, que en antena o en sus redes sociales dicen “puta España”, “puta Suecia”, “puta Dinamarca” o “puta Alemania” e insultan a los líderes de la oposición y a sus partidarios llamándoles “hijos de puta”. O tienen presentadores de informativos que definen a los delincuentes prófugos de la justicia de su país como “exiliados” y a condenados por sus tribunales como “presos políticos”. Y pagan varios millones de euros a productoras externas para que elaboren documentales y programas de humor político en los que se desacredite el sistema político de sus respectivas naciones.

Otra característica que certifica que Esquerra es un partido “socialdemócrata” es como maneja el Parlament catalán. Ya se sabe que, en Dinamarca, Finlandia o Suecia, países gobernados por formaciones de este corte ideológico, se dan situaciones como las que se vivieron en el Parlament en los llamados “plenos de la vergüenza” celebrados el 6 y el 7 de septiembre de 2017, en los que se pisotearon los derechos políticos de los partidos de la oposición violando la normativa vigente y el propio reglamento de la Cámara. La presidenta entonces era la muy “socialdemócrata” Carme Forcadell, que luce orgullosa su carnet de ERC tras asegurar en 2014  que los seguidores y dirigentes de Ciudadanos y Partido Popular no formaban parte del “pueblo catalán”. Una postura inclusiva muy “socialdemócrata”.

El problema es que aún queda mucho ingenuo en el resto de España que compra la idea de que Esquerra Republicana es un partido de izquierdas, y que puede ser un compañero de viaje de cierto progresismo rupturista. Y hasta que no se den cuenta que ERC es una formación supremacista que desprecia a todos aquellos catalanes no separatistas que se niegan a caer en el tribalismo, seguirán alimentando a una formación cuyo mayor peligro no es que atente contra la unidad de España. Es que es profundamente antidemócrata y totalitaria, tal y cómo ha demostrado con creces a lo largo del procés.

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