España o bancarrota

España o bancarrota

A los independentistas catalanes les sobra soberbia y les falta sentido común. No trabajan, como dicen, por el futuro de Cataluña, sino por hacer de esa comunidad su particular cortijo de caza y recreo aunque ello suponga la bancarrota de la región. Con una deuda de 75.443 millones de euros —el 30% del total de las comunidades—, siguen empeñados en dar pasos hacia delante dentro de un callejón sin salida que desembocará en el próximo 1 de octubre con el intento de referéndum ilegal. Incluso hablan de una Hacienda Catalana. Algo inconstitucional, casi marciano dado el desvarío teórico y práctico que supone. Al margen de lo que deben al Estado, la banca sería incapaz de garantizar los depósitos bancarios en una Cataluña independiente. 

No sólo eso, sino que además serían expulsados automáticamente de la zona euro, lo que provocaría un corralito financiero que ahondaría en la miseria contextual de una de las regiones más endeudadas de España. El Gobierno ha sido claro: «No habrá referéndum, tampoco independencia». No obstante, ellos amenazan con seguir adelante. El conseller de Interior, Joaquim Forn, ha vuelto a amenazar: «Si nos inhabilitan seguiremos trabajando». Buscan una confrontación que justifique el fatuo victimismo inherente a los golpistas. Lamentablemente para ellos, las cuentas son mucho más tozudas que las fantasías de Arcadia y unicornios. Sin dinero, no hay proyecto viable. Sin legalidad, no hay verdad. 

Los instigadores del procés son la antítesis de lo que debería ser un representante público en la actualidad. Recuerdan con su proceder aquel famoso lema del despotismo ilustrado: «Todo por el pueblo pero sin el pueblo». Un principio asentado en las monarquías absolutas del siglo XVIII en Europa y que definía un Antiguo Régimen rancio y autoritario a punto de desmoronarse —como de hecho sucedió a partir de 1789 con la Revolución Francesa—. Absolutismo, justo lo que pretenden los secesionistas con este secuestro territorial, económico y social que persiguen al otro lado del Ebro. Si perseveran en la locura independentista y lo llevan hasta el extremo, el crack económico está asegurado para todos los catalanes.

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