El eslogan que venció a un relato

El eslogan que venció a un relato

Las encuestas y sondeos acerca de la situación política de España y el grado de conocimiento de los españoles sobre nuestro pasado, reflejaron hace años una realidad inquietante: casi el 70% de los jóvenes no sabía quién fue Miguel Ángel Blanco, ni por qué su nombre forma parte de la historia reciente de nuestro país, una historia esculpida con letras de sangre por la canalla terrorista. No es casual este dato. Ha habido detrás una política de Estado connivente con esa felonía. Años de plomo educativo en los que la cortina sobre la verdad se corría con fervor y miedo para favorecer los intereses de quienes alteraron el devenir de España aquel 11 de marzo de 2004. Y ahora no me estoy refiriendo a ETA.

El PSOE, especialista en borrar de los libros todo aquello que no le cabe en la memoria y que no concibe como real, canjeó con los terroristas paz por olvido y armas por escaños, y situó su blanqueamiento en el Congreso, previo exilio de cientos de miles de vascos que huyeron para no volver. Ahora, los hijos de ETA gobiernan en pueblos e instituciones gracias a Zapatero el presuntuoso, un tipo siniestro que va de pacificador de conflictos mientras se llena el bolsillo con la pasta que le sueltan los narcodictadores de Latinoamérica, reunidos en el club privado de Puebla. Fue Zapatero quien convirtió en hombre de paz a Otegi y empezó a situar el relato social de que a ETA era mejor tenerle en los parlamentos que en las calles. Sánchez ha elevado a doctrina de fe tan nausebunda estrategia.

Pero en las últimas semanas, un acontecimiento fortuito ha alterado ese limbo cognitivo sobre la figura del joven asesinado hace ahora veintiséis años. A Miguel Ángel Blanco ya lo conocen aquellos que empiezan a votar y que no sabían quién era ni por qué su nombre se había eliminado de los libros de textos gracias a las leyes socialistas de blanqueamiento. Los ignotos de España ya reconocen al asesino que cercenó el futuro de un inocente. Ahora ya entienden por qué, bajo su injusta esquela, se unió un país miedoso y quebradizo, orgulloso del combate que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado desempeñaban para derrotar a la serpiente totalitaria, hasta que la indecencia de Zapatero los volvió a situar en la escena política.

España vuelve a recordar hoy al joven Miguel Ángel. Y ha sido gracias a la creación y difusión de uno de los mejores lemas de marketing político de las últimas décadas, eslogan que no salió de la mente de ningún asesor a sueldo ni de gurús prefabricados en televisión. Lo hizo un tipo que un día apareció por TVE para decirle a Sánchez lo que los españoles pensábamos de él. Desde entonces, ¡Que te vote Txapote! es la marca registrada que consagró la campaña electoral de retorno al bipartidismo. Y la izquierda se indigna, y el PSOE brama. Pero lo que al sanchismo zapateril molesta, sobre todo, no es ver a la ciudadanía adoptar un lema que ya se canta en bodas y comuniones, sanfermines y ferias populares. Lo que hace supurar de enfado y desesperación al socialismo corruptor y a sus escribas mediáticos es comprobar que a los españoles les sigue importando que se pacte de manera vergonzosa y encamada con la descendencia política de la cochambre asesina. Y que, además, voten en consecuencia porque no admiten ese trágala infame.

Los buenos eslóganes, para cumplir su función, no tienen por qué alcanzar la corrección ética ni la bondad moral, sino ser resonantes, impactantes y recordables. Y este, sin duda, lo es, aunque le moleste a cierta presidenta de asociación de víctimas del terrorismo. Desde el más absoluto respeto, la campaña que la hermana de Ordóñez está impulsando, sobre todo en redes sociales, para que el pueblo no use un lema creado por el pueblo, demuestra que hay síndromes de Estocolmo de diferente gradación. No se le escuchó a doña Consuelo una voz más alta que otra cuando el PSOE metió a los hijos de ETA, matarifes de su hermano Gregorio, en las instituciones. Ni cuando blanqueó a los mismos terroristas que hoy siguen recibiendo homenajes por todo el País Vasco, ante su silencio conforme. No le vimos tan combativa cuando los mismos que provocaron el exilio de sus compatriotas, generando el mayor apartheid ideológico y político desde la guerra de los Balcanes, se negaban a pedir perdón ni redención, mientras los herederos de quienes secuestraban y torturaban a las víctimas, aquellos que asesinaban sin dolor ni compasión, se sientan hoy en el Congreso, con la sonrisa distante y complaciente de ZetaPé.

Ahora se erige en portavoz de todo un colectivo para exigir que se retire un eslogan que retrata la ignominia de un gobierno y la impostura de un partido. ¿La excusa? El dolor que causa a las víctimas. Si hay más dolor en usar un lema que condena la miseria moral de pactar con los que asesinaron y sus herederos que el hecho de asociarse con ellos como socios preferentes, es que hemos perdido humanidad y sentido de la referencia. No, doña Consuelo. ¡Que te vote Txapote! es ya patrimonio de una ciudadanía hastiada, sacudida y menospreciada por ver como su nación la dirigen quienes la odian y pretenden borrar un pasado por interés de un partido cuyos dirigentes prefieren la memoria vacía y el bolsillo lleno antes que la dignidad intacta. Un eslogan que indigne a esos hijos de ETA siempre será un buen eslogan.

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