Los errores económicos del Gobierno
Al presidente Sánchez, la realidad le ha derribado del mundo idílico en el que nos quería hacer creer que vivíamos. Al igual que el presidente Rodríguez Zapatero, ha negado la realidad durante muchos meses y, de nuevo, igual que Zapatero, tras reconocerla busca excusas y viene a decir que la situación no es tan grave. No es que vayamos a ver a Sánchez, a Calviño y a Montero comenzar a hablar, de repente, de brotes verdes; es que no han dejado de hacerlo desde junio de 2020.
En ese empeño por tratar de disfrazar la realidad económica para no tener que hacer reformas que hubiesen preparado mejor a la economía española, han buscado, durante estos dos años, la anestesia del gasto público. La obsesión de Sánchez con mayo de 2010, con Zapatero haciendo perder poder adquisitivo a los pensionistas, al congelarles la pensión, bajando el sueldo un 5% de media a los funcionarios y realizando otros duros recortes, hace que él quiera evitar a toda costa tener que hacer lo mismo. Camino lleva de tener que hacerlo, pero, de momento, la suspensión de las reglas del pacto de estabilidad y los fondos europeos han retrasado la decisión.
Ahora bien, la suspensión de las mencionadas reglas y la llegada de los citados fondos eran para que los gobiernos hiciesen reformas mientras tanto y modernizasen sus economías, las adaptasen a las circunstancias y pudiesen crear una estructura económica más fuerte, que hiciese avanzar la productividad, la actividad y el empleo.
Nada de eso ha hecho Sánchez, porque de reformas no quiere ni hablar, salvo para derogar la reforma laboral y poner en apuros a muchas empresas, como las del sector turístico, a las que arruinará al obligar a transformar en contratos indefinidos a muchos temporales. Sánchez lanza el problema hacia delante, con la esperanza de que dicho gasto público derivado de los fondos mantenga la situación estable, al menos hasta las próximas elecciones generales. Sólo en la actualización del programa de estabilidad las menciona, vagamente, como la de las pensiones, pero sin entrar en detalle. Digamos que son unos párrafos para que Bruselas dé un visto bueno, en el que, para otorgarlo, cada vez será más exigente.
Su inoperancia a la hora de emprender reformas hará que los recortes lleguen por no haber ejecutado tales reformas. ¿Cuándo? Depende de cuánto se enquisten los problemas y de cómo se resuelvan las turbulencias que ahora azotan a la economía, como la guerra de Ucrania, la crisis de suministros o la inflación, donde el BCE tiene que actuar ya, por cierto. Ahora, cuanto más se alarguen los problemas y no se resuelvan, más duras serán las mediadas que habrá que tomar.
Su política de gasto, déficit y deuda sin límites; su querencia por la subida de impuestos; su deseo por el intervencionismo público en todas las facetas empresariales; su error en el sistema de pensiones, al indexarlas, de nuevo, a la inflación, que las pone en auténtico peligro; su retroceso en las normas del mercado laboral; y su absurda política energética, que empobrece España, hacen de la gestión de Sánchez un desastre mayúsculo. Parece que Sánchez, cuando deje la presidencia, legará una situación peor que la que los socialistas dejaron en 1996 y 2011, ya malísimas entonces. Con Sánchez parece que, con estas políticas equivocadas, será todavía mucho peor.