El diálogo como tarea irrenunciable ante el conflicto de VTC y Taxis

El diálogo como tarea irrenunciable ante el conflicto de VTC y Taxis

Contaba con mucha simpatía el gran periodista y escritor Indro Montanelli, en su Historia de los griegos cómo este pueblo creador de la democracia pasaba los siglos guerreando y discutiendo entre sí, hasta el punto de que ni la amenaza de invasión persa le privaba de mantener las intrigas y controversias entre ellos. Roma, pese a su Imperio, tampoco desperdiciaba la menor ocasión de cerrarse en sí misma y alimentar todo tipo de conflictos civiles internos. Y más recientemente, los españoles hicimos frente a las tropas napoleónicas no sin menor controversia interna entre afrancesados y patriotas, dando paso a un siglo entero de conflictos entre liberales y reaccionarios del que aún pagamos en cierto modo las consecuencias.

Cualquiera podría pensar que los pueblos mediterráneos son más dados al conflicto que los de otras latitudes, pero eso es algo que queda desmentido con un mero repaso a la historia en el último siglo. Pero lamentablemente están cobrando cada vez más fuerza las relaciones excluyentes y la negativa al diálogo. “No es no”, vetos recíprocos, etc. Lo vemos en la política cotidiana, para sufrimiento de los ciudadanos en su vertiente de votantes, y empezamos a observarlo también en relaciones económicas, sindicales y empresariales, en las que por definición el diálogo y el entendimiento forma parte de su naturaleza dialéctica.

Es en este aspecto donde más inexplicables resultan esta cerrazón y falta de comunicación y entendimiento entre partes que, por muy alejadas que estén y por enorme necesidad de árbitro y regulador que precisen, están condenadas a relacionarse de un modo menos agresivo al que ahora se produce. Sustituir la dinámica de líneas rojas, vetos, sillas vacías, negación de legitimidad mutua y demás bloqueos de la razón por el diálogo, escucha, análisis, parcelación de los asuntos controvertidos y fuera de controversia, y la apertura de un marco de debate, que es esencial para progresar y ofrecer a los ciudadanos respuestas y servicios eficaces y competitivos para sus necesidades. Sin esos principios, resultará no imposible, sino milagroso restaurar un ambiente de convivencia deseable para todos. Convivencia armonizada, equilibrada, bajo reglas claras y suficientes para asignar derechos y deberes para cada parte y, sobre todo, evitar que alguna de ellas eluda por sistema las obligaciones que les corresponden.

Me estoy refiriendo también al conflicto entre taxis, VTC y las plataformas digitales, que, si no lo evitamos, tiende a volverse crónico. Es necesario ofrecer al usuario de la movilidad en taxis y VTC algo más que gresca y una escalada de actitudes excluyentes de unos con otros y de todos entre sí. Profesionales del transporte de pasajeros polarizados entre sí y empresas con malas praxis y conductas predatorias de mercado no ayudan en nada a conseguir el modelo de movilidad eficiente y sostenible que nuestra sociedad necesita para unas urbes en constante crecimiento y cuyo pronóstico a medio plazo es albergar alrededor del un 75% de la población.

Las leyes de una industria tan atomizada como la del transporte siempre han tenido en cuenta estos escenarios coyunturales y han dotado a las partes de organismos de Administración Participativa para rebajar esas tensiones más o menos naturales o artificiales, según se mire. Dichas normas se han concretado en mesas y grupos permanentes de trabajo, comités nacionales y autonómicos, y consejos consultivos que, en las últimas décadas, se han demostrado bastante útiles para desatascar otros conflictos como los derivados de alzas en el precio de los combustibles de los camiones o muchas las discrepancias entre cargadores y transportistas.

Con esta visión el reciente “Decreto Ábalos”, así llamado por el impulso regulador del Ministro de Fomento tras el conflicto VTC-taxis del verano pasado, además de delegar el asunto en las Comunidades Autónomas y Entidades Locales, preveía la creación de un subgrupo de trabajo específico entre estas y los sectores afectados del taxi y las VTC, a través de la Conferencia Nacional de Transportes Terrestres. Este marco de diálogo está orientado a “analizar e identificar aquellos aspectos y medidas a nivel estatal y autonómico que pudieran ser susceptibles de modificación para mejorar la competitividad, la competencia, la prestación del servicio y la coordinación en el ámbito urbano e interurbano de la actividad desarrollada por las distintas modalidades de transporte de viajeros en vehículos de turismo, conforme a los principios que deban cumplir los requisitos que regulen el acceso a las actividades de servicios y el ejercicio de las mismas según la normativa vigente” y, además, “a compartir buenas prácticas regulatorias y experiencias exitosas en la búsqueda de soluciones que faciliten una convivencia ordenada entre ambas formas de movilidad y avanzar en la mejora de la experiencia del usuario en ambos sectores”.

No obstante, tras más de nueve meses aún no se ha puesto en marcha por el Gobierno. Las actuaciones de diálogo y entendimiento en los sectores de actividad económica son más que urgentes o necesarias, vitales para que el comercio -como piedra angular del progreso de las sociedades- prospere y los operadores económicos, desde el más pequeño taxista autónomo hasta cooperativas de éstos, radio-emisoras, centrales de servicios, aplicaciones digitales o flotas de vehículos de arriendo con conductor; obtengan y aumenten, en la debida armonía y equilibrio y con una regulación justa, sus posibilidades de negocio en un mercado como el de la movilidad, en clara fase expansiva.

Confiemos en que el diálogo y el entendimiento se abran paso. Está es la tarea irrenunciable de políticos, administradores y representantes  sectoriales y empresariales. Algunos estamos dispuestos desde hace meses.

  • Emilio Domínguez del Valle es abogado y Secretario Técnico de la Federación Española del Taxi (FEDETAXI).

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