Desokupar el Estado
«Okupar no es un derecho, okupar es un delito». Esta sentencia, expresada desde la realidad de una lógica que intentan escondernos desde la progresía acomodada, la repetí una y otra vez en tribuna parlamentaria durante años, para que se entendiera que un problema factual como el de la vivienda no puede solucionarse generando otro de mayor magnitud y que además, incurre en actuaciones delictivas. No existe derecho alguno que recoja la necesidad de irrumpir en domicilios ajenos, allanarlos y someter a los verdaderos propietarios de los mismos a un infierno personal. Y por tanto, ninguna ley debería proteger y amparar dicho dislate. Sin embargo, las normas que hoy legislan los políticos y hacen cumplir los jueces amplían las posibilidades criminales del delincuente que, sabedor de su impune inmunidad, delinque una y otra vez.
Los medios progubernamentales se han ocupado la semana reciente en insuflar de optimismo sanchista a la población, es decir, de mentiras precocinadas, argumentando que las cifras de okupación no son tan altas y que éstas, además, descienden por momentos. Cotejan el porcentaje total de población y viviendas actuales con el número de okupaciones oficiales registradas, para el que total resultante refuerce su relato: no hay tantos okupas en España como para crear alarma social, dice la progresía, mientras se retira a sus chalets y áticos con seguridad privada a disfrutar de su enésima píldora propagandística.
Una verdad a medias, habitual en el argumentario del zurderío, porque sólo Madrid y Andalucía ven rebajada la okupación ilegal de viviendas en 2023 respecto al año anterior, incrementándose en comunidades como Cataluña, Comunidad Valenciana y Extremadura. Ajustándonos a ese relato perverso, podríamos preguntar: ¿Quién gobierna en una y quién en otras? ¿Por qué los okupas campan a sus anchas allá donde el socialismo ocupa el poder? ¿Eligen por accidente el contexto donde delinquir o saben en qué territorios les está permitido saltarse la ley?
Igual es que los delincuentes, hayan nacido aquí o sean de importación fronteriza, saben que, donde hay socialismo, no hay ley. Porque el socialismo es enemigo de la democracia liberal y de sus contrapesos. Y en su afán por cubrir de Estado todo lo que rodea a la vida del individuo, acaba por generar injusticias y desamparos. De ahí que, cuando el Estado no protege la libertad y seguridad del pueblo, este busca respuestas fuera de dichos límites. Y ahí nacen asociaciones como Desokupa, cuya existencia obedece, no solo al olfato emprendedor de quienes la impulsan, sino al fracaso legislativo y jurídico de un país. Porque el ciudadano se defiende cuando el Estado le abandona. Cada vez más gente contrata los servicios de unos tipos de fornido físico que se encargan de hacer lo que la policía no puede hacer porque la política ha permitido que no se haga.
España va camino de convertirse en un far west al que solo le falta aprobar la segunda enmienda de la constitución norteamericana para que todo el mundo tenga el derecho a portar armas. Y así defenderse de quien pretende violar su integridad física, su propiedad personal y su libertad.individual. Desokupa existe porque el Estado (socialista) ha fracasado. Una vez más. Y con él, sus leyes y normas, dictadas y protegidas por políticos mediocres, que legislan con un propósito buenista sobre la condición humana, a la que tutelan con ese pedigrí paternalista que todo lo inunda. Frente a los desmanes, desatinos e injusticias que el sanchismo reinante ha perpetrado en esta legislatura ominosa, los ciudadanos empiezan a entender que ninguna democracia sobrevive sin respeto a la propiedad privada.
Y mientras los españoles buscan soluciones fuera de los límites del Estado, la respuesta del Gobierno al problema de la vivienda es prometer pisos que nadie quiere en lugares a los que nadie irá. Desconocen cuánto de bueno, amén de viejo, tiene la SAREB en su carpeta, pero ahí tenemos a Sánchez y demás vendedores de mercancías aprovechando que estamos en año electoral para infundir miedos y esperanzas al rebaño acogotado. Siguen sin entender que el nicho sociológico que va a voltear todo esto se llama jóvenes: y están virando su intención de voto con la misma rapidez con la que el sanchismo crea sus mentiras.
La mayoría de los jóvenes no creen en estos políticos, pero sobre todo, no creen en una izquierda que bastardea sus principios con la facilidad de un tahúr de mercadillo. Ya reconocen abiertamente que cuando los delincuentes gobiernan las instituciones, la delincuencia reina en las calles y acampa en casas ajenas. Y no están dispuestos a permitir que le okupen el futuro que aún no tienen.
Coda: Sólo para que se vea la imposibilidad de mantener un Estado (socialista) como el actual. En los últimos años, el conjunto de las administraciones públicas tuvo que inyectar 3.500 millones de euros en el total de empresas perteneciente a la red estatal para evitar su quiebra. Por no hablar de la grasa sobrante en personal contratado a dedo, chiringuitos ideológicos, gasto público corriente ineficiente, etc. No, no sobra Desokupa. Sobra Estado. Sobra socialismo. Y sobran gestores políticos mediocres.