Desmontando a Barack Obama

Desmontando a Barack Obama

Obama está de gira. La excusa son sus memorias, un ladrillo de más de 900 páginas que no está entre mis prioridades de lectura, con la que pretende aleccionar a la opinión pública internacional con el clásico discurso ‘progre’, buenista, de echar la culpa de sus errores a la derecha (algo muy bien aprendido por la maquinaria propagandística de Pedro Sánchez) y de sus aciertos a su gran sabiduría. El ex mandatario de los EEUU, aunque trate de blanquear su imagen con la inestimable ayuda de sus cajas de resonancias mediáticas, sigue representando la mayor desilusión de la política estadounidense de los últimos 25 años desde los tiempos del también demócrata Bill Clinton. Esta última semana se ha prodigado en entrevistas pastueñas, se ha puesto a jugar al futbolín con los periodistas de aquellos medios que agitaron la teoría conspiratoria de la ‘trama rusa’ en la victoria de Donald Trump en 2016 y que dos años después se dieron de bruces con la realidad de que todo era mentira. Son los mismos periodistas que niegan a Trump ahora su derecho democrático a impugnar unos resultados electorales y que le regalan, sin embargo, a Obama hasta cuatro páginas de ríos de tinta para el autobombo, la autocomplacencia y la propaganda.

Qué decir de ese titular con el que esta semana abría a toda página el periódico de cabecera de la izquierda española asegurando, Obama, que “Trump ha hecho mucho daño a EEUU y al resto del mundo”. Una frase que no sólo hay que ponerla en cuarentena, sino que merece ser echada por el escurridero porque es literalmente falsa, pero como gusta a los sectarios doctrinarios los ciudadanos tenemos que asimilarla en toda su integridad. Tragárnosla sin masticarla, sin análisis alguno. La fórmula siempre es la misma: administrar pastillas ideológicas al rebaño para que tengan el mayor efecto en el menor tiempo posible. La frase de Obama no pasaría la primera ronda del polígrafo porque el mundo que dejó en 2016 era un lugar más inseguro que lo es en la actualidad, al igual que EEUU no sólo era un país muy dividido, sino que arrastraba las consecuencias de la mayor recesión en un siglo.

Sí, bajo la administración del expresidente no sólo se produjo una gran crisis económica que acabó arrastrando a medio mundo, España incluida, sino que la política exterior suya fue un verdadero desastre. Fue tal el nivel de ignominia que se dispuso a normalizar relaciones con Cuba e Irán, no por méritos de aquellos países, sino porque quería pasar a la posterioridad por algo que se demostró que no servía para nada. Después de cinco años de todo ello, Cuba es el mismo país que persigue a la oposición política, pisotea derechos y libertades o asesina a su propio pueblo, además de haber aprovechado la alfombra roja puesta por Obama para extender su ideología totalitaria por toda América Latina. Irán es un caso muy similar. El régimen de los ayatolás viola toda clase de acuerdos y hoy en día sigue produciendo más uranio de lo permitido.

Pero ese no fue el único legado del jaleado mito ‘progre’. Con Obama, se extendió la Primavera Árabe que tanta inestabilidad y muerte generó en el Norte de África; el Estado Islámico casi se hizo con el control de Oriente Medio; cinco de los diez atentados yihadistas más sangrientos de la historia, ojo la mitad, se produjeron bajo su administración del demócrata; fue incapaz de cerrar Guantánamo; Corea del Norte se convirtió en un país muy peligroso para la seguridad internacional, y Europa sufrió la mayor crisis migratoria desde la Segunda Guerra Mundial.

¿De verdad a estas alturas va a decirnos el ‘laureado fake’ al Nobel de la Paz que el mundo ahora es peor con Trump a como lo dejó él en 2016? A la famosa frase de Rudyard Kipling acerca de que la primera víctima de la guerra es la verdad, cabría añadir que la verdad también se ha convertido en la primera víctima de los gobiernos de la izquierda. Con Obama se cayó un mito de la progresía internacional, a pesar de que traten ahora de resucitarlo.

Lo último en Opinión

Últimas noticias