La deseable unión de la derecha

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Estuve el pasado jueves escuchando atentamente a Esperanza Aguirre analizar los últimos años de la política española en uno de los municipios sevillanos más cuidados de España, gracias a la admirable gestión de su alcalde pepeísta. El objetivo final del discurso, más allá de promocionar su último libro, era preparar el camino para llegar a la temida cuestión de fondo: Quo vadis, Hispania? Con una seguridad en sí misma a prueba de fuegos, examinó los acontecimientos mediante una abrumadora naturalidad; bien podías imaginarla de la misma índole en el salón de su casa en una sobremesa entre amigos.

Proyectó ilusión, conocimiento, experiencia, serenidad y sensatez. “Hoy quiero hablarles de política, de principios, de ideología, de prioridades y de futuro”. Planteó un debate ideológico constructivo para aproximar las tres fuerzas que oscilan entre el centro y la derecha. El objetivo común es hacer frente con eficacia a los proyectos disolventes del actual gobierno social-comunista, frenar el proyecto sanchista-podemita bajo una pregunta clave: ¿Qué hacer para mantener el orden constitucional, el Estado de Derecho, la separación de poderes, la libertad de todos los ciudadanos, la unidad de la patria y la monarquía constitucional?

Cabría empezar definiendo la derecha política. Ella lo hace con acierto: “es el conjunto de proyectos y propuestas políticas que coinciden en colocar la libertad y la propiedad en el centro de su pensamiento y que defienden, sin reservas, la unidad de la nación española y la igualdad de todos los españoles ante la ley”. Los tres principios fundamentales a defender son: la voluntad de los ciudadanos está por encima de la voluntad de los gobernantes; la defensa de la unidad de la nación como bien heredado que hay que proteger; y la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley.

La moción de censura de octubre de 2020 supuso la más clara evidencia del distanciamiento existente entre los partidos conservadores y liberales. “Los tres partidos del centro derecha tienen su cuota de culpa. Pero el PP, mi partido, más”, afirmó valiente Aguirre. “Se puede comprender que, si mi análisis me conduce a no estar de acuerdo con Pablo Casado, al que siempre he apreciado, no me resulte personalmente cómodo”. Anima a plantar cara a la atmósfera reinante, presentando alternativas a lo que dicta el estatus ideológico en todos los ámbitos (político, moral, cultural, social, económico, religioso y ¡estético!). El Partido Popular, como eje que mantiene aún el mayor peso del conjunto liberal-conservador, debe acoger e invitar a reflexionar para buscar las mejores soluciones. Para ello, hay que dejar atrás tantas vanidades y fondos morales complejos. Los resultados pueden ser tan satisfactorios como sorprendentes.

La salida de Pablo Iglesias de la política y los buenos resultados electorales de Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid han acelerado los acontecimientos a favor del orden constitucional. Asimismo, otras noticias vertidas por este periódico la semana pasada son aires de esperanza. El PP abre sus puertas a Albert Rivera: “Aquí caben todos”. Feijoó apuesta por unificar el centroderecha y pide a Casado “un proyecto más europeo”.  Tenemos por delante, si no hay cambios de última hora, un largo periodo sin elecciones para conseguir esa deseada y necesaria unión. Lo principal es tener claros los fundamentos ideológicos sobre los que construir los programas y, sobre ellos, crear propuestas concretas y atractivas.

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