Del ‘pacto del Majestic’ a la ‘mesa de diálogo’
Ahora que estamos en la fase final –reagrupamiento de fuerzas para el ‘lo volveremos a hacer’- de la primera gran sublevación secesionista, la que se inició en el 2012 con la huida hacia delante de Artur Mas, toca aumentar la velocidad de la operación de blanqueamiento del auténtico urdidor del ‘procés’: Jordi Pujol. Para ello no solo le entrevistan en TV3 cada pocas semanas para que hable de cualquier cosa, excepto de sus corruptelas personales y las de su partido, sino que le van organizando actos en el centro de Barcelona para que rememore sus veintitrés años de gobierno. Por supuesto, solo lo que lo que el secesionismo considera “positivo”, del 3% y de sus fondos en el exterior, nada de nada.
El 25 de julio de 2014 Pujol confesó que había sido un evasor fiscal, y soltó milongas diversas sobre el origen del dinero que tenía en Andorra. Pero al día siguiente ya comenzó la operación “Salvemos al soldado Jordi”, porque no podía ser que el muñidor de la Cataluña de la inmersión lingüística y de la exclusión de los catalanes no nacionalistas, quedara como un chorizo y no como el “héroe” que, en su opinión, era. Por una parte, desde el inicio, se hacía ver como que se le apartaba, pero por otra se urdieron teorías sobre como “España” había “inventado” ese “complot” para desprestigiar a un independentismo que ya estaba en plena marcha hacia el choque frontal con el Estado. Y se ponía el foco en la “labor de gobierno” pujolista.
Decía el profesor Antonio Robles en un artículo publicado en el 2014 cómo iba a ser este proceso: “Superada esa primera fase de negación, pasan ahora a reivindicar su obra para separar a la persona del proyecto: Pujol se ha podido equivocar en lo pequeño –aseguran- pero ha acertado en lo grande: ha construido la Cataluña actual, su obra es su legado, su obra es grandiosa y la historia se lo reconocerá”. Y no se equivocó. Con la boca pequeña se habla de la corrupción de la antigua Convergencia, pero se elogia los “logros” que el secesionismo reconoce como las claves de la Cataluña actual: la inmersión lingüística excluyente, la creación de TV3 y, sobre todo, como el “Programa 2.000” que implicaba el control total de todos los resortes políticos, económicos, culturales y sociales en Cataluña, se ha llevado a cabo con una eficacia total.
No tardaremos en escuchar, si Esquerra consigue convertirse en la fuerza hegemónica en las próximas elecciones autonómicas, como la formación de Junqueras acabara reivindicando la figura de Pujol como uno de los “padres de la patria” catalana, junto a Francesc Macià y Lluís Companys. A fin de cuentas, lo que quieren los republicanos es ser el “pal de paller”, el eje, de la política catalana, que es justo lo que fue Jordi Pujol durante veintitrés años. A lo que aspiran es a heredarle y a ampliar su proyecto, que era la independencia por entregas, hasta conseguirla en su totalidad. La “mesa de diálogo” no es más que la continuación lógica del “pacto del Majestic”, y el procedimiento es básicamente el mismo: desactivar al constitucionalismo catalán para instaurar un virreinato en el que el secesionismo actúe con impunidad.
Si Pujol en el Majestic pidió la cabeza de Vidal-Quadras, Junqueras en la “mesa de diálogo” exigirá el desmantelamiento del constitucionalismo para imponer la versión 2.0 del Programa 2.000. Este consiste en acabar, de una vez por todas, con los escasos intentos de resistencia que quedan en Cataluña para que no quede un lazo de cariño y de afecto entre el resto de España y la futura República Catalana. Y para ello necesitan que el Estado siga su proceso de retirada de Cataluña, hasta que la única rojigualda que se vea en Barcelona sea la que quede en algún póster polvoriento de la victoria en el Mundial de Sudáfrica en algún bar de tapas del extrarradio de Barcelona o en el balcón de algún irredento.
Por supuesto, no nos vamos a dejar. Y si tenemos el apoyo de los compatriotas del resto de España les va a costar a los secesionistas implementar la nueva versión de su plan. Lo primero, intentar que el Gobierno de España no haga una sola cesión en la “mesa de diálogo”. Este es el primer gran objetivo, hemos de presionar para que los secesionistas no sigan avanzando en su pretensión de destruir el país.
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