El cura de Lemona

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Iñaki Arteta acaba de presentar en la Seminci de Valladolid el documental Bajo el Silencio en el que se recogen una serie de testimonios que reflejan la posición sobre ETA de una parte de la sociedad vasca. Entre ellos destaca, por la capacidad de influencia del personaje y por la crudeza y la total ausencia de piedad de su discurso, el de Mikel Azpeitia, el párroco de Lemona, un pueblo de Vizcaya. A escasos metros del lugar en el que en 1981 fueron asesinados dos guardias civiles el cura desarrolla su alegato a favor de ETA: “Un pueblo al que no se permite desarrollar su cultura, estar luchando contra la opresión sería justo”.

Y sigue: “Aquí hemos vivido situaciones en las que si te pones en un bando… «merecido lo tenía», tenías que oír… Al mismo tiempo decían que nadie merece que se le mate así. No sabes a qué atenerte. Por una parte te alegras de que… su merecido se lleva y por otra, pues no está bien”.

“Terrorismo es una expresión que me revienta, porque sí… sin más. Que un pueblo oprimido al que quieran conquistar responda con violencia no sé hasta qué punto es terrorismo, eso es una guerra entre bandos, de una nación contra otra nación. Un conflicto había y hay, existía y existe”, continúa.

“Aquí, quien más y quien menos, se ha sentido muy coartado, eso marca desde la escuela, y lo que en principio era terrorismo… Pero era una respuesta a lo que se estaba sufriendo, aquella situación la aplaudía toda la gente, que se pudiera matar a un guardia civil porque comulgabas con ello…”, añade.

Requerido sobre su valoración sobre si las acciones de ETA estuvieron bien o mal, sentencia: “Todos dicen que estuvo mal… pero una cosa es decir que estuvo mal y otra admitir que no hubo otra forma de hacer”. O sea, para este hombre de Dios el asesinato de seres humanos estaba justificado.

Preguntado sobre los homenajes a los etarras que se suceden en el País Vasco, el cura se declara radicalmente partidario: ”Otra cosa no se puede hacer”, dice; y sobre las pintadas que reivindican a los criminales afirma: “Pocas me parecen, debería haber más”. Preguntado sobre la falta de arrepentimiento de los asesinos responde de forma tajante: “Respeto”.

El Obispado de Bilbao emitió el jueves por la noche una nota en la que afirmaba que tales declaraciones “en modo alguno reflejan la posición de esta Diócesis”, que lamenta “profundamente”; pide perdón “por el dolor que estas declaraciones pueden ocasionar en quienes sufrieron la violencia terrorista…”; “desautoriza y rechaza” dichas opiniones “personales”; y concluye: “Estamos abordando esta cuestión con dicho presbítero, cuyas declaraciones tal y como aparecen en el visionado del documental son inaceptables. Debe hacer frene a su responsabilidad y a las consecuencias que de ella se derivan”.

Traducción: dice el Obispado de Bilbao que las declaraciones de este cura que justifica los crímenes y muestra un absoluto desprecio por la vida de las víctimas, que califica los actos terroristas y al terrorismo como una “lucha contra la opresión”…, son opiniones personales, que hacen daño a la comunidad eclesial, puede que hayan causado dolor a las víctimas, y que “tal y como aparecen” en el documental (?) son inaceptables. Tras recibir esa comunicación el cura en cuestión lamentó ante el Obispado sus “desafortunadas” (¿) palabras  y se comprometió a “seguir trabajando por la paz y la reconciliación”. Hiriente hipocresía.

Horas más tarde, Mikel Azpeitia, el cura de Lemona, ha sido apartado de “los oficios que venía desempañando” en esa parroquia y ya no predicará a favor del odio desde ese púlpito; no sabemos si lo hará desde otro porque, a lo que se ve, no le han desprovisto de su ministerio sino de su destino.

Cierto que la legitimación del terrorismo por parte de la iglesia vasca no es un hecho novedoso. Todos tenemos en nuestra memoria a esa jerarquía eclesiástica vasca que se negaba de forma sistemática a oficiar funerales por las víctimas de los terroristas y hablaba del “dolor” y de “los chicos”, “jóvenes deportistas”…, cuando a los terroristas les estallaba una bomba que iban a poner para asesinar a ciudadanos inocentes. Por eso estamos como estamos: porque los criminales que se formaron en la universidad y se alimentaron en las sacristías salían a matar obreros bajo la bendición apostólica de gentuza como el cura de Lemona. ¿Pretende la jerarquía eclesiástica que nos creamos que no sabían –que no saben- lo que hacen aun hoy día una serie de sacerdotes repartidos por las parroquias vascas y navarras? No se quién me da más asco si quien protege a los canallas (y se rasga las vestiduras cuando se descubre públicamente a alguno) o quien lleva años actuando con total impunidad legitimando a ETA y todos sus crímenes y presume de trabajar “por la paz y la reconciliación….”. Ambos comportamientos me merecen el mayor de los desprecios.

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