¿Cuánto de caro va a salirnos que el Gobierno llamara «genocida» a Israel?
Ahora resulta que el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, anda preocupado por el hecho de que distintos miembros del Gobierno hayan acusado de «genocidio» a Israel y teme que el Ejecutivo de ese país de un paso más y termine por anunciar la ruptura de relaciones diplomáticas con España, algo que tendría catastróficas consecuencias para nuestro país. Cómo será la cosa que Albares ha prohibido a los ministros socialistas usar el término genocidio para referirse al conflicto en Oriente Medio. En los últimos días, en el fragor de la campaña electoral, la vicepresidenta y candidata, Teresa Ribera, y la ministra de Defensa, Margarita Robles, se refirieron a la actuación israelí como «un genocidio», lo que provocó la airada reacción del ministro de Exteriores hebreo.
Es lo que tiene sobreactuar y tensar la cuerda al máximo para exacerbar el voto de la izquierda en vísperas de las próximas elecciones europeas: que se podrán arañar cuatro votos, pero las consecuencias para España en caso de que Israel rompa con España pueden ser gravísimas. Después de que Albares amonestara a Margarita Robles por pasarse de frenada, la ministra de Defensa ha reculado al rechazar calificar de «auténtico genocidio» la ofensiva de Israel en la Franja de Gaza, como hizo la semana pasada, y se limitó a trasladar su apoyo al plan de paz presentado por Estados Unidos. Está claro que en el Gobierno hay preocupación y que se teme que la situación no pueda reconducirse. La idea era tensar para excitar el voto dormido de la izquierda, pero se han pasado con la dosis y se ha ido demasiado lejos en las críticas al Ejecutivo de Netanyahu.
Sánchez pensaba que una vez cerradas las urnas del 9-J sería relativamente sencillo serenar la situación y hacerle ver a Israel que en España había un contexto electoral que se prestaba a la exageración. Eso pensaba Sánchez, pero ahora es consciente de que hay un riesgo cierto de que Israel pase de las palabras a los hechos.