Cuando I+D implica hegemonía económica
Con frecuencia, hablamos de ese músculo tan potente del que hace gala la economía norteamericana. Estados Unidos, como sabemos, es la primera potencia mundial con un PIB que ronda los 16,8 billones de euros. Cuando uno cavila a propósito de la hegemonía estadounidense, igual piensa en las magníficas posibilidades que le brinda su inmenso territorio, en la abundancia de recursos naturales de Norteamérica, en el espíritu de libertad económica y empresarial que caracteriza a sus ciudadanos, en ese empuje para conquistar el mundo, en la fluidez que proporciona contar con una bolsa de valores como Wall Street, con esa agresividad que de vez en cuando se torna gris o negra, o igual uno piense en la influencia que sobre nuestras vidas ha ejercido y sigue ejerciendo Hollywood, en el embelesamiento de su industria cinematográfica y en la seducción de sus protagonistas que acaba por cautivarnos… O tal vez, en las virtudes, con todo no exentas de pecado, de su clase política y en las cualidades, a veces más o menos críticas tal y como sucede actualmente, de sus dirigentes.
Quizá sea de todo un poco, al margen de contar con enormes conglomerados empresariales y billones de dólares que, año tras año, siguen marcando el camino del liderazgo. Sin embargo, hay otra realidad en Estados Unidos que interviene decisivamente en su pujanza económica. Es el país con más Premios Nobel —278 entre los conseguidos por quienes gozan de la nacionalidad norteamericana o se han formado allí—, sobre todo en especialidades dedicadas a la investigación y al desarrollo: Física, Química, Medicina, Economía… Haciendo avanzar la humanidad.
Inversión I+D+i
Un país tiene futuro si hay inversión en investigación y desarrollo. Si se piensa a largo plazo, si se da innovación tecnológica, si se cuida y mima a los investigadores, si se ofrecen ventajas para que el talento encuentre su caldo de cultivo… Así se cuenta con gente, con líderes más o menos conocidos, pero auténticos guías que hoy marcan como se va a escribir el mañana. De no ser así, no hay futuro que valga, sino solo la tumba… O uno guía los pasos de la evolución o ésta le viene impuesta. O lideras o formas parte del rebaño… Eso nos lleva a hablar de cómo va el mundo en cuestiones de investigación y desarrollo, de las sumas respecto al PIB de cada país que se invierten y de los millardos que entran en juego.
El conjunto de la Unión Europea invirtió en 2016 el 2,03% de su Producto Interior Bruto en tales menesteres, lo que se traduce en 302 millardos de euros. Europa ha progresado en investigación y desarrollo desde el año 2006 cuando destinó el 1,76% de su PIB que, en términos monetarios, fueron 216 millardos de euros. Estados Unidos, en cambio, luce la fortaleza de sus impulsos investigadores destinando un 2,79% de su PIB equivalente a más de 453 millardos de euros. Pero en 2006, los norteamericanos ya manejaban el 2,55% de su PIB —por encima de 281 millardos de euros— en I+D.
La economía japonesa, que pese a su permanente crisis y bajo crecimiento siempre está ahí, y con casi 4,5 billones de euros de PIB lleva años consolidada como la tercera potencia del mundo, explica gran parte de sus éxitos gracias al esfuerzo que hace en investigación y desarrollo. En 2016 destinaba el 3,29% de su PIB lo que supuso cerca de 130 millardos de euros pero diez años atrás. En 2006 prácticamente destinaba el mismo porcentaje (3,28%) aplicando unos recursos superiores a los 118 millardos de euros.
Corea del Sur
Hay una economía que pisa fuerte y con garbo: Corea del Sur. Al margen de ciertas vicisitudes que afectan a su sistema económico, excesivamente concentrado en unas pocas familias que acaparan más del 70% de su PIB, y de la corrupción que salpica a su clase política en connivencia con estirpes empresariales. En cualquier caso, Corea del Sur es un buen ejemplo para entender el progreso de un país basado en el conocimiento y la educación, en la apuesta tecnológica, en sus ansias de internacionalización, en sus afanes exportadores aun cuando sus ritos tradicionales se mantengan y sus costumbres no se dobleguen a las modas imperantes. En 2006, Corea del Sur destinaba el 2,83% de su PIB, casi 23 millardos de euros, a I + D, y en 2016 el 4,23% lo que representa más de 52 millardos de euros.
¿Y China? Este país pisa con fuste con cada vez más recursos destinados a investigar y desarrollar. Hace diez años, el peso de este capítulo en su PIB era del 1,37%, apenas 30 millardos de euros; en 2016, el salto es digno de encomio: 2,07% sobre su PIB —en torno a 10,8 billones de euros— con más de 203 millardos de euros. ¿Qué tal por acá, en los países de nuestra Europa aún de los 28? Los alemanes confirman su brío destinando el 2,94% del PIB a I+D, 92 millardos de euros. Y los daneses, aplican el 2,87% de su PIB, casi 8 millardos de euros. Francia lo hace con el 2,22% de su PIB, unos 49 millardos, mientras Austria dedica el 3,09% de su economía a tal menester, cerca de 11 millardos de euros. Suecia emplea el 3,25% de su PIB a I+D, por encima de 15 millardos de euros, y Reino Unido, algo estancada económicamente de un tiempo acá, solo dispone del 1,69% de su PIB —2,4 billones de euros— para la investigación, algo más de 40 millardos de euros.
Contexto español
¿Y España, qué tal? Pues por aquí vamos haciendo, con poca iniciativa, desde luego, a la hora de investigar y desarrollar o, mejor dicho, con espíritus talentosos y con entusiasmo que, sin embargo, por mor de las circunstancias y la falta de apoyo moral y financiero ven cercenadas sus vocaciones en nuestro suelo patrio. Abandonan el empeño o se ven forzados a emigrar en busca de lugares donde se les acoja, cuide y se les faciliten los medios para progresar en sus trabajos de investigación. España destinó solo el 1,19% del PIB —1,1 billones de euros— a I+D, apenas 13 millardos de euros.
Bueno, algo se ha avanzado en comparación con 2006 cuando empleábamos en investigar y desarrollar el 1,17% de nuestro PIB, menos de 12 millardos de euros. Para quienes quieren ser optimistas, hemos mejorado en 10 años en dos centésimas, y algo es algo y mejor que nada, aunque esta cruda realidad invita a interrogarnos si, con tales referencias investigadoras, podemos aspirar a dar un paso adelante económicamente. Desde luego, no cabe duda de que acá sobran sainetes políticos, páginas de BOE, mucho gobernante y buenas palabras y necesitamos de dotes investigadoras para no quedarnos rezagados. El talento, sí, lo tenemos, pero ¿sabemos regarlo?
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