Cuando se ampara a un criminal pasa lo que pasa
Partamos de la base que la culpa de un asesinato siempre es del asesino. No obstante, a veces el contexto político y social espolea con su irresponsabilidad comportamientos psicópatas como el de Rodrigo Lanza. 11 años antes de matar a un hombre en Zaragoza por el mero hecho de llevar unos tirantes con los colores de España, este individuo ya había sido condenado a cuatro años y medio de cárcel tras dejar tetrapléjico a un agente de la Guardia Urbana de Barcelona. Sin embargo, lejos de recibir entonces el escarnio y la condena pública que merecía como acémila practicante, el nieto de un almirante de Augusto Pinochet recibió todas las prebendas imaginables por parte de ciertos políticos y personajes con peso específico en nuestra sociedad. Incluso dispuso de dinero público. Alimento injustificable para el ego de un homicida que, a pesar de su currículo delictivo, fue presentado como una especie de prócer en la lucha contra una supuesta represión policial.
Aquéllos que lo apoyaron desde las instituciones públicas —y con el dinero de todos los españoles— deberían dar explicaciones dada la gravedad de los hechos y por la responsabilidad pasada o presente de sus propios cargos. El corrupto Xavier Trias, por ejemplo, premió durante su mandato (2011-2015) con 7.000 euros el documental ‘Ciutat Morta’, creación que defendía a Rodrigo Lanza tras dejar tetrapléjico al policía. No sólo eso, el partido de Ada Colau —Barcelona en Comú— reclamó que se le pidiese «perdón» a Lanza tras su brutal agresión de 2006. Un hecho que trataron de manipular hasta el punto de que el asesino pareciera la víctima y el policía tan sólo una persona con la mala suerte de que le cayera una maceta en la cabeza desde un edificio okupa. De hecho, la propia Ada Colau ayudó a financiar el documental a título personal. Un blanqueamiento en toda regla para congraciarse tanto con Lanza como el colectivo okupa que tantos problemas está creando en la capital catalana.
Esa es la curiosa forma que tiene la alcaldesa de Barcelona de actuar contra los violentos: congraciarse con ellos en vez de atajar sus comportamientos delictivos. Una dinámica que están sufriendo todos los vecinos de los barrios del centro, cansados de la inmunidad de la que gozan dichos okupas desde que Colau es la primera edil de la ciudad. El crimen de Rodrigo Lanza deja con las vergüenzas al aire a todos aquellos que lo apoyaron. Personas que, además, criminalizan constantemente a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, tal y como pudimos ver durante el referéndum ilegal del pasado 1 de octubre. Resulta lamentable que en un país del primer mundo como España tengan que morir inocentes para que llamemos a las cosas por su nombre y desnudemos la hipocresía que, en demasiadas ocasiones, cubre el día a día de nuestra sociedad. Lanza llegó incluso a dar una conferencia en la Universidad de Salamanca para contar su experiencia. La única verdad es que este individuo es un asesino y los que lo apoyaron unos irresponsables que no supieron, ni quisieron, controlarlo.