El coronavirus y la Corona

El coronavirus y la Corona

Es un principio moral universalmente aceptado —salvo por las tiranías totalitarias— que «el fin no justifica los medios». Creo que, ante la pandemia que nos afecta, es oportuno reflexionar ahora sobre este principio. Conviene recordar que no conocemos de una situación global tan dramática como la actual en cuanto a gravedad y extensión, excepción hecha —como es obvio— de las dos Guerras Mundiales.

Siendo así, para un caso como este no tenemos precedentes de doctrina moral o jurídica aplicable respecto a la siempre exigible proporcionalidad entre el fin perseguido y los medios dispuestos para alcanzarlo. El objetivo a conseguir ahora es intentar contener la pandemia para preservar la salud pública, con el fin último de salvar vidas humanas.

El derecho a la vida es un principio incuestionable, pero nadie duda de que hay circunstancias o situaciones que exigen ponderarlo con otros bienes jurídicos y morales, también dotados de la debida protección.

La guerra es un ejemplo claro a estos efectos, que ha dado lugar a mucha doctrina jurídica y moral en cuanto a la consideración del concepto de «guerra justa», ya que la pérdida cierta de vidas humanas siempre es inevitable tras la declaración de una contienda bélica. En España, la lucha contra la pandemia ya ha sido proclamada como «justa» por la opinión pública, entre otras cosas porque el Sr. Sánchez nos ha forzado a ella con su previa pasividad.

De esta forma, ahora no se trata de juzgar si las medidas adoptadas son más o menos acertadas, sino de valorar si son legítimas. Véase que no hablo de «legalidad» sino de «legitimidad», por cuanto mantener en un estado de práctico confinamiento, forzoso e indefinido, a una gran parte de la población, tiene también sus contraindicaciones.

En concreto, es evidente que estas medidas restringen un derecho fundamental como es el de deambular libremente y, además, —y esto es muy relevante—, su indefinida y extensa aplicación nos abocaría de manera inevitable a una muy intensa reducción de la actividad económica, que se traduciría en una grave crisis social, con su secuela de paro y eliminación de servicios sociales esenciales para la comunidad.

Sí embargo, es evidente que quedarnos en esta etapa del análisis que ponderaría el actual coste-beneficio, sería erróneo porque valoraría un riesgo hipotético a futuro, frente a uno seguro e inmediato: Una grave crisis económica y social es muy probable a medio plazo, pero las vidas humanas ya se están perdiendo en estos momentos.

En mi opinión, la guerra a la pandemia ahora es «justa» y, por ello, nos lleva a la actual aplicación de medidas más propias del modelo chino, que son la «guerra total a la epidemia». Cuestión distinta es que se valoren la estrategia y la táctica utilizadas en esta contienda cuando acabe la guerra, con la victoria sobre el virus maldito.

Pero como las desgracias nunca vienen solas, en medio de esta epidemia conocemos el comunicado de la Casa de S.M. el Rey, que inevitablemente provoca una enorme preocupación. Los separatistas se frotan las manos, algo que no nos sorprende porque sabemos que su objetivo es destruir España y su edificio constitucional, que tiene su piedra angular en la Monarquía Parlamentaria: Es insostenible que en un partido de la coalición del Gobierno, prime la presunción de sospecha y culpabilidad sobre la de inocencia, y más en una cuestión como esta. No se puede «estar en misa y repicando» y, por tanto, estar alineado con los separatistas desde el Gobierno a fin de derrocar nuestro régimen constitucional para ir hacia una III República confederal y cantonal.

Cuestionar la Monarquía como forma de Estado es más letal para España que el coronavirus. Que por una vez, tengan memoria no selectiva de nuestra Historia.

Estamos ante una auténtica razón de Estado que exige de partidos y dirigentes que estén a su altura.

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