El cómplice de ETA, Sánchez, en Ermua

El cómplice de ETA, Sánchez, en Ermua
El cómplice de ETA, Sánchez, en Ermua

Tres días después de que se cumplan veinticinco años del asesinato, tiroteado en la sien, de Miguel Angel Blanco, a manos de un comando criminal bajo el mando, entre otros de Mikel Antza y de Iñaki de Rentería, sólo tres días más tarde, el “okupante” de La Moncloa, Pedro Sánchez llevará al Congreso su repugnante Ley de Memoria Democrática, un atentado a la historia que ha pactado con los sucesores de los antedichos y desde luego del ejecutor material del crimen: un tal García Gaztelu, de alias “Txapote”.

El acuerdo lo han cerrado Sánchez, y su conmilitón Marlaska (¡qué lástima de tipo degradado hasta la nausea por su jefe!) nada más y nada menos que con la portavoz de Bildu en el Parlamento Nacional, Merche Aizpurúa. De sobra sabe el público en general cuál es la trayectoria de esta individua. Un par de recuerdos: era editora, o sea máxima responsable, del periódico proterrorista que celebró de esta guisa el secuestro de Ortega Lara: “Ortega vuelve a la cárcel”. Item más: Aizpurúa, como tal gobernante del diario, estimulaba a diario la publicación de un recuadro que firmaba con seudónimo un grupo de colaboradores que atendía por “Maite Soroa”. No es improbable que en ese grupo figurara, de vez en vez, la propia editora. El suelto se ocupaba de retratar sin ambigüedad alguna a quiénes los pistoleros terroristas tenían que amargar la vida, sino, más claramente aún, debían exterminar.

En algunas ocasiones, en la mismo página, la editora y todos su compinches dibujaban una diana destinada, no precisamente a que los pequeños lectores del periódico jugaran a los dardos, sino a señalar a los “enemigos del pueblo vasco”, o sea, a las personas de que las que ETA debía amenazar, robar, secuestrar y hasta liquidar. ¡Una gran labor editorial la de Aizpurúa!. Pues bien, ya lo saben, pocos días después de que se cumplimente un cuarto de siglo del asesinato que conmocionó al mundo entero, no únicamente a España entera, Sánchez, valiéndose de nuevo de los escaños de los herederos de la banda (uno de ellos, el preferente, la mencionada Aizpurúa) va a pasar por el fielato de las Cortes Generales, un bodrio sectario, antihistórico, provocador y perverso que alcanza hasta el año 1983 porque -según sus redactores y aliados- hasta ese ejercicio no se puede afirmar que la incuria de la dictadura de Franco, hubiera acabado.

Como estos sujetos del bodrio, además de ser acémilas ágrafas son unos depravados históricos, han olvidado a posta en las páginas del libelo alegal dos perlas cultivadas basadas en su odio ancestral: una, que Franco se murió en un hospital, bien es cierto que en un camastro, en 1975; otra, que entre los años 1978 y 1983 ETA mató a más de doscientos inocentes, con especial atención al año más terrible de su vida asesina, 1980, donde acabó con la vida de noventa y tres personas.

La Ley, vergüenza de cualquier democracia decente y digna, se aprobará el día 14, pero tres días antes, Sánchez, con su parafernalia de paniaguados incluida, se personará en Ermua, pueblo de Miguel Angel Blanco, donde el actual alcalde socialista y seguidor de Carlos Totorica, el primer edil que lo era en el tiempo de la tragedia de Blanco, convocó ya hace semanas un homenaje (no sé si es el vocablo que mejor le cuadra) en recuerdo de la víctima de ETA.

Escribió una carta al Rey solicitando su viaje al pueblo en calidad de máxima autoridad, Felipe VI se apresuró a decir que sí, pero en ese momento, nunca tuvo noticias ni él, ni su propia Casa del Rey, de que también acudiría el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Es más: todavía este pasado fin de semana, la Casa no tenía noticia oficial de que La Moncloa anunciara la asistencia, pero, eso sí, hizo saber, con toda la prudencia del mundo, que la presidencia del acto correspondía, sin duda al Monarca y que Sánchez estaría, en todo caso, en calidad de acompañante. Una oblicua manera de aceptar, no sé si de buen grado, la compañía, como no puede ser de otra forma, del adosado porque eso es lo que marca para situaciones como ésta la Constitución.

Sabemos los cronistas ocupados del caso que la hermana de Blanco, Marimar, la única que queda de aquella familia, acribillada y torturada por ETA, está sufriendo unas fechas difíciles porque tampoco ella, como casi todas las asociaciones de víctimas del terrorismo (otra cosa son las “amarillas” subvencionadas sobre todo por el Gobierno de Vitoria) desean ver en el Ayuntamiento de Ermua a un personaje que ha hecho de los sucesores de ETA sus colegas. A Marimar le han querido impedir que hablara en el homenaje a su hermano. Sánchez le había ordenado a su correligionario del PSOE, alcalde ahora de Ermua, que Marimar permaneciera en silencio.

El Rey no podía tolerar esta censura indigna. Al final, el alcalde, aterrado por la reacción popular le ha ofrecido un breve discurso. Desde luego, hay que poseer un desparpajo brutal y un desahogo de “Guinness” para presentarse este domingo en un lugar donde no sólo no le quieren, sino que materialmente le detestan. A Sánchez lo mismo le da colocar las arcas del Estado boca abajo comprando literalmente a miles de funcionarios, médicos incluidos, que llorar por un crimen cometido por los que ahora son sus socios preferentes. Es de esperar que la sociedad de Ermua, la vasca en general y la española muy en particular, hagan saber a Sánchez, hasta qué punto les desagrada su presencia en un homenaje en el que se critica y condena a sus conmilitones. ¡Qué vergüenza!

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