Complejo antiterrorista
Los complejos y el buenismo fútil hacen débiles a las naciones, especialmente cuando condicionan un ámbito tan importante como la lucha antiterrorista. España, tan paradigmática en la mayoría de acciones contra esta lacra, tuvo la oportunidad de expulsar en 2014 al que a la postre ha sido el cerebro de los atentados de Barcelona. Sin embargo, y a pesar de la orden emitida por la Policía Nacional, un juez de Castellón impidió que el imán de Ripoll, Abdelbaki Es Satty, saliera de nuestro país tras cumplir una condena de cuatro años de cárcel por tráfico de hachís. El clérigo salafista —una de las corrientes más extremas y violentas del islam— fue expulsado de Bélgica al inicio de 2016 tras intentar convertirse en el imán de la ciudad de Vilvoorde. Las autoridades del país centroeuropeo, tan criticadas a veces por su pasividad, tuvieron la determinación que faltó en España para deshacerse de un hombre profundamente radicalizado y con antecedentes penales.
Es Satty murió en la explosión del inmueble de Alcanar, pero no hay que olvidar jamás que su voluntad y la de sus ignominiosos secuaces era volar por los aires el centro de Barcelona con más de 100 bombonas de butano. Un plan que, de consumarse, hubiera dejado en nada la inmensa tragedia que el pasado jueves tiñó de luto el asfalto de la capital catalana. Nuestro país no se puede permitir esas negligencias. Una de las claves para atajar a estos asesinos es la prevención. Si el problema —complejo e inabarcable en su totalidad— no se corta de raíz cuando existe la oportunidad, rebrota con el tiempo hasta arrebatarle la vida a decenas de personas. Un reguero de muerte y destrucción que puede evitarse con un trabajo conjunto y coordinado entre las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, la Justicia y los partidos políticos. Sólo así podremos neutralizar a unos asesinos carentes de cualquier consideración ética o moral. La unidad, por tanto, es imprescindible. Se trata de remediar al máximo para lamentar lo mínimo posible.
Algo que no se conseguirá mientras no haya un gran acuerdo de actuación. En ese sentido, la postura de Podemos ante el pacto antiyihadista resulta incomprensible, irresponsable… intolerable. Ni siquiera tras lo acaecido en Barcelona se adhieren a un acuerdo esencial para hacer frente al yihadismo, ese demonio que recorre el mundo con el objetivo de acabar con nuestro modo de vida. La Generalitat también debe extremar las medidas, especialmente en los pequeños locales donde se levantan centros clandestinos de adoctrinamiento. Si los Mossos poseían toda la información sobre los antecedentes de Abdelbaki Es Satty, tendrían que haber intensificado la vigilancia sobre él. Cumplir y hacer cumplir la ley, no hay otro camino. Todo lo demás es regalar margaritas a los que disparan con bazucas. Complejos y fatuidades que, como hemos comprobado, salen muy caros.