Coherencia diabólica

Coherencia diabólica

Pedro Sánchez ha sido consecuente al entregar el acta de diputado y renunciar así a su escaño en el Congreso. El ex secretario general del PSOE, firme en su «no es no» a Rajoy, ha preferido no contradecir en sede parlamentaria el mandato abstencionista del Comité Federal y, para ello, la única salida era precisamente la que ha escogido a pocas horas de la votación: dejarlo y, antes que capitular, ser coherente con sus principios. No obstante, sus lágrimas de despedida son el símbolo de una coherencia diabólica, ya que el madrileño sigue empeñado en liderar el Partido Socialista a pesar de haber sido el peor dirigente de toda su historia. «No dejo la política sino que voy a volver a empezar en ella como un militante más», ha dicho en un claro guiño a las bases, de las que espera que lo aúpen de nuevo a la secretaría general en un eventual congreso extraordinario.

Si de verdad «siente los colores socialistas» debería dar un paso al lado de manera definitiva y dejar vía libre a un nuevo liderazgo que reflote las maltrechas siglas de la formación que durante más años ha gobernado en España. Un patrimonio histórico y político —del récord absoluto de Felipe González con 202 diputados en 1982 a los 169 de Zapatero en 2008— que Pedro Sánchez ha dilapidado desde 2014 hasta ahora a base de concatenar desastre tras desastre en las urnas. Primero, el pasado 20 de diciembre, cuando el PSOE se quedó en 90 escaños. Después, el 26 de junio, en el que se confirmó su tendencia menguante al situarse en 85 diputados, los peores guarismo en 137 años de historia. Con el agravante, además, de que casi posibilita el sorpasso de Podemos. De haber competido contra un PSOE fuerte, el partido de Pablo Iglesias no hubiera sido más que un grupo minoritario de extrema izquierda. Por todo ello, Sánchez debe apartarse y permitir que el PSOE vuelva a ser una formación mayoritaria y con impronta ganadora. Con los mismos, se hace lo mismo.

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