Claro que hay que ir a Colón (y a mucha honra)

Claro que hay que ir a Colón (y a mucha honra)

Los gobiernos empiezan a caer por dos motivos fundamentales: la corrupción y las movilizaciones callejeras. Amén, obviamente, de una incompetencia que no es excluyente con los dos factores anteriores sino incluyente y directamente proporcional. Macron empezó a pasarlas canutas con los chalecos amarillos, que inicialmente montaron el pollo al disparar el Gobierno francés el precio del gasoil (un 23%) modelo Pedro Sánchez, a Trump le incendiaron EEUU las algaradas organizadas por el salvaje asesinato de George Floyd y en Sudamérica el comunismo financiado por Maduro está intentando derrocar a los presidentes democráticamente elegidos en Colombia (Duque) y Chile (Piñera) y pronto puede tener en sus manos el del Perú de la mano del analfabeto Pedro Castillo tras agitar las calles y robar las elecciones. Que se lo digan a Mariano Rajoy, al que le empezaron a mover la silla las mareas y esos Asalta el Congreso eufemísticamente llamados Rodea el Congreso casualmente desatados nada más arribar a Moncloa.

Pero hay protestas y protestas. Detesto las violentas porque, aunque la razón esté de su lado, la pierden instantáneamente si hay heridos o muertos y si atacan a esos defensores del Estado de Derecho que son los policías. Algo de eso sucedió cuando las legítimas y necesarias manifestaciones por el asesinato del afroamericano George Floyd en Minneapolis degeneraron en pillaje, incendios de comisarías e intentos de acabar con la presencia policial en las principales ciudades de la superpotencia. Cuando son pacíficas, la fuerza de la razón se impone antes o después.

El derecho de manifestación tiene más sentido que nunca en la España democrática por el autoritarismo rayano con el absolutismo que ha impuesto el presidente menos votado de la historia: Pedro Sánchez. Un pájaro que ha hecho saltar por los aires todos los consensos habidos y por haber, el Pacto del 78 para empezar, forjando alianzas con todos los enemigos de España: ETA, los golpistas catalanes y esos mugrientos muchachos de la cúpula de Podemos que no son sino patéticos machacas del narcoterrorista Nicolás Maduro.

Estar en Colón no es una opción. Lo de pensárselo tampoco. Constituye una obligación moral. Cuando un presidente del Gobierno se mete en la cama con Arnaldo Otegi, el malnacido que dirigió ETA, el psicópata que pegó varios tiros a Gabriel Cisneros y el Belcebú que jugaba a la ruleta rusa con su secuestrado Javier Rupérez, hay que empezar a pensar que algo está mal. Muy mal. Peor que muy mal. Darte la mano con Otegi es tanto como ciscarse en la memoria de las 856 personas asesinadas por la banda terrorista, en los miles de ciudadanos heridos, mutilados, calcinados o raptados, en las decenas de miles de extorsionados y en los 250.000 vascos y navarros que hubieron de exiliarse para que no les metieran un tiro en la nuca o, simplemente, porque estaban hartos del nazismo batusuno.

La anormalidad de Sántxez prosigue, sin solución de continuidad, con ese otro acuerdo, éste de Gobierno, con un Podemos que nació financiado con el dinero manchado con la sangre de los pueblos venezolano e iraní. ¿Qué narices pintaban en el Consejo de Ministros unos comunistas, circunstancia inaudita en los 27 países que componen la Unión Europea? Y no unos comunistas como los portugueses, que avalaron desde fuera (no están en el Ejecutivo de António Costa) una bajada de impuestos que ha hecho del país vecino un ejemplo mundial de crecimiento, prosperidad y racionalidad fiscal. No. Unos comunistas irresponsables, violentos y con elevadas dosis de corrupción. ¿Qué carajo hace un teórico socialdemócrata como Sánchez de la mano de un bolivariano multimillonario como Iglesias, que quiere abolir la propiedad privada, nacionalizar empresas estratégicas, ilegalizar los partidos de derecha y prohibir los medios que no sean públicos y más específicamente los que no resultan de su agrado?

El tripartito de Zapatero con ERC fue la simiente de un proceso de balcanización que está mucho más avanzado que hace 10 años

Todo esto sería invalidante para cualquier inquilino de Moncloa hace 40 años, tres décadas e incluso dos. Digo dos y no una porque la lógica democrática empezó a cambiar en España con ese Zapatero que es uno de los personajes más simpáticamente perversos y liantes que hay en el hemisferio occidental. El segundo peor presidente de la democracia (Sánchez lo ha batido en tres años) se cargó la Transición, la reconciliación, la prosperidad —aún seguimos pagando su manirrota y suicida política económica—, el prestigio internacional y la unidad de España siendo el primero en pactar con el golpismo catalán. El tripartito con ERC fue la simiente de un proceso de balcanización que está mucho más avanzado que hace 10 años pero, visto lo visto, seguro que menos que dentro de 10.

Lo que nunca pensé es que el alumno superaría al maestro. Investirte presidente en 2020 con el voto pasivo de una formación como ERC que dos años y medio antes había dado un golpe de Estado es una traición supina a la democracia, al Estado, a la Constitución y a los principios más elementales. Pactar con ellos una mesa “bilateral” de “diálogo y negociación” es reconocer implícitamente que lo que hicieron está bien y que son una nación —algo que se da de bruces no sólo con la legalidad sino con la historia—.

Y el acabose llegará más pronto que tarde, antes de agosto seguro, con unos indultos para unos individuos que no se arrepienten y que han advertido que lo volverán a hacer, que se van a decretar con el tan unánime como durísimo informe en contra del tribunal sentenciador y que se anuncian tras conocerse varias informaciones que demuestran que los tejeritos están urdiendo una estrategia para convocar un nuevo referéndum ilegal y la correspondiente declaración de independencia. Sánchez olvida u olvida, creo que más bien lo primero porque el tipo no es muy listo, que estos tíos quieren dividir a los demócratas españoles por aquello de cuanto peor, mejor. Le harán creer que son poco menos que la reencarnación de Gandhi y, cuando esté confiado, le montarán un pollo de padre y muy señor mío provocando la obvia crisis en el sistema español entre una mayoría que le dirá a Sánchez “te lo avisamos” y una minoría que continuará defendiendo sectariamente con uñas y dientes esta metedura de pata caprichosa a la par que celestial.

Esa mayoría natural de españoles adscritos al centroderecha y la derecha tiene que levantarse en Colón, al amparo de ese maravilloso estandarte de 294 metros cuadrados y esa superlativa escultura de Jaume Plensa, contra el golpe sobre el golpe de Estado que representa la decisión de Sánchez. Una prevaricación como la copa de un pino puesto que la toma no porque crea que constituye la panacea para Cataluña, ni porque los golpistas hayan pedido perdón, sino por imperiosa necesidad aritmética. Sin los 13 escaños de ERC en el Congreso tendría que disolver las cámaras y convocar elecciones con un 100% de posibilidades de tener que irse a su casa a tenor de lo que revelan las encuestas.

Que nos dejen de tomar por gilipollas con ese cuento chino de que Sánchez concede el indulto por responsabilidad y por arreglar Cataluña

Conclusión: Sánchez echará mano de esta figura medieval, pensada para robagallinas que dan un palo para que coman sus hijos y no para que privilegiados hagan favorcetes a privilegiados, con el indisimulado objetivo de salvar los placeres mundanos que proporciona ser presidente del Gobierno. A saber: el Falcon, el Airbus 310, el SuperPuma, Moncloa, Quintos de Mora, Doñana y ese Palacio de La Mareta que hasta él ningún presidente se atrevió a usar porque era una residencia real. Ni más ni menos, ni menos ni más. Que nos dejen de tomar por gilipollas con ese cuento chino de que lo hace por amor a España, por responsabilidad y por arreglar Cataluña. ¡Venga ya!

Además de los ademases, hay que tomar Colón para evitar este nuevo ataque a la independencia judicial, a la separación de poderes y a la Constitución. Encima el pavo se permite el lujo de justificar urbi et orbi su golpe de Estado sobre el golpe de Estado con el argumento de que “la revancha y la venganza no son principios constitucionales”. Una paráfrasis, por cierto, de lo que declararon Junqueras y cía durante el juicio. Hace falta ser desahogado. Por esa diabólica regla de tres venganza y revancha son la condena a El Chicle, a un David Oubel que asesinó a sus hijas con una radial, al asesino de Miguel Ángel Blanco, Txapote, o eventualmente a ese hijo de perra que es el padre de las niñas de Tenerife. Qué asco de ética se gasta el pollo.

Si no hay razones de peso para inundar Colón que venga Dios y lo vea. Por eso se me antoja un disparate que los barones del PP, excepción hecha de Ayuso y Alejandro Fernández, den plantón a una concentración que no es del PP, de Vox, Rosa Díez o Savater sino de los constitucionalistas en general. Queridos Juanma Moreno, Alberto Núñez Feijóo, Alfonso Fernández Mañueco y Fernando López Miras, quienes tendrán que avergonzarse serán aquéllos que están destrozando los consensos constitucionales, reduciendo la Constitución a papel mojado y pactando con terroristas y golpistas, no los que los defendemos. Vamos, digo yo.

La campaña de agit-prop diseñada por la izquierda mediática da resultado. Se cumple ese viejo aforismo del “divide et impera [divide y vencerás]” de los romanos. Los barones y los capos de la derecha que no se pasen por Colón no lo harán por falta de convicción, porque la tienen igual que usted y que yo, querido lector, se quedarán en casa para que esa inmensa mayoría de contertulios de izquierda no les machaque, para que Pepa Bueno, Àngels Barceló, el payasete de Risto, Cintora, Mónica López, Errejón, Montera, Monedero y Echenique no les zurren la badana, incluso para que la derechita mediática idiota no les ponga a caer de un burro. A más a más, hay que subrayar que lo de que Vox es la extrema derecha es una milonga que ninguno de ellos se cree. No está de más recordar que los convocantes son personas tan de extrema derecha como Fernando Savater, luchador antifranquista de verdad, y Rosa Díez, que no procede de Fuerza Nueva sino del PSOE de Felipe González.

Su cobardía es un éxito para Sánchez, con su pusilanimidad se convierten en involuntarios colaboradores del felón. Allá ellos. En el pecado llevarán la penitencia. Hay que plantarse en Colón con la cara bien alta. Los malos no somos quienes defendemos esa ley de leyes que es la Constitución, la legalidad en general y el principio de igualdad ante la ley en particular. Los malos son los que atacan todos estos principios, basta ya de convertir el mal en el bien y el bien en el mal. Pasarse por la plaza que lleva el nombre de uno de nuestros antepasados más ilustres se antoja una obligación cívica. Practiquémosla con pasión, convicción, alegría y, como he enfatizado al principio, sin violencia. Los socialpodemitas están deseando que se produzca el más mínimo incidente para montar el pollo del siglo y empezar de nuevo con la cantinela de la extrema derecha. Más que la vida, que diría la vicepresidenta Calvo, en esta manifestación nos va la legalidad y, en consecuencia, la democracia. Que no es moco de pavo.

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