Cayetana no fue un error

Cayetana no fue un error

El pasado lunes, con agosticidad y alevosía, terminó el servicio de Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz del grupo popular en el Congreso. Ha sido un periodo lamentablemente breve. Las razones del cese parecen ser: 1º Tenía demasiada iniciativa propia; 2º No estaba conforme con la vergonzosa politización de la Justicia, que el PP parece querer mantener; 3º Que era partidaria de un Gobierno de concentración; 4º Quería dar la batalla cultural. Su cese es revelador de la situación desnortada del PP y de la deriva general de la política española.

En cuanto al rumbo desnortado del PP, se podría decir que Pablo Casado abandona el proyecto del «nuevo PP» Un PP en el que Cayetana ofrecía una idea de la derecha liberal clara, contundente, atrevida y culta. Una idea que chocaba evidentemente con la tradición foral y regionalista de parte del PP, y con el centrismo exquisito de quienes chapotean en el relato de la izquierda. Aun así, Pablo Casado, mostrando tal vez las carencias ideológicas de su proyecto, se entregó a la doctora argentina. Una decisión cuestionable, pero que no fue un error: Cayetana era y es de las pocas personas que puede encarnar ese patriotismo constitucional reformista-aznarista al que el nuevo PP parecía querer representar. Un patriotismo en el que cabían todos los ex -socialistas que se quisiera, ensanchando la base popular, como demuestra el hecho de que Cayetana atrajese a su campaña a Rosa Díez (suma insólita, de la que el PP de Rajoy nunca habría sido capaz). Destituirla en tan poco tiempo, en lugar de dejar que la solidez de sus ideas diese solidez al proyecto líquido del nuevo PP muestra el desnortamiento del rumbo del actual PP.

Por otra parte, la destitución supone una cesión más a la hegemonía cultural progre en la que el PP parece conformarse con el papel de palmero y administrador concursal (es decir, que sólo Gobierna en caso de quiebra). En efecto, la maquinaria de propaganda de la Moncloa ha sido capaz de presentar a Cayetana como si de una iliberal se tratase, cuando la diputada del PP es radical si, pero del extremo centro: en el gran eje mundialismo-nacionalismo ella es claramente mundialista. Jacobina, patriota, defensora del orden constitucional y de la democracia liberal occidental a ultranza, sí, pero nada que ver con el patriotismo social, ni con el conservadurismo, ni con el foralismo, ni con tantas otras corrientes de la derecha. En su discurso del lunes, habló de la defensa del individuo a ultranza, cuando lo propio de un partido conservador no es la defensa del «yo» sino del «nosotros» (como explica Scruton en Cómo ser conservador). Para un liberal-conservador de manual, Cayetana es una progre. Destituirla por extremista es todo un triunfo de la trituradora propagandística socialista. Una trituradora en la que, a base de confundir fondo y forma, descuartizan a cualquiera que no sea «moderado» (salvo que la inmoderación sea marxista o secesionista).

La apuesta por Álvarez de Toledo me parecía muy incómoda para la tradición de la derecha. Me parecía un vaciamiento ideológico entregarle el partido, prescindiendo de las ideas conservadoras, regionalistas o demócrata cristianas que lo han caracterizado. Pero Pablo Casado sucumbió a sus encantos, y su proyecto (aunque tal vez más apropiado para Ciudadanos) era bueno y necesario, pues ofrece cauce a un espacio necesitado de representación. Su destitución tal vez sea resultado de esa incomodidad que se percibía. Pero Cayetana no fue ningún error. Teniendo en cuenta que, sin Cayetana, el nuevo PP tampoco volverá a las esencias del partido (no pasará del «yo» al «nosotros»), destituirla es profundizar en la confusión y en la sumisión ante la trituradora socialista.

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