Apuntes Incorrectos

Cayetana: cuando al diagnóstico le llaman venganza

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Un día después de los resultados catastróficos del PP en Cataluña, Cayetana Álvarez de Toledo, la portavoz parlamentaria defenestrada hace unos meses, salió a la palestra emitiendo el diagnóstico más certero de lo sucedido: “Pablo Casado ha defraudado las esperanzas depositadas en él”. Estoy de acuerdo. El señor Casado era la única posibilidad de que el PP sobreviviera en los tiempos que corren, pero ha sucumbido a los cantos de sirena de los barones de medio pelo que lo rodean y de los que no se ha conseguido desembarazar, de los ‘marianistas’, de los democristianos, de los melifluos centristas, de todos aquellos a los que su propuso combatir esgrimiendo la voluntad de construir un proyecto ganador.

Casado venció en las Primarias defendiendo la vuelta del PP a sus orígenes, los que lo hicieron grande, es decir a la mayoría absoluta que consiguió por primera vez Aznar frente a la apisonadora del PSOE. El partido del coraje, de las ideas, de las convicciones y de la capacidad de desafío, la oposición sin pelos en la lengua al consenso socialdemócrata que anida todavía desgraciadamente en su formación. Aquel fue un discurso opositor a todo lo que había representado hasta la fecha Mariano Rajoy: las medias tintas, la abulia directora, la aversión a la ideología, el pragmatismo más obsceno, la llamada gestión desprovista de alma, corazón y vida.

Todos estos defectos mayúsculos contra los que se rebeló Casado durante las Primarias son en los que ha ido cayendo sucesivamente hasta convertir al actual PP en un monstruo redivivo, en un grupo político vacío de contenido y de proyecto, ausente de valores nítidos y de programa, reacio a cualquier iniciativa comprometedora que le pueda echar en cara la izquierda, cada vez más reactivo y sometido a los dictados que emanan del editorial de turno del diario El País, o de los contertulios malvados de las televisiones privadas sectarias, cuyo único propósito es conformar una derecha arrodillada, liviana, sumisa, nada que ver con la derecha estruendosa pero genuina de la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. A esta no la aguantan. Les saca de quicio con su carácter, su benéfica radicalidad, su descarada insolencia.

España, afirman los órganos oficiales del ‘sanchismo’, necesita una fuerza conservadora moderada, responsable e incluyente como alternativa de Gobierno, es decir, una mierda de derecha abocada a la derrota permanente que acceda a que Sánchez nombre, por ejemplo, a los magistrados que desee el bolchevique Iglesias en el Consejo General de Poder Judicial para tener a todos los poderes del Estado al servicio del totalitarismo. Dicen que de este modo el PP se aproximaría a la derecha que ha representado Angela Merkel, pero es otra vez falso. Francamente, aquí a la canciller no la desean ni en pintura, porque la alemana siempre fue ortodoxa, austera, exigente, solidaria en extremo, todas ellas virtudes lo más alejadas posible de los vicios que habitan en el Palacio de la Moncloa.

Cayetana Álvarez de Toledo ha pronunciado el análisis más indiscutible del fracaso del PP en Cataluña. Teniendo un candidato formidable como Alejandro Fernández, el señor Casado se ha empeñado en hundirlo con manifestaciones extemporáneas, insinceras e inconvenientes como que las fuerzas de seguridad del Estado se sobrepasaron durante el referéndum ilegal de hace tres años, concediendo una entrevista a los enemigos de la radio catalana que jamás te puede reportar rédito alguno. Pero, en realidad, todas las equivocaciones reiteradas, consecutivas y persistentes del señor Casado vienen de antes.

La señora Álvarez de Toledo acierta al decir que, con motivo de la explicación para justificar su destitución como portavoz parlamentaria del PP, Casado pronunció unas palabras premonitorias del fiasco actual: “Un partido no puede pretender que la sociedad se parezca a él por mucha razón que tenga”. Pues no, querido amigo. Los partidos honrados con vocación de gobierno están para cambiar la sociedad. Naturalmente a mejor. Así lo hicieron los grandes dirigentes de la historia como Churchill, como Reagan, como Thatcher, como Gorbachov en la Unión Soviética; incluso como Aznar en España.

Esto es lo que intentaron en la Iglesia católica Juan Pablo II y el Papa Benedicto. Esta es la ambición que debe anidar en los espíritus elevados para frenar la tarea de demolición consustancial al socialismo y el comunismo contemporáneos. De lo contrario, estás renunciando, como de hecho ha suscrito con su comportamiento el señor Casado, a la batalla ideológica y cultural, que es el asunto más importante y clave de nuestro tiempo, y que les importa un bledo a los Mañueco, Moreno, López Miras y sobre todo a Feijóo.

El segundo error catastrófico de Casado fue su comportamiento inadecuado e impropio durante la moción de censura de Vox a Pedro Sánchez. Los insultos personales a Santiago Abascal, la beligerancia y la hostilidad demostrada contra quien habrá de ser un aliado imprescindible si alguna vez quiere gobernar España estuvieron fuera de lugar. Pero como parece que Casado no posee ni la inteligencia ni la intuición que se le presumía, durante la campaña catalana se ha dedicado a gastar sus energías debelando de nuevo a Vox con argumentos absolutamente falsos como que es un partido que no respeta la Constitución y que quiere salirse de la Unión Europea.

Todas estas afirmaciones son falsas, constituyen un ataque sin precedentes a tu ineludible compañero de cama si algún día quieres dirigir el país, rompe todos los puentes con el electorado de Vox, al que vas a necesitar, y, en fin, son la demostración palmaria de que este señor por el que tanto aprecio personal tengo ha perdido el oremus.

Para tratar de arreglar el desaguisado crucial que ha cometido en Cataluña y ver la manera de reparar las vías de agua abiertas por unos resultados pésimos, que siempre están prestos a aprovechar las hienas oportunistas del partido; para tratar de contentar al diario El País’ y a las televisiones sectarias que han advertido al señor Casado que haría muy mal si su reacción a la derrota brutal fuera la vuelta a los orígenes, es decir, a la derecha sin complejos que nos prometió a todos en el discurso con el que ganó las primarias, el líder del PP se ha sacado un as de la manga: irse de Génova 13, vender la sede del PP corrupto e investigado. Pasar página.

¡Qué enorme error! Además de que tal iniciativa es la demostración de un infantilismo imperdonable, los que hemos sido votantes del PP pensamos que Génova 13 es la sede emblemática en la que se han cocido y celebrado todos los triunfos de la derecha española. Los que, como es mi caso, nos hemos criado ya con uso de razón bajo el yugo del socialismo felipista y descubrimos, insólitamente, que había una manera distinta de hacer política, de ser más económicamente eficaz, de bajar los impuestos, de reducir el gasto, de flexibilizar la economía, de entrar en tiempo y forma en la unión monetaria, tenemos en la cabeza el balcón de Génova 13 como la apoteosis de la derrota de la izquierda. De la alternativa. De otra manera de hacer las cosas. De una cierta filigrana.

Allí se celebraron todos los triunfos que constituyen y engrosan lo mejor de la historia del PP: las mayorías absolutas de Aznar, las de Rajoy, las de Esperanza Aguirre, las de Alberto Ruiz Gallardón. Etcétera. ¿Pero a quién en su sano juicio se le ocurre repudiar este edificio, y por tanto este legado? ¿Sólo para contentar a los impíos? ¿Para satisfacer las demandas de sangre de la prensa enemiga y de la televisión militante? ¿Qué necesidad hay de atender los requerimientos y exigencias de la izquierda maledicente y flamígera?

Después de la entrevista con Cayetana en El Mundo hablo con un amigo muy importante del PP para conocer su opinión. “Es mera venganza”, me dice. ¿Pero lo que afirma la señora es incierto?, le pregunto. La señora Álvarez de Toledo ha demostrado siempre ser una persona libre, ha declarado en todo momento lo que le ha parecido, con estas condiciones la fichó Casado, jamás ha sido desleal. ¿Es verdad lo que dice o no?, insisto. “Sí, pero ha demostrado ser vengativa, y estas declaraciones las hace en el peor momento, en el que puede hacer más daño”. En fin, no consigo sacar un pronunciamiento claro de mi buen amigo sobre, más que la oportunidad, la conveniencia de hacer un diagnóstico válido y útil de la situación de precariedad y de indigencia general, de falta de rumbo en la que se encuentra el PP.

Y pienso que esto ocurre cuando a un diagnóstico irreprochable se le despacha sin contemplaciones con el pretexto de la venganza. Repudiar la sede de Génova equivale a prescindir, e incluso a abominar, de los principios que permitieron que la derecha de verdad gobernase España por primera vez; también por supuesto de su exitosa gestión, que fraguó en la alternativa plausible al socialismo que tantos desearíamos para poner fin al paréntesis infernal, a este secuestro insufrible al que nos están sometiendo Sánchez y sus secuaces.

Por una vez, sin que sirva de precedente, me parece que, en este caso, el señor Feijóo, al que tanto he criticado, tiene razón.

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